Null JAVIER AGUILERA (Vigo, 1968)

"Érase una vez en Japón", 2008.

Óleo resina …
Descripción

JAVIER AGUILERA (Vigo, 1968) "Érase una vez en Japón", 2008. Óleo resina policromada. Medidas: 80 x 30 x 30 cm. Una mujer oriental, completamente desnuda salvo por sus botas negras, lleva dos bolsas transparentes con productos de perfumería. Su pelo ondulado y teñido a la manera occidental, además de su labio operado y sus pechos inusualmente grandes para una mujer japonesa, parecen hablarnos de los absurdos procesos de aculturación que se producen hoy en día debido a los caprichos de la moda. Absurdos que Javier Aguilera pone de manifiesto en sus esculturas hiperrealistas que beben del cómic, del anime, del arte callejero y, en general, de la vida en la gran ciudad. Las esculturas de Javier Aguilera destacan a primera vista por su virtuosismo técnico, pero encierran un mensaje mucho más amplio de lo que aparentemente ofrecen. Utilizando el cuerpo humano como vehículo expresivo y la simbología oriental contemporánea, sus figuras enfrentan al espectador al dilema de la soledad. Una soledad que en el hipersaturado contexto actual se manifiesta, a veces dramática, a veces irónica, mostrando abiertamente sus heridas. Seres golpeados, antihéroes que sangran, sudan y muerden, cuestionándonos nuestra propia existencia y nuestra relación con los demás.

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JAVIER AGUILERA (Vigo, 1968) "Érase una vez en Japón", 2008. Óleo resina policromada. Medidas: 80 x 30 x 30 cm. Una mujer oriental, completamente desnuda salvo por sus botas negras, lleva dos bolsas transparentes con productos de perfumería. Su pelo ondulado y teñido a la manera occidental, además de su labio operado y sus pechos inusualmente grandes para una mujer japonesa, parecen hablarnos de los absurdos procesos de aculturación que se producen hoy en día debido a los caprichos de la moda. Absurdos que Javier Aguilera pone de manifiesto en sus esculturas hiperrealistas que beben del cómic, del anime, del arte callejero y, en general, de la vida en la gran ciudad. Las esculturas de Javier Aguilera destacan a primera vista por su virtuosismo técnico, pero encierran un mensaje mucho más amplio de lo que aparentemente ofrecen. Utilizando el cuerpo humano como vehículo expresivo y la simbología oriental contemporánea, sus figuras enfrentan al espectador al dilema de la soledad. Una soledad que en el hipersaturado contexto actual se manifiesta, a veces dramática, a veces irónica, mostrando abiertamente sus heridas. Seres golpeados, antihéroes que sangran, sudan y muerden, cuestionándonos nuestra propia existencia y nuestra relación con los demás.

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