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Descripción

Círculo de JOSÉ ANTOLÍNEZ (Madrid, 1635-1675). "Purísima. Óleo sobre lienzo. Revestido. Medidas: 141 x 96 cm; 163 x 118 cm (marco). José Antolínez fue uno de los artistas más interesantes de su generación que, debido a su temprana muerte, no pudo alcanzar la espléndida madurez que su formación presagiaba. Ello no impide que se le considere un gran representante de la plena corriente barroca que renovó la pintura en la corte española durante el tercer cuarto del siglo XVII. En su obra se percibe la exquisita sensibilidad para la recreación costumbrista de Tiziano -siempre tan presente en la pintura española de su tiempo- combinada con la recepción de la pintura elegante de los maestros nórdicos Rubens y Van Dyck, y la captación de la atmósfera de Velázquez. Así, su técnica es suelta y vibrante, singularmente seductora en el uso de tonos fríos, que se despliegan en composiciones llenas de vigoroso movimiento e inestable actividad. Conocemos el trabajo de su padre como carpintero artesano, cuando la familia se estableció en la madrileña calle de Toledo, aunque con casa solariega en la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros. Palomino nos ha transmitido la imagen de una persona de carácter altivo y engreído, tan consciente de su propia valía que a menudo se mostraba arrogante, actitud que le ocasionaría numerosos roces y rencillas con otros colegas. Fue discípulo de Francisco Rizi, con quien también se enemistó, lo que no impidió que su pintura fuera muy apreciada por sus contemporáneos. Cultivó todos los géneros: la pintura religiosa, el paisaje -del que no se conservan ejemplos-, la mitología, el retrato y la pintura de género. En el campo del retrato destacan también los dos retratos de niños del Museo del Prado. Son obras en las que se aprecia tanto la cercanía veraz de las figuras como la captación de la atmósfera que las rodea, hasta el punto de que fueron consideradas obras de Velázquez hasta hace poco, cuando fueron atribuidas a Antolínez por Diego Angulo. De los lienzos del Museo del Prado, "El tránsito de la Magdalena" y los dos retratos infantiles proceden de las colecciones reales y dos de la Inmaculada pertenecían al Museo de la Trinidad, mientras que el tercero fue adquirido en 1931 con los fondos legados por Aníbal Morillo y Pérez, IV conde de Cartagena.

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Círculo de JOSÉ ANTOLÍNEZ (Madrid, 1635-1675). "Purísima. Óleo sobre lienzo. Revestido. Medidas: 141 x 96 cm; 163 x 118 cm (marco). José Antolínez fue uno de los artistas más interesantes de su generación que, debido a su temprana muerte, no pudo alcanzar la espléndida madurez que su formación presagiaba. Ello no impide que se le considere un gran representante de la plena corriente barroca que renovó la pintura en la corte española durante el tercer cuarto del siglo XVII. En su obra se percibe la exquisita sensibilidad para la recreación costumbrista de Tiziano -siempre tan presente en la pintura española de su tiempo- combinada con la recepción de la pintura elegante de los maestros nórdicos Rubens y Van Dyck, y la captación de la atmósfera de Velázquez. Así, su técnica es suelta y vibrante, singularmente seductora en el uso de tonos fríos, que se despliegan en composiciones llenas de vigoroso movimiento e inestable actividad. Conocemos el trabajo de su padre como carpintero artesano, cuando la familia se estableció en la madrileña calle de Toledo, aunque con casa solariega en la localidad burgalesa de Espinosa de los Monteros. Palomino nos ha transmitido la imagen de una persona de carácter altivo y engreído, tan consciente de su propia valía que a menudo se mostraba arrogante, actitud que le ocasionaría numerosos roces y rencillas con otros colegas. Fue discípulo de Francisco Rizi, con quien también se enemistó, lo que no impidió que su pintura fuera muy apreciada por sus contemporáneos. Cultivó todos los géneros: la pintura religiosa, el paisaje -del que no se conservan ejemplos-, la mitología, el retrato y la pintura de género. En el campo del retrato destacan también los dos retratos de niños del Museo del Prado. Son obras en las que se aprecia tanto la cercanía veraz de las figuras como la captación de la atmósfera que las rodea, hasta el punto de que fueron consideradas obras de Velázquez hasta hace poco, cuando fueron atribuidas a Antolínez por Diego Angulo. De los lienzos del Museo del Prado, "El tránsito de la Magdalena" y los dos retratos infantiles proceden de las colecciones reales y dos de la Inmaculada pertenecían al Museo de la Trinidad, mientras que el tercero fue adquirido en 1931 con los fondos legados por Aníbal Morillo y Pérez, IV conde de Cartagena.

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