Descripción
JOSÉ DE RIBERA (Xátiva, Valencia, 1591 - Nápoles, 1652). "Ecce homo". Óleo sobre lienzo. Revestido. Informe adjunto de Nicola Spinosa. Presenta restauraciones. Tiene un marco adaptado del siglo XVII en madera ebonizada. Medidas: 88 x 65 cm; 111 x 89 cm (marco). Esta obra muestra la figura de Cristo coronado de espinas y presentado irónicamente al pueblo de Jerusalén como rey de los judíos (Ecce Homo, He aquí el hombre). La obra ha sido atribuida a Ribera por el experto Nicola Spinosa, conservador del Polo Museale Napoletano y director del Museo Nazionale di Capodimonte, debido a características técnicas como el fuerte contraste de luces y sombras destinado a definir formas y volúmenes, particularmente expresivos en el tratamiento del manto rojo que cubre sus caderas y tórax, y en la piel ya magullada por sus sufrimientos finales y las características somáticas en la mirada marcada por una tristeza contenida y muy humana. Este Ecce Homo puede fecharse unos años después del traslado definitivo del joven Ribera a Nápoles, a mediados de 1616. El cuadro en cuestión, de resultados estilísticos todavía evidentes y de marcado origen caravaggesco, continúa, con la composición invertida y con algunas variaciones en la disposición de las manos atadas con una cuerda, del Ecce Homo del artista que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, procedente de la Casa de la Compañía de Jesús de Toledo, donde fue visto por Ponz a mediados del siglo XVIII, fechado por la crítica moderna y contemporánea sobre una base estilística inmediatamente posterior a 1620 y anterior a 1624. Por su temática y estilo podemos situar este cuadro dentro de la escuela napolitana del siglo XVII en torno a la figura de José de Ribera, pintor clave perteneciente a la generación de los grandes maestros del Siglo de Oro, formado en Italia de forma autodidacta. Su primer contacto con el naturalismo se produjo a su llegada a Roma en 1615, donde entró en contacto con los caravaggistas nórdicos, de los que adoptó la técnica lisa y apresurada, el feísmo y el dibujo riguroso que configuraron su estilo durante su etapa romana. Sin embargo, en 1616 se trasladó a Nápoles y se estableció allí definitivamente. En Nápoles Ribera se convirtió en el líder del grupo de naturalistas napolitanos y en torno a él creció un importante círculo de pintores. A pesar de su estancia en Italia, Ribera envió numerosas obras a España, y su lenguaje sería clave para la formación del Barroco en nuestro país. Su obra traería el tenebrismo y, más tarde, el Barroco pleno, mucho antes de que éste llegara directamente a España, influyendo así en las nuevas generaciones de pintores. Por otro lado, una vez finalizada su etapa romana, su pintura se caracterizó por una pincelada muy suelta, de influencia veneciana, que también marcó la obra de sus seguidores. Así, la escuela de Ribera desarrolló un estilo de iluminación dramática, contrastada, claramente tenebrista, pero matizada por una pincelada veneciana, empastada y fluida. Así, aquí vemos un foco artificial y dirigido que penetra en la escena desde el ángulo superior derecho e ilumina directamente el rostro y las manos del santo, dejando el resto en penumbra. Y también encontramos esa pincelada totalmente moderna que modela al santo por medio de la luz, ese toque de pincelada pastosa y expresiva que el artista aprendió directamente de la obra de Ribera.
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JOSÉ DE RIBERA (Xátiva, Valencia, 1591 - Nápoles, 1652). "Ecce homo". Óleo sobre lienzo. Revestido. Informe adjunto de Nicola Spinosa. Presenta restauraciones. Tiene un marco adaptado del siglo XVII en madera ebonizada. Medidas: 88 x 65 cm; 111 x 89 cm (marco). Esta obra muestra la figura de Cristo coronado de espinas y presentado irónicamente al pueblo de Jerusalén como rey de los judíos (Ecce Homo, He aquí el hombre). La obra ha sido atribuida a Ribera por el experto Nicola Spinosa, conservador del Polo Museale Napoletano y director del Museo Nazionale di Capodimonte, debido a características técnicas como el fuerte contraste de luces y sombras destinado a definir formas y volúmenes, particularmente expresivos en el tratamiento del manto rojo que cubre sus caderas y tórax, y en la piel ya magullada por sus sufrimientos finales y las características somáticas en la mirada marcada por una tristeza contenida y muy humana. Este Ecce Homo puede fecharse unos años después del traslado definitivo del joven Ribera a Nápoles, a mediados de 1616. El cuadro en cuestión, de resultados estilísticos todavía evidentes y de marcado origen caravaggesco, continúa, con la composición invertida y con algunas variaciones en la disposición de las manos atadas con una cuerda, del Ecce Homo del artista que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, procedente de la Casa de la Compañía de Jesús de Toledo, donde fue visto por Ponz a mediados del siglo XVIII, fechado por la crítica moderna y contemporánea sobre una base estilística inmediatamente posterior a 1620 y anterior a 1624. Por su temática y estilo podemos situar este cuadro dentro de la escuela napolitana del siglo XVII en torno a la figura de José de Ribera, pintor clave perteneciente a la generación de los grandes maestros del Siglo de Oro, formado en Italia de forma autodidacta. Su primer contacto con el naturalismo se produjo a su llegada a Roma en 1615, donde entró en contacto con los caravaggistas nórdicos, de los que adoptó la técnica lisa y apresurada, el feísmo y el dibujo riguroso que configuraron su estilo durante su etapa romana. Sin embargo, en 1616 se trasladó a Nápoles y se estableció allí definitivamente. En Nápoles Ribera se convirtió en el líder del grupo de naturalistas napolitanos y en torno a él creció un importante círculo de pintores. A pesar de su estancia en Italia, Ribera envió numerosas obras a España, y su lenguaje sería clave para la formación del Barroco en nuestro país. Su obra traería el tenebrismo y, más tarde, el Barroco pleno, mucho antes de que éste llegara directamente a España, influyendo así en las nuevas generaciones de pintores. Por otro lado, una vez finalizada su etapa romana, su pintura se caracterizó por una pincelada muy suelta, de influencia veneciana, que también marcó la obra de sus seguidores. Así, la escuela de Ribera desarrolló un estilo de iluminación dramática, contrastada, claramente tenebrista, pero matizada por una pincelada veneciana, empastada y fluida. Así, aquí vemos un foco artificial y dirigido que penetra en la escena desde el ángulo superior derecho e ilumina directamente el rostro y las manos del santo, dejando el resto en penumbra. Y también encontramos esa pincelada totalmente moderna que modela al santo por medio de la luz, ese toque de pincelada pastosa y expresiva que el artista aprendió directamente de la obra de Ribera.
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