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Descripción

MATEO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ (Béjar, 1884-Meudon, 1949). "Paloma". Escultura en estuco patinado. Firmada al dorso. Medidas: 21 x 29 x 16 cm. El estilo de Mateo Hernández se caracterizó por la elección de formas simplificadas y elegantes, con minuciosa atención a las partes del cuerpo (plumaje, anatomía, garras, expresión facial) pero sintetizándolas en volúmenes compactos que dan vida a un amplio repertorio animal. En el caso de la "paloma", símbolo universal de paz y pureza, en su representación esencial buscó plasmar la delicadeza con una morfología sintética pero realista. Invirtió en ella su técnica de talla directa, una práctica en la que el artista trabaja directamente sobre la piedra sin utilizar modelos previos de arcilla. El género animalista le valió a Mateo Hernández el reconocimiento internacional. Cabe destacar que esta es una oportunidad como pocas para adquirir una obra de Mateo Hernández, ya que su obra raramente sale al mercado. Mateo Hernández fue un escultor español, reconocido fuera de España, principalmente en Francia, gracias a su manejo de la "talla directa". Nació en el seno de una familia de canteros. En Salamanca obtuvo, probablemente por intervención de Miguel de Unamuno, una beca de la Diputación de Salamanca para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Pronto viaja a París, donde entra en contacto con la bohemia y comienza a trabajar con la talla directa sobre bloques de piedra. Su tema favorito son los animales, dada su especial psicología en el trato con ellos. En 1920, en el Salón de Otoño de París, llama la atención con varias de sus obras. Su Pantera fue vendida al barón de Rothschild por 60.000 francos -un precio exorbitante para la época-, lo que le abrió las puertas de la fama y el reconocimiento. Comenzaba así un periodo en el que el artista podría trabajar con mayor libertad económica y confianza. A finales de 1923 adquirió un bloque de diorita de dos metros de largo y durante más de dos años trabajó en una de sus obras más conocidas, La pantera de Java, más tarde llamada Pantera Kerrigan, que actualmente se encuentra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, aunque no está expuesta al público. La obra se expondrá en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París de 1925. Con ella gana el Gran Premio de Escultura y su consolidación como escultor. En torno a los años de la Exposición Internacional de 1925, realiza extraordinarias esculturas de arte animal como La grulla coronada, expuesta en el Museo de Béjar o El águila real (esquisto), o bustos: Eugenio Pérez de Tudela y Miguel Ángel Asturias. Desde 1928, año en que se instala en Meudon, hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pasa unos años caracterizados por su consagración definitiva como escultor. En la extensa finca de Meudon, el escultor iba a crear sus obras más grandes, la escultura monumental con la que soñaba desde hacía años. El Musée des Arts Décoratifs le dedica una exposición entre febrero y marzo del año 28, que representa el reconocimiento oficial de su obra, que será sancionada con la concesión en 1930, por el Presidente de la República Francesa, de la Legión de Honor. La exposición, rara vez dedicada a un artista no nacido en Francia, consiguió reunir una gran variedad de obras. El catálogo estaba prologado por René-Jean, un crítico de arte que había seguido su obra desde sus primeras exposiciones. Años más tarde, con la exposición celebrada en Nueva York, su obra adquirió resonancia universal. Aunque inicialmente las obras estaban destinadas al actual Museo Reina Sofía, finalmente el Estado las cedió en depósito a la ciudad de Béjar, donde se exponen medio centenar de piezas en el Museo Mateo Hernández, ubicado en el antiguo Hospital de San Gil. En Béjar, una calle lleva su nombre.

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MATEO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ (Béjar, 1884-Meudon, 1949). "Paloma". Escultura en estuco patinado. Firmada al dorso. Medidas: 21 x 29 x 16 cm. El estilo de Mateo Hernández se caracterizó por la elección de formas simplificadas y elegantes, con minuciosa atención a las partes del cuerpo (plumaje, anatomía, garras, expresión facial) pero sintetizándolas en volúmenes compactos que dan vida a un amplio repertorio animal. En el caso de la "paloma", símbolo universal de paz y pureza, en su representación esencial buscó plasmar la delicadeza con una morfología sintética pero realista. Invirtió en ella su técnica de talla directa, una práctica en la que el artista trabaja directamente sobre la piedra sin utilizar modelos previos de arcilla. El género animalista le valió a Mateo Hernández el reconocimiento internacional. Cabe destacar que esta es una oportunidad como pocas para adquirir una obra de Mateo Hernández, ya que su obra raramente sale al mercado. Mateo Hernández fue un escultor español, reconocido fuera de España, principalmente en Francia, gracias a su manejo de la "talla directa". Nació en el seno de una familia de canteros. En Salamanca obtuvo, probablemente por intervención de Miguel de Unamuno, una beca de la Diputación de Salamanca para estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Pronto viaja a París, donde entra en contacto con la bohemia y comienza a trabajar con la talla directa sobre bloques de piedra. Su tema favorito son los animales, dada su especial psicología en el trato con ellos. En 1920, en el Salón de Otoño de París, llama la atención con varias de sus obras. Su Pantera fue vendida al barón de Rothschild por 60.000 francos -un precio exorbitante para la época-, lo que le abrió las puertas de la fama y el reconocimiento. Comenzaba así un periodo en el que el artista podría trabajar con mayor libertad económica y confianza. A finales de 1923 adquirió un bloque de diorita de dos metros de largo y durante más de dos años trabajó en una de sus obras más conocidas, La pantera de Java, más tarde llamada Pantera Kerrigan, que actualmente se encuentra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, aunque no está expuesta al público. La obra se expondrá en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París de 1925. Con ella gana el Gran Premio de Escultura y su consolidación como escultor. En torno a los años de la Exposición Internacional de 1925, realiza extraordinarias esculturas de arte animal como La grulla coronada, expuesta en el Museo de Béjar o El águila real (esquisto), o bustos: Eugenio Pérez de Tudela y Miguel Ángel Asturias. Desde 1928, año en que se instala en Meudon, hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pasa unos años caracterizados por su consagración definitiva como escultor. En la extensa finca de Meudon, el escultor iba a crear sus obras más grandes, la escultura monumental con la que soñaba desde hacía años. El Musée des Arts Décoratifs le dedica una exposición entre febrero y marzo del año 28, que representa el reconocimiento oficial de su obra, que será sancionada con la concesión en 1930, por el Presidente de la República Francesa, de la Legión de Honor. La exposición, rara vez dedicada a un artista no nacido en Francia, consiguió reunir una gran variedad de obras. El catálogo estaba prologado por René-Jean, un crítico de arte que había seguido su obra desde sus primeras exposiciones. Años más tarde, con la exposición celebrada en Nueva York, su obra adquirió resonancia universal. Aunque inicialmente las obras estaban destinadas al actual Museo Reina Sofía, finalmente el Estado las cedió en depósito a la ciudad de Béjar, donde se exponen medio centenar de piezas en el Museo Mateo Hernández, ubicado en el antiguo Hospital de San Gil. En Béjar, una calle lleva su nombre.

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