Null Posiblemente JULIO FERRER SAMA (1901- 1984).

"La danza oriental". 

Acuare…
Descripción

Posiblemente JULIO FERRER SAMA (1901- 1984). "La danza oriental". Acuarela sobre papel. Firmada en la esquina inferior izquierda. Medidas: 29 x 45 cm; 43 x 59 cm (marco). El orientalismo nació en el siglo XIX como consecuencia del espíritu romántico de evasión en el tiempo y en el espacio. Los primeros orientalistas buscaban reflejar lo perdido, lo inalcanzable, en un viaje dramático destinado desde el principio al fracaso. Como Flaubert en "Salambo", los pintores realizaron retratos detallados de Oriente y de pasados imaginados, recreados al milímetro pero en última instancia desconocidos e idealizados. Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, muchos de los pintores que viajaron a Oriente Próximo en busca de esa realidad inventada descubrieron un país diferente y nuevo, que destacaba con sus peculiaridades por encima de los tópicos y prejuicios de los europeos. Así, esta nueva escuela orientalista deja atrás las bellas odaliscas, los harenes y los mercados de esclavos para pintar nada más que lo que ven, el Oriente real en toda su dimensión cotidiana. Junto con el cambio de visión se produce un cambio técnico y formal; puesto que ya no se trata de recrear un mundo imaginado con todos sus detalles, la pincelada adquiere fluidez impresionista, y los artistas se centran no tanto en la representación de los tipos y costumbres como en el fiel reflejo de la atmósfera del lugar, de la propia identidad de las poblaciones norteafricanas.

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Posiblemente JULIO FERRER SAMA (1901- 1984). "La danza oriental". Acuarela sobre papel. Firmada en la esquina inferior izquierda. Medidas: 29 x 45 cm; 43 x 59 cm (marco). El orientalismo nació en el siglo XIX como consecuencia del espíritu romántico de evasión en el tiempo y en el espacio. Los primeros orientalistas buscaban reflejar lo perdido, lo inalcanzable, en un viaje dramático destinado desde el principio al fracaso. Como Flaubert en "Salambo", los pintores realizaron retratos detallados de Oriente y de pasados imaginados, recreados al milímetro pero en última instancia desconocidos e idealizados. Durante la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, muchos de los pintores que viajaron a Oriente Próximo en busca de esa realidad inventada descubrieron un país diferente y nuevo, que destacaba con sus peculiaridades por encima de los tópicos y prejuicios de los europeos. Así, esta nueva escuela orientalista deja atrás las bellas odaliscas, los harenes y los mercados de esclavos para pintar nada más que lo que ven, el Oriente real en toda su dimensión cotidiana. Junto con el cambio de visión se produce un cambio técnico y formal; puesto que ya no se trata de recrear un mundo imaginado con todos sus detalles, la pincelada adquiere fluidez impresionista, y los artistas se centran no tanto en la representación de los tipos y costumbres como en el fiel reflejo de la atmósfera del lugar, de la propia identidad de las poblaciones norteafricanas.

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