Manera/Círculo de Alonso Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1490 - Toledo 15…
Descripción

Manera/Círculo de Alonso Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1490 - Toledo 1561) - Techo decorativo manierista con policromía y dorados originales, S. XVI Medidas: 75 x 32 cm. colección particular, Barcelona.

381 

Manera/Círculo de Alonso Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1490 - Toledo 1561) - Techo decorativo manierista con policromía y dorados originales, S. XVI Medidas: 75 x 32 cm. colección particular, Barcelona.

Las pujas estan cerradas para este lote. Ver los resultados

Podría interesarle

BENJAMIN PALENCIA (Barrax, Albacete, 1894 - Madrid, 1980). Sin título, 1948. Acuarela y tinta sobre papel. Firmado en la esquina inferior derecha. Procedencia: Galería Ignacio Lassaletta. Certificado adjunto Medidas: 34 x 25 cm,; 65 x 56 cm. Fundador de la Escuela de Vallecas junto al escultor Alberto Sánchez, Benjamín Palencia fue uno de los más importantes herederos de la poética del paisaje castellano propia de la Generación del 98. Con sólo quince años Palencia abandona su pueblo natal y se instala en Madrid para desarrollar su formación a través de sus frecuentes visitas al Museo del Prado, ya que siempre rechazó las enseñanzas oficiales de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1925 participa en la Exposición de Artistas Ibéricos celebrada en el Palacio del Retiro de Madrid, y en 1926 viaja por primera vez a París. Allí conoce a Picasso, Gargallo y Miró y entra en contacto con la técnica del collage, que más tarde aplicará a su obra, incorporando nuevos materiales como la arena o la ceniza. Será a partir de esta estancia parisina cuando la obra de Palencia adquiera un tono surrealista, evidenciado en una cada vez mayor libertad expresiva que alcanzará su plenitud en su periodo de madurez. A su regreso a Madrid funda la Escuela de Vallecas (1927), y debuta individualmente en el Museo de Arte Moderno (1928). Palencia irá abandonando los bodegones para retomar el paisaje castellano, plasmándolo a través de una magnífica síntesis entre tradición y vanguardia. Esta personal estética del paisaje alcanzará su culminación en la Escuela de Vallecas y, tras una brillante incursión surrealista a principios de los años treinta, al estallar la Guerra Civil Palencia permanece en Madrid, sufriendo como sus compañeros de generación un periodo de profunda crisis. Tras la guerra, entre 1939 y 1940 su pintura da un giro radical; abandona las influencias cubistas y abstractas e incluso los aspectos surrealistas, en busca de un arte de fuerte impacto cromático, vinculado al fauvismo. Centrado en su labor como paisajista, en 1942 Palencia retoma la experiencia de la Escuela de Vallecas junto a los jóvenes pintores Álvar Delgado, Carlos Pascual de Lara, Gregorio del Olmo, Enrique Núñez Casteló y Francisco San José. Su obra recogerá imágenes del campo castellano y de sus campesinos y animales; su pintura se convierte en testimonio de lo rudo, lo tosco y lo rural, de la sutil expresividad de la sobriedad castellana. Ya plenamente consolidado, en 1943 obtiene la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes y en 1944 es seleccionado para participar en el Salón de los Once de Eugenio D'Ors en Madrid. Al año siguiente se le concede la medalla de honor de la Exposición Nacional, aunque renuncia a ella para facilitar su concesión a José Gutiérrez Solana, fallecido pocos días antes del fallo del jurado. A partir de esta década, sus exposiciones en centros de arte y galerías como el Círculo de Bellas Artes de Madrid o la galería Estilo, y en 1946 vuelve a ser seleccionado para el Salón de los Once. También comenzó a participar en exposiciones internacionales, como las de Arte Español Contemporáneo celebradas en 1947 en Buenos Aires, Río de Janeiro y Sao Paulo. También obtuvo el Gran Premio de la Bienal Hispanoamericana de Madrid (1951) y expuso en el Museo de Arte Moderno de París (1951), la Bienal de Venecia (1956), el Palacio de la Princesa de Paravinci de Roma (1965), etc. En 1973 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y en 1978 ingresó en la Academia de San Jorge de Barcelona. Ese mismo año se le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Benjamín Palencia está representado actualmente en el Museo Nacional Reina Sofía, en el Patio Herreriano de Valladolid y en los Museos de Bellas Artes de Valencia y Albacete, entre otros muchos.

MARIA ANTONIA DANS BOADO (Oza dos Ríos, A Coruña, 1922 - Madrid, 1988). "Labradora". Cera sobre papel. Firmado en el margen inferior. Medidas: 50 x 70 cm; 74 x 94 cm (marco). Con una estética cercana al arte naïff, María Antonia Dans sitúa a la campesina en un paisaje estratificado en diferentes franjas cromáticas que separan el cielo, la montaña y el campo sembrado. Ardientes tonos cerúleos se combinan con toques de siena y trigo. Dans actualiza aquí el legado "fauve" con un estilo propio e identificable. María Antonia Dans inició su formación artística en el taller de Dolores Díaz Baliño y en la Escuela de Artes y Oficios de Oza dos Ríos (A Coruña). A principios de los años 50 se trasladó a Madrid, donde continuó sus estudios y vivió el resto de su vida, asistiendo a clases en el Círculo de Bellas Artes y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En esta ciudad conoció también a Benjamín Palencia, que (junto con Daniel Vázquez Díaz), serían sus principales influencias. Destacó por un estilo a veces calificado de "naif" que, en realidad, se acerca más a un neoexpresionismo de raíces deliberadamente ingenuas, en el que es muy particular la influencia del bordado popular de su región de origen. Entre sus temas, cabe destacar los paisajes, elementales con algún mosaico a menudo, y los temas relacionados con las labores agrícolas en el campo o el mar, muy frecuentes en su trayectoria. Su obra se ha podido ver tanto en Madrid como en A Coruña, pero también en París (donde recibió la Medalla de la ciudad) y en otras ciudades, y se conserva en diversas colecciones privadas e instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, en prácticamente todos los museos de arte contemporáneo de Galicia (y en los de varias provincias españolas), etc.

BENJAMÍN PALENCIA (Barrax, Albacete, 1894 - Madrid, 1980). "Payaso". 1948. Tinta sobre papel. Firmado y fechado en la esquina inferior derecha. Obra verificada por Ramón Palencia Medidas: 44 x 28 cm. Fundador de la Escuela de Vallecas junto al escultor Alberto Sánchez, Benjamín Palencia fue uno de los más importantes herederos de la poética del paisaje castellano propia de la Generación del 98. Con sólo quince años, Palencia abandonó su pueblo natal y se instaló en Madrid para desarrollar su formación a través de sus frecuentes visitas al Museo del Prado, ya que siempre rechazó las enseñanzas oficiales de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1925 participó en la Exposición de Artistas Ibéricos celebrada en el Palacio del Retiro de Madrid, y en 1926 viajó por primera vez a París. Allí conoce a Picasso, Gargallo y Miró y entra en contacto con la técnica del collage, que más tarde aplicará a su obra, incorporando nuevos materiales como la arena y la ceniza. Fue durante esta estancia parisina cuando la obra de Palencia adquirió un tono surrealista, manifestado en una libertad expresiva cada vez mayor que alcanzó su punto álgido en su etapa de madurez. A su regreso a Madrid funda la Escuela de Vallecas (1927) y debuta individualmente en el Museo de Arte Moderno (1928). Palencia fue abandonando las naturalezas muertas en favor de los paisajes castellanos. Esta personal estética paisajística alcanzó su culminación en la Escuela de Vallecas y, tras una brillante incursión surrealista a principios de los años treinta, al estallar la Guerra Civil Palencia permaneció en Madrid y, como sus compañeros de generación, atravesó un periodo de profunda crisis. Finalizada la guerra, entre 1939 y 1940 su pintura dio un giro radical; abandonó las influencias cubistas en busca de un arte de fuerte impacto cromático. Centrado en su labor como paisajista, en 1942 Palencia retoma la experiencia de la Escuela de Vallecas junto a los jóvenes pintores Álvar Delgado, Carlos Pascual de Lara, Gregorio del Olmo, Enrique Núñez Casteló y Francisco San José. Su obra incluiría imágenes del campo castellano y de sus campesinos y animales; una vez plenamente consolidado, en 1943 obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes y en 1944 fue seleccionado para participar en el Salón de los Once de Eugenio D'Ors en Madrid. Al año siguiente obtuvo la medalla de honor de la Exposición Nacional, aunque renunció a ella para facilitar su concesión a José Gutiérrez Solana, fallecido pocos días antes del fallo del jurado. A partir de esta década expone en centros de arte y galerías como el Círculo de Bellas Artes de Madrid y la galería Estilo, y en 1946 es seleccionado de nuevo para el Salón de los Once. También comienza a participar en exposiciones internacionales, como la de Arte Español Contemporáneo celebrada en Buenos Aires en 1947.

Atribuido al Maestro JUAN TEJERINA, siglo XVI. "Los esponsales de la Virgen y San José". Óleo sobre tabla. Tiene un marco del siglo XX siguiendo modelos del siglo XV. Medidas. 75 x 53 cm; 95 x 58 cm (marco). En plena transición entre los estilos gótico y renacentista, esta obra nos muestra el conocimiento del autor de las nuevas corrientes humanistas. Esto se refleja en la forma de componer el espacio, ya que la escena se organiza a través de un punto de fuga basado en la mirada del espectador. La simetría, habitual en esta imagen de larga tradición artística, y el uso de contraposados, movimientos y pliegues de los ropajes alejan la obra del estilo hierático típico del periodo gótico, aunque es cierto que ciertas figuras recuerdan a ese periodo. El panel representa un tema especialmente popular en la Baja Edad Media, aunque su fuente textual no se encuentra en los textos bíblicos canónicos, sino en diversos relatos apócrifos. Se trata de los esponsales de la Virgen María con el anciano San José. Desde los siglos XII y XIII hasta el final del periodo gótico, María adquirió importancia como símbolo de la Iglesia y de sus fieles, pero también como figura cada vez más cercana y humana, como madre que intercede por sus hijos terrenales, la humanidad, ante su Hijo celestial, Cristo, en busca de su perdón. En consonancia con esta creciente importancia, también aumentó el interés por su vida, los acontecimientos que marcaron su existencia terrena y su destino tras su muerte. Numerosas obras devocionales y místicas, en muchos casos inspiradas en los antiguos textos apócrifos escritos en los primeros siglos del cristianismo, se apresuraron a llenar las lagunas dejadas por los evangelistas, relatando con detalle episodios de su infancia y juventud. En el caso de su matrimonio con San José, las fuentes ponen especial cuidado en subrayar el carácter milagroso de este matrimonio, señalando que el pretendiente fue elegido entre todos los hombres justos y honorables de Jerusalén, tanto solteros como viudos, gracias a una señal divina. Las características estilísticas de la pieza nos acercan a la obra del maestro Juan Tejerina, cuya producción se desarrolló especialmente en la zona de Palencia. Seguidor de Juan de Flandes, su proximidad estética ha propiciado la atribución de las dos tablas de la Visitación de la Virgen a Santa Isabel y la Adoración de los Reyes, incluidas en la parte superior del retablo mayor de la catedral de Palencia. También se le atribuyen la Anunciación y la Natividad de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava.