Null Escuela española; primera del siglo XVII. 

"Sagrada Familia con San Joaquí…
Descripción

Escuela española; primera del siglo XVII. "Sagrada Familia con San Joaquín y Santa Ana". Óleo sobre lienzo. Revestido. Presenta restos de etiqueta en el reverso. Medidas: 127 x 103 cm. La Virgen con el Niño, San José, Santa Ana y San Joaquín forman un grupo cerrado e íntimo en este cuadro barroco de escuela italiana. Gestos y ademanes convergen hacia el centro de la escena, donde Jesús está en el regazo de su abuela. La figura de los hombres, San José y San Joaquín, está en segundo plano, pero aun así, su monumentalidad refleja la relevancia de los mimos tanto en la imagen como en el retrato bíblico. La luz también ejerce un efecto intenso sobre la maternidad, de modo que los tonos de la carne mariana son casi nacarados, mientras que los otros rostros son más atezados. Destaca el naturalismo impreso en las expresiones y vestimentas: las pieles envejecidas de algunas, mientras que otras se caracterizan por su viva frescura. Asimismo, las telas combinan la suavidad de la seda con la aspereza de los paños bastos. En resumen, la pintura se adscribe plenamente al Barroco italiano. En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más cercanos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En ambos casos, tanto si es Santa Ana como San José quien aparece, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. Sin embargo, las dificultades son menores. Ya no se trata de un Dios único en tres personas cuya unidad esencial debe expresarse al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados con forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomorfo difícil de amalgamar con dos figuras antropomorfas. Por otra parte, esta iconografía era tradicionalmente, hasta la Contrarreforma, una representación de la Virgen con el Niño a la que se añadía la figura de San José en primer plano. No fue hasta las reformas de Trento cuando San José comenzó a ocupar el centro del escenario como protector y guía del Niño Jesús. Tiene restos de etiqueta en el reverso.

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Escuela española; primera del siglo XVII. "Sagrada Familia con San Joaquín y Santa Ana". Óleo sobre lienzo. Revestido. Presenta restos de etiqueta en el reverso. Medidas: 127 x 103 cm. La Virgen con el Niño, San José, Santa Ana y San Joaquín forman un grupo cerrado e íntimo en este cuadro barroco de escuela italiana. Gestos y ademanes convergen hacia el centro de la escena, donde Jesús está en el regazo de su abuela. La figura de los hombres, San José y San Joaquín, está en segundo plano, pero aun así, su monumentalidad refleja la relevancia de los mimos tanto en la imagen como en el retrato bíblico. La luz también ejerce un efecto intenso sobre la maternidad, de modo que los tonos de la carne mariana son casi nacarados, mientras que los otros rostros son más atezados. Destaca el naturalismo impreso en las expresiones y vestimentas: las pieles envejecidas de algunas, mientras que otras se caracterizan por su viva frescura. Asimismo, las telas combinan la suavidad de la seda con la aspereza de los paños bastos. En resumen, la pintura se adscribe plenamente al Barroco italiano. En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más cercanos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En ambos casos, tanto si es Santa Ana como San José quien aparece, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. Sin embargo, las dificultades son menores. Ya no se trata de un Dios único en tres personas cuya unidad esencial debe expresarse al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados con forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomorfo difícil de amalgamar con dos figuras antropomorfas. Por otra parte, esta iconografía era tradicionalmente, hasta la Contrarreforma, una representación de la Virgen con el Niño a la que se añadía la figura de San José en primer plano. No fue hasta las reformas de Trento cuando San José comenzó a ocupar el centro del escenario como protector y guía del Niño Jesús. Tiene restos de etiqueta en el reverso.

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