Escuela rusa, finales del siglo XVI. "La Virgen y el Niño Jesús y santos seleccionados". Témpera, pan de oro sobre tabla. Medidas: 27 x 22 cm. El icono de interés representa una composición bastante común y popular, de la Madre de Dios sentada en el trono, con los santos seleccionados. Sigue el modelo tradicional de composición jerárquica triangular, en la que la Virgen sentada está en la parte superior, y de mayor tamaño, que el resto de los santos. Los dos santos junto a ella están representados en dos posturas diferentes, el santo de la izquierda manteniendo el gesto de adoración, y el de la derecha levantando la mano derecha en gesto de bendición. Las inscripciones de las figuras han desaparecido y probablemente se han perdido, por lo que resulta difícil identificarlas. Algunos rasgos característicos, como las barbas o la vestimenta, podrían indicar que los santos representados son Juan Crisóstomo a la derecha, y a la izquierda un venerable monje, lo que se sugiere por su vestimenta y la representación múltiple de la cruz del Gólgota, tipología utilizada exclusivamente en la vestimenta de los monjes ortodoxos. Este tipo de representación de la Virgen y el Niño sentados es ampliamente conocido en el mundo ortodoxo con el nombre de "Panachranta", y tiene características similares al prototipo "Odighitria" al representar los rostros de la Virgen y el Niño abrazados, y con los rostros uno al lado del otro. La imagen central del icono subastado presenta la iconografía típica de Panachranta, con la Virgen María sentada en el trono, sosteniendo al Niño Jesús sobre sus rodillas. El trono simboliza la majestuosidad y el poder real de la Madre de Dios. Este prototipo de la Virgen María con el Niño se desarrolló en el Imperio Bizantino entre los siglos XI y XII, y se conoce en Rusia desde el siglo XIII. Desde el punto de vista compositivo, este antiguo icono presenta una de las características más particulares de la iconografía ortodoxa, que es la perspectiva inversa. El trono, sobre el que descansa la Virgen, está representado de tal manera que el espectador puede verlo desde varios puntos de vista a la vez. La idea que subyace a la perspectiva inversa no es tanto representar un objeto físico desde el punto de vista más realista y verosímil, sino transmitir el momento y el espacio en el que se desarrolla la escena con la máxima profundidad, es decir, presentar los objetos sobre el soporte bidimensional de manera que se vean desde todos los puntos de vista al mismo tiempo. La composición también se centra en la mirada del espectador, y en la importancia de que éste forme parte de alguna manera del interior de la imagen. La misma idea está en la base de la pintura cubista, por ejemplo.