Null Escuela lombarda; segundo tercio del siglo XVII.

"Martirio de San Pedro de…
Descripción

Escuela lombarda; segundo tercio del siglo XVII. "Martirio de San Pedro de Verona". Óleo sobre lienzo. Medidas: 222 x 157 cm. El dramatismo que se aprecia en el tratamiento del cielo y el juego cromático compuesto por tonos tornasolados que generan amplios contrastes indican que la obra pertenece posiblemente al segundo tercio del siglo XVII. La escena, concebida a partir de una composición sencilla y clara, representa el martirio de San Pedro de Verona. Estéticamente, la obra se aproxima a la pintura de Francesco Nuvolone (Milán, 1609-1662). La pintura milanesa revivió gracias a la colaboración local, vinculada al Renacimiento tardío lombardo, con artistas procedentes de otras localidades, especialmente Cremona, de donde era el padre de Carlo Francesco Nuvolone. La actividad de la Accademia Ambrosiana consolidó así un estilo particular e idiosincrásico. Se abandonó el interés por el manierismo en favor de un arte barroco con gran interés por captar el dinamismo, que en muchos casos abogaba por la narratividad. San Pedro de Verona (Italia, 1205-1252), mártir dominico nacido en el seno de una familia seguidora de la herejía cátara. A los dieciséis años, fascinado por las palabras de Santo Domingo de Guzmán, recibió de sus propias manos el hábito dominico. Al terminar su formación eclesiástica, Pedro fue nombrado predicador del Evangelio de Jesús a los cátaros italianos, tarea que desempeñó con piedad y austeridad, alcanzando gran fama en toda Italia. Un día, las santas mártires Inés, Cecilia y Catalina aparecieron en su celda y fue reprendido por haber violado la clausura al recibir mujeres en su celda. El santo no se defendió y reconoció que era un pecador y fue castigado. En la soledad de su castigo intensificó el estudio y la oración, y un día se desahogó ante un crucifijo, preguntando: "¿Qué mal he hecho, Señor, para verme como soy?". Entonces Cristo le consuela y le reconforta con estas palabras: "Y yo, Pedro, ¿qué mal he hecho?". Por fin triunfa la verdad y es nombrado Inquisidor General por el Papa Gregorio IX, lo que le permite continuar su labor evangelizadora en Roma, Florencia y Milán. Finalmente, fue asesinado mientras atravesaba el bosque de Barlassina de regreso a Milán. Su asesino le asestó un hachazo en la nuca y una puñalada en el pecho, armas que aparecen a menudo en las representaciones pictóricas del santo. El crimen fue urdido por el obispo hereje Daniele da Giussano, que había pagado al asesino 40 libras milanesas, haciendo de su muerte un eco de la de Cristo.

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Escuela lombarda; segundo tercio del siglo XVII. "Martirio de San Pedro de Verona". Óleo sobre lienzo. Medidas: 222 x 157 cm. El dramatismo que se aprecia en el tratamiento del cielo y el juego cromático compuesto por tonos tornasolados que generan amplios contrastes indican que la obra pertenece posiblemente al segundo tercio del siglo XVII. La escena, concebida a partir de una composición sencilla y clara, representa el martirio de San Pedro de Verona. Estéticamente, la obra se aproxima a la pintura de Francesco Nuvolone (Milán, 1609-1662). La pintura milanesa revivió gracias a la colaboración local, vinculada al Renacimiento tardío lombardo, con artistas procedentes de otras localidades, especialmente Cremona, de donde era el padre de Carlo Francesco Nuvolone. La actividad de la Accademia Ambrosiana consolidó así un estilo particular e idiosincrásico. Se abandonó el interés por el manierismo en favor de un arte barroco con gran interés por captar el dinamismo, que en muchos casos abogaba por la narratividad. San Pedro de Verona (Italia, 1205-1252), mártir dominico nacido en el seno de una familia seguidora de la herejía cátara. A los dieciséis años, fascinado por las palabras de Santo Domingo de Guzmán, recibió de sus propias manos el hábito dominico. Al terminar su formación eclesiástica, Pedro fue nombrado predicador del Evangelio de Jesús a los cátaros italianos, tarea que desempeñó con piedad y austeridad, alcanzando gran fama en toda Italia. Un día, las santas mártires Inés, Cecilia y Catalina aparecieron en su celda y fue reprendido por haber violado la clausura al recibir mujeres en su celda. El santo no se defendió y reconoció que era un pecador y fue castigado. En la soledad de su castigo intensificó el estudio y la oración, y un día se desahogó ante un crucifijo, preguntando: "¿Qué mal he hecho, Señor, para verme como soy?". Entonces Cristo le consuela y le reconforta con estas palabras: "Y yo, Pedro, ¿qué mal he hecho?". Por fin triunfa la verdad y es nombrado Inquisidor General por el Papa Gregorio IX, lo que le permite continuar su labor evangelizadora en Roma, Florencia y Milán. Finalmente, fue asesinado mientras atravesaba el bosque de Barlassina de regreso a Milán. Su asesino le asestó un hachazo en la nuca y una puñalada en el pecho, armas que aparecen a menudo en las representaciones pictóricas del santo. El crimen fue urdido por el obispo hereje Daniele da Giussano, que había pagado al asesino 40 libras milanesas, haciendo de su muerte un eco de la de Cristo.

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