Null [Florencia]. Brutus, Gian Michele. Historiae Florentinae libri octo. Veneci…
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[Florencia]. Brutus, Gian Michele. Historiae Florentinae libri octo. Venecia, 1764. En 4° (270 x 192 mm); [4], VII, [1], 448 páginas. Antirretrato alegórico grabado, frontispicio grabado con vista de Florencia. Encuadernación contemporánea en tapa dura con título manuscrito en lomo liso. Ejemplar fresco con púas. Rara reedición veneciana del siglo XVIII de esta historia de Florencia del Renacimiento.

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[Florencia]. Brutus, Gian Michele. Historiae Florentinae libri octo. Venecia, 1764. En 4° (270 x 192 mm); [4], VII, [1], 448 páginas. Antirretrato alegórico grabado, frontispicio grabado con vista de Florencia. Encuadernación contemporánea en tapa dura con título manuscrito en lomo liso. Ejemplar fresco con púas. Rara reedición veneciana del siglo XVIII de esta historia de Florencia del Renacimiento.

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MICHELE AMATO (Roma, siglo XX) Joven bailarina, años 60/'70 Escultura de bronce, h. cm. 63,5 Firma apócrifa "A. Martini" en la base BIBILIOGRAFÍA Fondazione Federico Zeri en línea, ficha nº 82077 En 1966, un anticuario romano, Michele Amato, comenzó a vender las terracotas de Arturo Martini procedentes de Anticoli, donde Amato poseía una bodega llena de bocetos y esculturas legadas a su padre por el propio Martini, que había permanecido en la zona en 1925. Amato, comerciante avispado y experimentado, vendió más de cien piezas en un año, cincuenta de las cuales fueron compradas por la Galería Marlborough de Roma. Sin embargo, el descubrimiento de un núcleo tan grande de obras inéditas atrajo las sospechas del crítico y anticuario Ettore Gian Ferrari, presidente del Sindicato Nacional de Marchantes de Arte Moderno, que en aquella época estaba comprometido en dos frentes: la cualificación profesional de los anticuarios mediante la institución de un registro y la promulgación de leyes de protección contra las falsificaciones. Mientras Gian Ferrari se ocupaba cautelosamente del caso, el mundo de la crítica de arte ya se había pronunciado a favor de la autografía de las estatuas de Anticoli. A partir de ese momento, la historia rozó la crónica judicial y se desarrolló a través de acusaciones de Gian Ferrari y demandas por difamación de los propietarios de las piezas. Los cinco juicios fallaron alternativamente a favor de las partes enfrentadas, hasta el último veredicto, que estableció que todas las esculturas de Anticoli vendidas por Amato eran falsificaciones. Sin embargo, los ánimos estaban lejos de calmarse y los defensores de ambos bandos empezaron a retarse en exposiciones: En 1979, Gian Ferrari organizó una en Milán titulada "Arturo Martini, comparación entre lo auténtico y lo falso"; en Roma, en respuesta, la Galería Marlborough organizó una exposición de las 56 esculturas de Anticoli, un éxito rotundo que fue aplaudido por los principales historiadores del arte y artistas de la época, desde Cesare Brandi a Maurizio Calvesi, pasando por Nello Ponente, Renato Guttuso y Fausto Melotti. Todos ellos coincidieron en que las obras eran auténticas. El caso parecía sin resolver; mientras tanto, Amato ya había muerto, llevándose sus secretos a la tumba. Finalmente, en los años ochenta, la viuda de Amato confesó, con cierto orgullo, toda la verdad. Había sido el anticuario quien había producido al menos un centenar de piezas a lo largo de los años: las había realizado con diligencia imitativa en el caso de las réplicas fieles al modelo, mientras que en otros casos había ideado nuevos temas al estilo de Martini, con verdadera habilidad y cierta inventiva desinhibida. La parte técnica había sido resuelta con exactitud, ya que Amato utilizaba maderas viejas y herramientas oxidadas, e inducía el color antiguo, típico de las piezas, con recursos sencillos como repetidos tintes de té y café dados toscamente en varias capas. Texto extraído de "Falsificaciones de arte auténtico, entre la vergüenza de los críticos y el orgullo de los falsificadores", de Valentina Casarotto, 2015.