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Descripción

Sagrada Familia José con María y el niño Jesús en un paisaje nocturno de verano, ligeramente empastado, pintura religiosa de género barroco, óleo sobre lienzo, siglo XVIII, sin firmar, craquelado, antiguo reentelado y retocado, necesita restauración, enmarcado en ancha moldura moderna dorada en segundo uso, dimensiones del rebajo aprox. 55 x 68 cm.

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Sagrada Familia José con María y el niño Jesús en un paisaje nocturno de verano, ligeramente empastado, pintura religiosa de género barroco, óleo sobre lienzo, siglo XVIII, sin firmar, craquelado, antiguo reentelado y retocado, necesita restauración, enmarcado en ancha moldura moderna dorada en segundo uso, dimensiones del rebajo aprox. 55 x 68 cm.

Valoración 480 - 720 EUR
Precio de salida 480 EUR

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Atribuido a BARTHOLOMEUS SPRANGER (Amberes, 1546 - Praga, 1611). "Sagrada Familia". Óleo sobre cobre. Tiene un marco de hueso y lapislázuli con soporte de hierro. Medidas: 30 x 24,5 cm; 37,5 x 31 cm (marco). La Virgen y el Niño, San José y San Juan forman un grupo cerrado e íntimo en esta pintura barroca. Los gestos y ademanes convergen hacia el centro de la escena, donde Jesús está de pie con un libro abierto, señalando una de las páginas bajo la atenta mirada de su primo. La figura de San José está en segundo plano, pero aun así, su monumentalidad refleja su relevancia tanto en la imagen como en el retrato bíblico. La luz también ejerce un efecto intenso sobre la maternidad, de modo que los tonos de la carne de María y Jesús son casi nacarados, mientras que los de los demás rostros son más atezados. Destaca el naturalismo impreso en las expresiones y vestimentas: las pieles envejecidas de unos, mientras que otros se caracterizan por su viva frescura. Asimismo, los tejidos combinan la suavidad de la seda con la aspereza de las telas bastas. Todo un juego de calidades que aumenta la suntuosidad con la que el autor ha inmortalizado esta escena, a la que añade la presencia de una procesión de ángeles con alas y vestiduras de colores. La escena abandona el pesebre del relato bíblico para habitar una arquitectura clásica de gran monumentalidad que armoniza con la rotundidad de las figuras. Estilísticamente la obra se aproxima a la pintura de Bartholomeus Spranger de hecho existe un grabado posterior de Jan Sadeler I en el que se recoge este mismo modelo de Bartholomeus Spranger. Pintor, dibujante, escultor y grabador flamenco. Trabajó en Praga como artista de la corte del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Rodolfo II, y respondió a las preferencias estéticas de su mecenas desarrollando una versión del estilo artístico conocido como Manierismo Septentrional. El estilo de Spranger, que combinaba elementos de la pintura neerlandesa e influencias italianas, sobre todo de los manieristas romanos, ejerció una gran influencia sobre otros artistas en Praga y en otros lugares, especialmente en la República Holandesa, ya que sus pinturas se difundieron ampliamente a través de grabados y de artistas que habían trabajado con él, como Karel van Mander. En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más cercanos del Niño Jesús, es decir, la madre y la abuela o la madre y el padre nutricio. En ambos casos, tanto si es Santa Ana como San José quien aparece, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. Sin embargo, las dificultades son menores. Ya no se trata de un Dios único en tres personas cuya unidad esencial debe expresarse al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados con forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomorfo difícil de amalgamar con dos figuras antropomorfas. Por otra parte, esta iconografía era tradicionalmente, hasta la Contrarreforma, una representación de la Virgen con el Niño a la que se añadía la figura de San José en primer plano. No fue hasta las reformas de Trento cuando San José comenzó a ocupar el centro del escenario como protector y guía del Niño Jesús. Tiene un marco de hueso y lapislázuli con soporte de hierro.