Null Escuela de BARTOLOME ESTABAN MURILLO; principios del siglo XVIII.

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Descripción

Escuela de BARTOLOME ESTABAN MURILLO; principios del siglo XVIII. "Inmaculada Concepción". Óleo sobre lienzo. Conserva el lienzo original. Medidas: 55,5 x 49,5 cm. El tema de la Inmaculada Concepción, muy frecuente en el arte español, se convirtió en una de las señas de identidad nacional de España como país católico. Es uno de los temas más genuinamente locales de la pintura española del Barroco, ya que nuestro país fue el principal defensor de este misterio, y el que luchó con más insistencia por convertirlo en dogma de fe. En este contexto, numerosos artistas e intelectuales trabajaron en la construcción de una iconografía clara que ayudara a difundir la Inmaculada Concepción, aunando simbolismo y fervor popular. Por sus características estilísticas, la obra en cuestión puede clasificarse dentro de la escuela andaluza de finales de la segunda mitad del siglo XVIII. Es heredera directa de los modelos barrocos de Bartolomé Esteban Murillo, tanto en la composición como en la iconografía. Así, vemos a María vestida con una túnica blanca, con un manto azul que flota a su alrededor. Las figuras de los ángeles niños también derivan directamente de los modelos de Murillo, tanto en su concepción como en su colocación, distribuida en la parte inferior del cuadro, bajo el pedestal de nubes. Como ya hemos señalado, la composición sigue fielmente los modelos establecidos en el periodo barroco: María de cuerpo entero en el centro, vestida de blanco y azul, con los cabellos sueltos en suaves ondulaciones, con la media luna a sus pies, rodeada de ángeles y nubes, con el cielo abierto detrás de su figura, inundado por la luz dorada de la Gloria. Poco se sabe de la infancia y juventud de Murillo, salvo que perdió a su padre en 1627 y a su madre en 1628, por lo que quedó al cuidado de su cuñado. Hacia 1635 debió comenzar su aprendizaje como pintor, muy probablemente con Juan del Castillo, casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística duró unos seis años, como era habitual en la época. Tras su matrimonio, en 1645, emprendió lo que sería una brillante carrera que le convirtió poco a poco en el pintor más famoso y solicitado de Sevilla. El único viaje que se le conoce está documentado en 1658, cuando Murillo estuvo en Madrid durante varios meses. Es de suponer que durante su estancia en la corte mantuviera contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuviera acceso a la colección de cuadros del Palacio Real, magnífico objeto de estudio para todos los artistas que pasaban por la corte. A pesar de las escasas referencias documentales sobre sus años de madurez, sabemos que disfrutó de una vida cómoda, que le permitió mantener un alto nivel de vida y tener varios aprendices. El hecho de que se convirtiera en el principal pintor de la ciudad, superando incluso a Zurbarán en fama, motivó su deseo de elevar el nivel artístico de la pintura local.

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Escuela de BARTOLOME ESTABAN MURILLO; principios del siglo XVIII. "Inmaculada Concepción". Óleo sobre lienzo. Conserva el lienzo original. Medidas: 55,5 x 49,5 cm. El tema de la Inmaculada Concepción, muy frecuente en el arte español, se convirtió en una de las señas de identidad nacional de España como país católico. Es uno de los temas más genuinamente locales de la pintura española del Barroco, ya que nuestro país fue el principal defensor de este misterio, y el que luchó con más insistencia por convertirlo en dogma de fe. En este contexto, numerosos artistas e intelectuales trabajaron en la construcción de una iconografía clara que ayudara a difundir la Inmaculada Concepción, aunando simbolismo y fervor popular. Por sus características estilísticas, la obra en cuestión puede clasificarse dentro de la escuela andaluza de finales de la segunda mitad del siglo XVIII. Es heredera directa de los modelos barrocos de Bartolomé Esteban Murillo, tanto en la composición como en la iconografía. Así, vemos a María vestida con una túnica blanca, con un manto azul que flota a su alrededor. Las figuras de los ángeles niños también derivan directamente de los modelos de Murillo, tanto en su concepción como en su colocación, distribuida en la parte inferior del cuadro, bajo el pedestal de nubes. Como ya hemos señalado, la composición sigue fielmente los modelos establecidos en el periodo barroco: María de cuerpo entero en el centro, vestida de blanco y azul, con los cabellos sueltos en suaves ondulaciones, con la media luna a sus pies, rodeada de ángeles y nubes, con el cielo abierto detrás de su figura, inundado por la luz dorada de la Gloria. Poco se sabe de la infancia y juventud de Murillo, salvo que perdió a su padre en 1627 y a su madre en 1628, por lo que quedó al cuidado de su cuñado. Hacia 1635 debió comenzar su aprendizaje como pintor, muy probablemente con Juan del Castillo, casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística duró unos seis años, como era habitual en la época. Tras su matrimonio, en 1645, emprendió lo que sería una brillante carrera que le convirtió poco a poco en el pintor más famoso y solicitado de Sevilla. El único viaje que se le conoce está documentado en 1658, cuando Murillo estuvo en Madrid durante varios meses. Es de suponer que durante su estancia en la corte mantuviera contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuviera acceso a la colección de cuadros del Palacio Real, magnífico objeto de estudio para todos los artistas que pasaban por la corte. A pesar de las escasas referencias documentales sobre sus años de madurez, sabemos que disfrutó de una vida cómoda, que le permitió mantener un alto nivel de vida y tener varios aprendices. El hecho de que se convirtiera en el principal pintor de la ciudad, superando incluso a Zurbarán en fama, motivó su deseo de elevar el nivel artístico de la pintura local.

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