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Descripción

Escuela italiana de la segunda mitad del siglo XVII. "La predicación de Jean-Baptiste". Óleo sobre lienzo. Revestido. Medidas: 90 x 63 cm; 109 x 81 cm (marco). En esta obra, el pintor narra un episodio bíblico: la predicación de San Juan Bautista en el desierto. Cuando el santo salió a predicar, eligió el desierto de Palestina, un lugar deshabitado al que acudían multitudes, como narra el Evangelio: "acudían a él multitudes de toda la región de Judea y de todos los habitantes de Jerusalén, y eran bautizados por él, confesando sus pecados" (Mc 1,5). Juan convirtió el desierto (que no era una llanura seca, sino una zona salvaje y deshabitada) en un hervidero de gente, que acudía de todas partes para escuchar su mensaje, confesar sus pecados y cambiar de vida. San Juan eligió este enclave precisamente porque era el mismo lugar donde el general Josué, siglos antes, había entrado con el pueblo de Israel para apoderarse de la Tierra Prometida e inaugurar una nueva era de esplendor (Jos. 4:13,19). Esta escena representa a San Juan Bautista predicando en el desierto de Palestina. Junto a él, se representa a los habitantes de Judea que acuden ante él para escucharle y bautizarse. Se representa a Juan Bautista con su bastón adornado con filacterias. Los discípulos y oyentes intercambian impresiones entre sí, mostrando diversas actitudes ante las palabras de Juan. La forma en que han sido retratadas las figuras, con su volumétrica musculatura y sus ropajes de inspiración clásica, nos acerca a los preceptos estéticos de la escuela italiana. Los Evangelios dicen de Juan el Bautista que era hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar una vida ascética y predicar la penitencia, y reconoció en Jesús, que fue bautizado por él, al Mesías anunciado por los profetas. Un año después del bautismo de Cristo, en el año 29, Juan fue arrestado y encarcelado por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, su sobrina y cuñada, se había atrevido a censurar. Finalmente San Juan fue decapitado, y su cabeza entregada a Salomé como recompensa por sus bellos bailes. Este santo aparece en el arte cristiano bajo dos aspectos diferentes: de niño, compañero de juegos de Jesús, y de adulto, predicador ascético. El San Juan adulto representado aquí está vestido en el arte oriental con un sayal de piel de camello, que en Occidente se sustituyó por una piel de oveja que deja al descubierto los brazos, las piernas y parte del torso. El manto rojo que lleva a veces, así como en la escena de su intercesión en el Juicio Final, alude a su martirio. En el arte bizantino se le representa como un ángel de grandes alas, con la cabeza cortada en una bandeja sostenida por sus manos. Sin embargo, sus atributos en el arte occidental son muy diferentes. El más frecuente es un cordero, que alude a Jesucristo, y suele llevar una cruz de juncos con una filacteria con la inscripción "Ecce Agnus Dei". Escuela española; finales del siglo XVIII.

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Escuela italiana de la segunda mitad del siglo XVII. "La predicación de Jean-Baptiste". Óleo sobre lienzo. Revestido. Medidas: 90 x 63 cm; 109 x 81 cm (marco). En esta obra, el pintor narra un episodio bíblico: la predicación de San Juan Bautista en el desierto. Cuando el santo salió a predicar, eligió el desierto de Palestina, un lugar deshabitado al que acudían multitudes, como narra el Evangelio: "acudían a él multitudes de toda la región de Judea y de todos los habitantes de Jerusalén, y eran bautizados por él, confesando sus pecados" (Mc 1,5). Juan convirtió el desierto (que no era una llanura seca, sino una zona salvaje y deshabitada) en un hervidero de gente, que acudía de todas partes para escuchar su mensaje, confesar sus pecados y cambiar de vida. San Juan eligió este enclave precisamente porque era el mismo lugar donde el general Josué, siglos antes, había entrado con el pueblo de Israel para apoderarse de la Tierra Prometida e inaugurar una nueva era de esplendor (Jos. 4:13,19). Esta escena representa a San Juan Bautista predicando en el desierto de Palestina. Junto a él, se representa a los habitantes de Judea que acuden ante él para escucharle y bautizarse. Se representa a Juan Bautista con su bastón adornado con filacterias. Los discípulos y oyentes intercambian impresiones entre sí, mostrando diversas actitudes ante las palabras de Juan. La forma en que han sido retratadas las figuras, con su volumétrica musculatura y sus ropajes de inspiración clásica, nos acerca a los preceptos estéticos de la escuela italiana. Los Evangelios dicen de Juan el Bautista que era hijo del sacerdote Zacarías y de Isabel, prima de la Virgen María. Se retiró muy joven al desierto de Judea para llevar una vida ascética y predicar la penitencia, y reconoció en Jesús, que fue bautizado por él, al Mesías anunciado por los profetas. Un año después del bautismo de Cristo, en el año 29, Juan fue arrestado y encarcelado por el tetrarca de Galilea Herodes Antipas, cuyo matrimonio con Herodías, su sobrina y cuñada, se había atrevido a censurar. Finalmente San Juan fue decapitado, y su cabeza entregada a Salomé como recompensa por sus bellos bailes. Este santo aparece en el arte cristiano bajo dos aspectos diferentes: de niño, compañero de juegos de Jesús, y de adulto, predicador ascético. El San Juan adulto representado aquí está vestido en el arte oriental con un sayal de piel de camello, que en Occidente se sustituyó por una piel de oveja que deja al descubierto los brazos, las piernas y parte del torso. El manto rojo que lleva a veces, así como en la escena de su intercesión en el Juicio Final, alude a su martirio. En el arte bizantino se le representa como un ángel de grandes alas, con la cabeza cortada en una bandeja sostenida por sus manos. Sin embargo, sus atributos en el arte occidental son muy diferentes. El más frecuente es un cordero, que alude a Jesucristo, y suele llevar una cruz de juncos con una filacteria con la inscripción "Ecce Agnus Dei". Escuela española; finales del siglo XVIII.

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