Null Escuela rusa; segundo tercio del siglo XX.

"Retrato de un sacerdote".

Óle…
Descripción

Escuela rusa; segundo tercio del siglo XX. "Retrato de un sacerdote". Óleo sobre lienzo. Retocado. Presenta restauraciones. Tiene un marco del siglo XIX. Medidas: 60 x 48 cm; 72 x 62 cm (marco). Retrato de caballero con busto en el que el autor nos muestra la imagen de un hombre religioso, ya que lleva un tocado y una gran cruz dorada en el pecho. El modelo, que aparece sobre un fondo neutro, levanta ligeramente el rostro y dirige su mirada hacia un punto fuera de la composición pictórica, como si recibiera una orden o un mensaje que le impide prestar atención al espectador. Técnicamente, la obra destaca por su gran realismo, sobre todo en el tratamiento de los tonos de la carne, las comisuras de los labios, las arrugas de la frente y la suavidad del satén azul que cuelga de sus hombros. Este cuadro no pertenece a la tradición pictórica del realismo ruso, heredero del realismo soviético que impregnó las artes y la literatura del siglo XIX, sino que se acerca más a modelos relacionados con Francia. Llama la atención la separación del arte que surgió en Rusia tras la Revolución de Octubre (1917): a partir de ese momento, el arte pretendía reflejar los ideales del pueblo, y los retratos de obreros, campesinos, etc. se convirtieron en algo habitual. Al igual que en el resto de Europa, el retrato se convirtió en el género principal por excelencia de la pintura rusa como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se establecieron en el mundo occidental durante este siglo, encarnando la máxima expresión de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela surgida entre la nobleza y la alta burguesía adinerada, que iban a tomar las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales daban preferencia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y los incipientes coleccionistas fomentaban la profusión de cuadros de género, el retrato era muy demandado para las pinturas destinadas al ámbito más privado, como reflejo del valor del individuo en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para ser disfrutada en la intimidad de un estudio, en el calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo las principales estancias de la casa.

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Escuela rusa; segundo tercio del siglo XX. "Retrato de un sacerdote". Óleo sobre lienzo. Retocado. Presenta restauraciones. Tiene un marco del siglo XIX. Medidas: 60 x 48 cm; 72 x 62 cm (marco). Retrato de caballero con busto en el que el autor nos muestra la imagen de un hombre religioso, ya que lleva un tocado y una gran cruz dorada en el pecho. El modelo, que aparece sobre un fondo neutro, levanta ligeramente el rostro y dirige su mirada hacia un punto fuera de la composición pictórica, como si recibiera una orden o un mensaje que le impide prestar atención al espectador. Técnicamente, la obra destaca por su gran realismo, sobre todo en el tratamiento de los tonos de la carne, las comisuras de los labios, las arrugas de la frente y la suavidad del satén azul que cuelga de sus hombros. Este cuadro no pertenece a la tradición pictórica del realismo ruso, heredero del realismo soviético que impregnó las artes y la literatura del siglo XIX, sino que se acerca más a modelos relacionados con Francia. Llama la atención la separación del arte que surgió en Rusia tras la Revolución de Octubre (1917): a partir de ese momento, el arte pretendía reflejar los ideales del pueblo, y los retratos de obreros, campesinos, etc. se convirtieron en algo habitual. Al igual que en el resto de Europa, el retrato se convirtió en el género principal por excelencia de la pintura rusa como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se establecieron en el mundo occidental durante este siglo, encarnando la máxima expresión de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela surgida entre la nobleza y la alta burguesía adinerada, que iban a tomar las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales daban preferencia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y los incipientes coleccionistas fomentaban la profusión de cuadros de género, el retrato era muy demandado para las pinturas destinadas al ámbito más privado, como reflejo del valor del individuo en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para ser disfrutada en la intimidad de un estudio, en el calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo las principales estancias de la casa.

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