Null Escuela española; c. 1950. 

"Mujer joven con flor en el pelo y chal". 

Lá…
Descripción

Escuela española; c. 1950. "Mujer joven con flor en el pelo y chal". Lápices de color y acuarela sobre papel. Presenta etiqueta informativa al dorso. Medidas: 63,5 x 49 cm; 68,5 x 54 cm (marco). Como en el resto de Europa, el retrato se convirtió en el siglo XX en el género protagonista por excelencia de la pintura española, como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se implantaron en el mundo occidental a lo largo de esta centuria, encarnando la máxima expresión de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela, surgida entre la nobleza y la alta burguesía acomodada, que tomaría las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales daban preponderancia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y el incipiente coleccionismo fomentaba la profusión de cuadros de trajes, el retrato acaparó la demanda de pintura destinada al ámbito más privado, como reflejo del valor del individuo en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para ser disfrutada en la intimidad de un estudio, en el calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo las estancias principales de la casa.

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Escuela española; c. 1950. "Mujer joven con flor en el pelo y chal". Lápices de color y acuarela sobre papel. Presenta etiqueta informativa al dorso. Medidas: 63,5 x 49 cm; 68,5 x 54 cm (marco). Como en el resto de Europa, el retrato se convirtió en el siglo XX en el género protagonista por excelencia de la pintura española, como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se implantaron en el mundo occidental a lo largo de esta centuria, encarnando la máxima expresión de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela, surgida entre la nobleza y la alta burguesía acomodada, que tomaría las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales daban preponderancia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y el incipiente coleccionismo fomentaba la profusión de cuadros de trajes, el retrato acaparó la demanda de pintura destinada al ámbito más privado, como reflejo del valor del individuo en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para ser disfrutada en la intimidad de un estudio, en el calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo las estancias principales de la casa.

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