Null AURELIO ARTETA ERRASTI - Juan Sebastián Elcano 21x27 cm
Descripción

AURELIO ARTETA ERRASTI - Juan Sebastián Elcano 21x27 cm

49 

AURELIO ARTETA ERRASTI - Juan Sebastián Elcano 21x27 cm

Las pujas estan cerradas para este lote. Ver los resultados

Podría interesarle

EDUARDO CHILLIDA JUANTEGUI (San Sebastián, 1924 - 2002). "San Juan de la Cruz". Artika, Museo Chillida-Leku, Planeta, 2007. Ejemplar 714/988. Con reproducciones a tamaño natural de 32 dibujos y gravitaciones de su obra gráfica. Estuche de hierro. Presenta marcas de uso, desgaste y algún desperfecto lateral en la cubierta. Medidas: 39 x 31 x 4 cm (libro); 50 x 39 x 18 cm (caja). No es de extrañar que el "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz fuera uno de los libros de cabecera de Chillida, dado que la filosofía, la espiritualidad y el misticismo llenan su obra. Este volumen reúne dos de las grandes pasiones del artista vasco: los poemas místicos de San Juan de la Cruz y el arte. Una joya irrepetible que funde ambas en perfecta armonía, combinando la poesía con la reproducción de 32 dibujos y gravitaciones de Chillida, acompañados de 16 citas manuscritas, íntimas y personales, sobre arte y espiritualidad. Chillida se formó en Madrid y París, y celebró su primera exposición en la capital francesa en 1950. A lo largo de su vida recibió numerosos premios y galardones, entre ellos el Premio Carnegie, el Premio Rembrandt, el Premio Fundación Wolf de las Artes y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. También fue académico de San Fernando, y miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, Honorario de la Real Academia de las Artes de Londres y de la Orden Imperial de Japón, y recibió la Gran Cruz al Mérito Humanitario de la Institución del mismo nombre en Barcelona. Además de su Museo Chillida-Leku de Hernani, está representado en museos y colecciones de todo el mundo, como el Guggenheim de Bilbao, el MOMA de Nueva York, el Reina Sofía de Madrid, la Tate Gallery de Londres y la Neue Nationalgalerie de Berlín.

Escuela sevillana; finales del siglo XVII. "Muerte y glorificación de Santa Catalina de Siena". Óleo sobre lienzo. Redibujado. Presenta faltas y restauraciones. Medidas: 107 x 181 cm; 127 x 207 cm (marco). Concebida de manera clásica y tradicional, el autor de esta obra muestra la procesión religiosa en torno a Santa Catalina de Siena que se encuentra en el lecho con el crucifijo sobre el pecho. La multitud de figuras están dispuestas por el artista en forma de friso para facilitar la lectura, pero para facilitar la comprensión de la imagen, el artista también hace uso de los colores, combinando colores fríos a la izquierda y cálidos a la derecha. Esta elección no es sólo técnica, sino también simbólica, ya que el artista utiliza la gama de grises y negros para representar a los religiosos que forman parte de la vida terrenal y los colores vivos para el cortejo celestial formado por los santos mártires y protagonizado por la presencia de Jesús y la Virgen, que extienden sus brazos para acoger al santo en la vida eterna. La intención de estas obras era conmover al público, fomentar los actos piadosos y, al mismo tiempo, perpetuar la memoria de un referente de santidad, creando así toda una tradición histórica. Nacida en Siena hacia 1347, hizo voto de virginidad a los siete años. Como su madre quería casarla, se rapó la cabeza. Recibida en la Tercera Orden de Santo Domingo a los dieciséis años, llevó una vida ascética en el convento que arruinó su frágil salud. Sentía especial devoción por Santa Inés de Montepulciano. Según la leyenda, cuando Catalina visitó la tumba de Santa Inés y se inclinó sobre el cuerpo de la santa para besarle el pie, ésta lo levantó hasta la altura de sus labios. Fue glorificada por haber ayudado a traer a Roma al Papa Gregorio XI desde Aviñón. Con ocasión del Cisma de Occidente, se puso del lado de Urbano VI. Murió en Roma en 1380 y fue canonizada en 1461. El siglo XVII vio la llegada del Barroco a la escuela sevillana, con el triunfo del naturalismo sobre el idealismo manierista, un estilo suelto y muchas otras libertades estéticas. En esta época la escuela alcanza su máximo esplendor, tanto por la calidad de sus obras como por la condición primordial de la pintura barroca sevillana. Así, en la transición al Barroco encontramos a Juan del Castillo, Antonio Mohedano y Francisco Herrera el Viejo, cuyas obras ya muestran la pincelada rápida y el crudo realismo del estilo, y a Juan de Roelas, que introduce el colorismo veneciano. A mediados de siglo se produce la plenitud del periodo, con figuras como Zurbarán, un joven Alonso Cano y Velázquez. Finalmente, en el último tercio del siglo encontramos a Murillo y Valdés Leal, fundadores en 1660 de una Academia en la que se formaron muchos de los pintores activos durante el primer cuarto del siglo XVIII, como Meneses Osorio, Sebastián Gómez, Lucas Valdés y otros.