Null Círculo de Enoch Seeman,
polaco/inglés 1689/90-1745-

Retrato de un caballe…
Descripción

Círculo de Enoch Seeman, polaco/inglés 1689/90-1745- Retrato de un caballero, sentado de medio cuerpo, con chaqueta color bronce y camisa blanca, en un óvalo fingido; óleo sobre lienzo, 72,7 x 59,6 cm. Procedencia: Colección privada, Reino Unido. Nota: Seeman fue un destacado y prolífico retratista que, como pintor de la corte de la familia real británica, retrató a personajes como Jorge II (1683-1760) y la reina Carolina de Ansbach (1683-1737). La presente obra fue probablemente pintada por un artista familiarizado con los retratos de Seeman, y recuerda obras como el "Retrato de un caballero, probablemente el Honorable Montague Blundell" de Seeman, ofrecido por Christie's, Londres, el 29 de noviembre de 2023 (lote 131).

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Círculo de Enoch Seeman, polaco/inglés 1689/90-1745- Retrato de un caballero, sentado de medio cuerpo, con chaqueta color bronce y camisa blanca, en un óvalo fingido; óleo sobre lienzo, 72,7 x 59,6 cm. Procedencia: Colección privada, Reino Unido. Nota: Seeman fue un destacado y prolífico retratista que, como pintor de la corte de la familia real británica, retrató a personajes como Jorge II (1683-1760) y la reina Carolina de Ansbach (1683-1737). La presente obra fue probablemente pintada por un artista familiarizado con los retratos de Seeman, y recuerda obras como el "Retrato de un caballero, probablemente el Honorable Montague Blundell" de Seeman, ofrecido por Christie's, Londres, el 29 de noviembre de 2023 (lote 131).

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Escuela francesa; siglo XVIII. "Busto de caballero. Óleo sobre lienzo. Repintado. Tiene repintes y restauraciones. Tiene un marco con una rotura en la esquina superior. Medidas: 60,5 x 50 cm; 79,5 x 70,5 cm (marco). En el presente lienzo nos encontramos ante la representación de un joven de baja condición social, cuyo expresivo rostro se convierte en el centro absoluto de la imagen, un retrato de gran profundidad psicológica trabajado mediante una excepcional técnica de herencia naturalista. La entonación general, muy contenida y cálida, revela también una gran sobriedad; gira en torno a tonos terrosos y ocres, puntuados por toques de blanco muy matizados. La iluminación, por su parte, no es tan contrastada como en el naturalismo caravaggista y, aunque tiene una gran importancia formal, se evitan los contrastes excesivos. No obstante, es un elemento clave en el modelado del rostro y sus detalles, El retrato se convirtió en el género principal por excelencia de la pintura francesa como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se establecieron en el mundo occidental durante este siglo, encarnando la máxima expresión de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela surgida entre la nobleza y la alta burguesía adinerada, que iban a tomar las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales daban preferencia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y los incipientes coleccionistas fomentaban la profusión de cuadros de género, los retratos eran muy solicitados en las pinturas destinadas al ámbito más privado, como reflejo del valor del individuo en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para ser disfrutada en la intimidad de un estudio, en el calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo las principales estancias de la casa.

Escuela inglesa; hacia 1700. "Retrato de un Caballero de la Orden de la Jarretera". Óleo sobre lienzo. Revestido. Presenta faltas en el marco. Medidas: 63 x 48 cm; 79 x 64 cm (marco). Retrato de caballero que presenta el busto de un joven con peluca. El hombre, como es habitual en la pintura de retrato de la época, se inscribe sobre un fondo neutro de tonalidad ocre sobre el que destaca el azul plomo irisado de la ropa y el rostro níveo de mejillas sonrosadas del protagonista. Son estos toques de blanco los que convierten el rostro en el foco principal de la iluminación de la pieza. Un recurso con el que el autor potencia la corporeidad de la figura, que se monumentaliza con la oscuridad y el volumen de la propia peluca. La posición del cuerpo, erguido y con la espalda recta, combina un aire regio y de distinguida autoridad. La composición muestra una gran habilidad en el dibujo, que gana protagonismo al color. Ejemplo de ello es el uso de una paleta medida, sin grandes estridencias, en la que el autor ha buscado el equilibrio entre las distintas tonalidades. Otro rasgo común, típico de los retratos de esta época, y que se refleja en esta obra en particular, es el interés por captar la realidad, reflejando con veracidad los rasgos del protagonista, pero sin dejar de lado la idealización, por lo que vemos una efigie de formas suaves, redondeadas y amables. El joven va vestido a la moda y las calidades de las telas son fielmente retratadas por el artista. La delicadeza del dibujo, la composición y el estilo acercan la obra a la estética de la escuela inglesa. Concretamente a la pintura de la artista Mary Beale (1633-1699). Pintora profesional desde mediados de la década de 1650, Mary Beale pintó numerosos retratos, sobre todo de su familia y amigos, entre ellos destacados eclesiásticos. La amistad de su padre con el artista Sir Peter Lely, que sustituyó a Van Dyck como pintor de la corte, fomentó la amistad entre el pintor real y Mary, que copió muchos de sus cuadros como parte indispensable de su formación, en gran parte autodidacta. Fue este ejercicio el que la llevó a ser elogiada por el propio Peter Lely. Muchos detalles de su ajetreada vida profesional están recogidos en los cuadernos de su marido, que era su ayudante de taller. Presenta defectos en el encuadre.