Null Escuela española; siglo XVIII. 

"Niño Jesús y San Juan".

Madera tallada y…
Descripción

Escuela española; siglo XVIII. "Niño Jesús y San Juan". Madera tallada y policromada. Medidas: 81 x 34 x 27 cm (x2). En ambos casos, la representación infantil del Niño Jesús y San Juan fue muy común en el Barroco, uniendo, además, ambas figuras por su parentesco y su similar destino, además de la función del Bautista y otras. Visualmente, es uno de esos temas "suaves y amables" que, en el espectador, despiertan recuerdos (o anticipaciones) de lo que sucederá en el futuro en la vida de ambos, llegando la religión al corazón de este mismo fiel a través del sentimiento, como era habitual en la época. Así, no era raro verlas "juntas" tanto en pinturas como en esculturas, diferenciadas por pequeños detalles cuando las tallas se presentan sin vestimenta, pero claramente cuando estarían "completas" (ropajes, postizos, elementos iconográficos, etc.). Este tipo de imágenes religiosas vestidas se han realizado en Occidente sobre todo a partir del Barroco, un estilo artístico muy interesado en la representación de figuras lo más realistas posible. A veces, incluso, se dota a las figuras de pelo y ojos naturales y otros elementos de cristal. No es infrecuente que todo el cuerpo de la figura esté tallado en madera y policromado, pero también era muy común que sólo las partes del cuerpo que se verían una vez vestida la imagen (es decir, manos y rostro) fueran de madera y el resto de esparto o madera poco o nada trabajada, o incluso tiras unidas entre sí. Esto permitía abaratar costes, por lo que las cofradías o iglesias podían elegir artistas de mayor calidad para la realización de sus imágenes. Además, las figuras llevarían mantos y otras prendas bordadas de calidad, para que no se viera la parte trabajada, siendo entonces un gasto prescindible. Las imágenes "cap i pota" son figuras trabajadas con detalle sólo en el rostro y las manos, sobre una estructura de madera tallada en mayor o menor medida. Aunque las figuras de vestir se utilizaban a menudo en las procesiones, en este caso se trata de una figura destinada a la devoción privada, dado su pequeño tamaño. Las partes visibles están recubiertas de una fina capa de estuco y policromadas, mientras que el resto está cubierto por ropajes reales. Son imágenes que gustaron especialmente por su naturalismo, ya que al llevar ropas auténticas se conseguía un mayor grado de realismo que con las simplemente talladas, que muchas veces no tenían la calidad suficiente para alcanzar ese grado de naturalismo, tan buscado en el arte religioso desde el Barroco. Por sus características formales, relacionamos esta obra con la mano del pintor y escultor granadino José Risueño, formado con su padre, Manuel Risueño, y con el pintor Juan de Sevilla, ambos a su vez discípulos de Alonso Cano. A lo largo de su vida Risueño realizó una abundante producción artística de temática religiosa, caracterizada por la combinación de la influencia de los modelos de Cano con el gusto por el naturalismo y la utilización para construir sus composiciones de estampas flamencas de Van Dyck. Gozó de gran éxito en vida, y de hecho fue protegido por destacadas figuras de la Iglesia y trabajó en la fábrica de la catedral de Granada, lo que le garantizó un flujo de encargos. Su principal protector será, a partir de 1693, el arzobispo Martín Azcargorta, y será precisamente a partir de entonces cuando el artista alcance la madurez de su lenguaje y maestría. Realizará obras tan importantes como el Cristo del convento de San Ángel o la Inmaculada del altar de la catedral de Granada, aunque su obra más famosa, y también la última que realizó, fue la serie de dieciséis figuras que componen el retablo de San Ildefonso. La escultura de José Risueño se caracteriza por las figuras de pequeño tamaño, el virtuosismo técnico de influencia rococó y la calidad de sus policromías, ya que también fue pintor.

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Escuela española; siglo XVIII. "Niño Jesús y San Juan". Madera tallada y policromada. Medidas: 81 x 34 x 27 cm (x2). En ambos casos, la representación infantil del Niño Jesús y San Juan fue muy común en el Barroco, uniendo, además, ambas figuras por su parentesco y su similar destino, además de la función del Bautista y otras. Visualmente, es uno de esos temas "suaves y amables" que, en el espectador, despiertan recuerdos (o anticipaciones) de lo que sucederá en el futuro en la vida de ambos, llegando la religión al corazón de este mismo fiel a través del sentimiento, como era habitual en la época. Así, no era raro verlas "juntas" tanto en pinturas como en esculturas, diferenciadas por pequeños detalles cuando las tallas se presentan sin vestimenta, pero claramente cuando estarían "completas" (ropajes, postizos, elementos iconográficos, etc.). Este tipo de imágenes religiosas vestidas se han realizado en Occidente sobre todo a partir del Barroco, un estilo artístico muy interesado en la representación de figuras lo más realistas posible. A veces, incluso, se dota a las figuras de pelo y ojos naturales y otros elementos de cristal. No es infrecuente que todo el cuerpo de la figura esté tallado en madera y policromado, pero también era muy común que sólo las partes del cuerpo que se verían una vez vestida la imagen (es decir, manos y rostro) fueran de madera y el resto de esparto o madera poco o nada trabajada, o incluso tiras unidas entre sí. Esto permitía abaratar costes, por lo que las cofradías o iglesias podían elegir artistas de mayor calidad para la realización de sus imágenes. Además, las figuras llevarían mantos y otras prendas bordadas de calidad, para que no se viera la parte trabajada, siendo entonces un gasto prescindible. Las imágenes "cap i pota" son figuras trabajadas con detalle sólo en el rostro y las manos, sobre una estructura de madera tallada en mayor o menor medida. Aunque las figuras de vestir se utilizaban a menudo en las procesiones, en este caso se trata de una figura destinada a la devoción privada, dado su pequeño tamaño. Las partes visibles están recubiertas de una fina capa de estuco y policromadas, mientras que el resto está cubierto por ropajes reales. Son imágenes que gustaron especialmente por su naturalismo, ya que al llevar ropas auténticas se conseguía un mayor grado de realismo que con las simplemente talladas, que muchas veces no tenían la calidad suficiente para alcanzar ese grado de naturalismo, tan buscado en el arte religioso desde el Barroco. Por sus características formales, relacionamos esta obra con la mano del pintor y escultor granadino José Risueño, formado con su padre, Manuel Risueño, y con el pintor Juan de Sevilla, ambos a su vez discípulos de Alonso Cano. A lo largo de su vida Risueño realizó una abundante producción artística de temática religiosa, caracterizada por la combinación de la influencia de los modelos de Cano con el gusto por el naturalismo y la utilización para construir sus composiciones de estampas flamencas de Van Dyck. Gozó de gran éxito en vida, y de hecho fue protegido por destacadas figuras de la Iglesia y trabajó en la fábrica de la catedral de Granada, lo que le garantizó un flujo de encargos. Su principal protector será, a partir de 1693, el arzobispo Martín Azcargorta, y será precisamente a partir de entonces cuando el artista alcance la madurez de su lenguaje y maestría. Realizará obras tan importantes como el Cristo del convento de San Ángel o la Inmaculada del altar de la catedral de Granada, aunque su obra más famosa, y también la última que realizó, fue la serie de dieciséis figuras que componen el retablo de San Ildefonso. La escultura de José Risueño se caracteriza por las figuras de pequeño tamaño, el virtuosismo técnico de influencia rococó y la calidad de sus policromías, ya que también fue pintor.

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