DELACROIX Eugène (1798-1863). L.A.S. "Eugène Delacroix", "à la maison des gardes…
Descripción

DELACROIX Eugène (1798-1863).

L.A.S. "Eugène Delacroix", "à la maison des gardes de la forêt de Boixe" 9 "novembre" [para octubre] de 1818, a Achille PIRON, "Employé de l'administration des Postes, Hôtel des Postes", en París; 3 páginas en-4, dirección (dirección tachada con algunas corrosiones de tinta). Hermosa y larga carta durante una estancia con su hermana Henriette de Verninac en la Charente, donde se dedica a la caza. "Debes sorprenderte, mi querido Achille, de mi falta de precisión en el cumplimiento de mis promesas. [...] Me he encontrado aquí en medio de una vida completamente nueva y salvaje que me ha distraído tanto de mis promesas a mis amigos como de los planes que había formado para utilizar el tiempo que iba a pasar aquí. Los días pasan con tal rapidez cuando uno se encuentra fuera del círculo de las ocupaciones habituales, que apenas se nota su duración. Hace ya un mes que dejé París y creo que sigo en el coche: un mes más y volveré a la ciudad eterna: eterna de la caca, eterna de la duración y a menudo del aburrimiento. No creo, sin embargo, que cuando llegue el momento de volver, lo vea de nuevo con alguna dificultad. Hay muchas cosas que nada puede sustituir, en medio de las animadas diversiones del campo. Además, el trabajo es un placer para mí y lo encontraré en París con gran felicidad. Aquí no tengo el placer de bañarme [...] Como recompensa cazo casi todo lo que el tiempo me permite. Cuando el día promete ser hermoso me despiertan justo cuando está a punto de amanecer. El sol que sale frente a mi ventana me envía sus primeros rayos cuando he tenido la pereza de esperarlos. Salgo para mis rondas; a veces en vastos claros, a veces en matorrales donde el día no penetra. A veces salgo a los viñedos de los alrededores, y hay que decir que han sido el escenario de mis mayores hazañas hasta ahora. Como ciudadano de una gran ciudad en la que sólo se vive en las veladas brillantes, las visitas y los espectáculos, representaros una casita blanca de poca apariencia, contigua a unos cuantos graneros y rodeada de un recinto amurallado; en el centro de un inmenso bosque que tiene en su mayor diámetro dos leguas de posta; éste es mi retiro, cuyo interior es tan cómodo y agradable como su exterior es sencillo. [...] Después de la cena salimos todos a dar un paseo que uno llamaría un viaje a su país, sibaritas, y siempre con nuestros rifles al hombro: porque todas las tardes, cuando regresamos, oímos a los lobos aullar desde los valles de la colina del bosque y se responden como hombres moribundos. Así es la vida que llevo desde hace un mes, sin siquiera darme cuenta de que estoy viviendo. Una hora lleva lentamente a la siguiente, los días pasan imperceptiblemente y se devoran unos a otros. Me entristece pensar que todo esto hace a la vida y que cuando todos los días sean absorbidos, será como si no hubieran sido. Me encuentro ganando años sin ganar fuerza. Las mil ideas que han estado en mi cabeza desde que estábamos juntos en el colegio, todos esos proyectos vanos que me han mantenido seriamente ocupado, están con los años pasados. [...] te das cuenta de que para ser un hombre que se pasa la vida divirtiéndose, apenas me divierto cuando hablo de ello. Es que me enfurece ver que, aunque uno vea llegar lo que había esperado con tanta impaciencia, se sorprenda al ver que sólo es esto; es que aún me enfurece pensar que, pasado este tiempo, uno se diga a sí mismo con rabia, por qué no lo disfrutó más. Por lo tanto, debemos resignarnos a la angustiosa idea de que al hombre más feliz de la tierra siempre le falta algo. [...] Quiero que esta carta te llegue cuando vuelvas de la ópera a las doce menos cuarto de la noche, tocando la campana del ayuntamiento; cuando tu cabeza esté cansada del sonido y tus ojos de las luces y del rojo de las bailarinas, cuando, dispuesta a acostarte para levantarte a las nueve, bendigas mi opio y empieces en mi carta un sueño feliz que te recuerde a tu amiga bella o ausente. Adiós. Voy a ir mientras espero la cena a disparar a unos cuantos polluelos que ciertamente no valen mi pólvora [...] viven, cantan en este momento y esta noche ya no estarán. El Eclesiastés tiene razón: Vanitas vanitatum"... Piron anotó en la parte superior de la carta que había respondido el 15 de octubre. Lettres intimes (XII, p. 62, mal fechada).

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