Null ANGELICA KAUFFMANN (Suiza, 1741- Italia, 1807).

"Autorretrato.

En porcela…
Descripción

ANGELICA KAUFFMANN (Suiza, 1741- Italia, 1807). "Autorretrato. En porcelana pintada a mano. Firmado en el anverso (pergamino) y en el reverso. Medidas: 28,50 x 23 cm; 35 x 29 cm (marco). Representación femenina en porcelana pintada. El retrato ha sido resuelto con una técnica preciosista que extrae las calidades y texturas adecuadas. La pintora se inspira en los modelos neoclásicos e idalizados de Angelica Kauffmann. Este autorretrato de Angelica Kauffmann, realizado en óleo sobre cerámica cocida, es una de las obras de la inconfundible pintora neoclásica, famosa en toda Europa por sus retratos. En esta pieza, Kauffmann demuestra no sólo su habilidad técnica, sino también su capacidad para infundir vida y carácter a sus obras. La elección del soporte cerámico, inusual en la época para retratos de esta naturaleza, revela su afán por experimentar y trascender los límites convencionales del arte de su tiempo. El acabado cocido de la cerámica añade una textura y durabilidad únicas que simbolizan la atemporalidad de su legado artístico. En el autorretrato, Kauffmann se presenta con semblante sereno y contemplativo, mirando directamente al espectador, una mirada que refleja la confianza y el orgullo de su vasta formación cultural y artística. Su vestido de estilo neoclásico se despliega en delicados pliegues, magistralmente pintados para captar la sutileza de las telas y la elegancia de la moda de su época. Los colores suaves y equilibrados en tonos pastel y azul profundo, característicos de su paleta, confieren a la composición una atmósfera de armonía y refinamiento. El fondo es sencillo, resaltando la figura de Kauffmann, lo que es típico de su estilo, en el que la figura central es siempre el punto focal. Este minimalismo del decorado subraya su capacidad para centrar la atención en la expresión y la presencia del sujeto retratado. El autorretrato no es sólo un testimonio de su habilidad técnica, sino también una afirmación de su identidad y de su condición de artista en una época dominada por las figuras masculinas. La claridad con que se presenta su rostro y la precisión de los detalles sugieren una profunda introspección y un agudo conocimiento de sí misma, atributos que también se reflejan en su prolífica correspondencia y en sus escritos personales. Cada pincelada y cada detalle cuentan una historia de dedicación, talento y tenacidad de una mujer que se abrió camino en el mundo del arte en una época en la que las barreras eran importantes. La obra es, en definitiva, una celebración de la vida y la carrera de una de las artistas más dotadas y reconocidas de su tiempo, cuya influencia perdura hasta nuestros días. Kauffmann, nacida en Suiza pero criada en un entorno multicultural con influencias alemanas y austriacas, recibió una educación excepcional bajo la tutela de su padre, también pintor. Desde muy pequeña mostró una increíble capacidad intelectual y artística, destacando no sólo en la pintura, sino también en la música y el canto. Este bagaje cultural y sus dotes multilingües se reflejan en la sofisticación y el cosmopolitismo de su obra. A los 12 años ya retrataba a nobles y clérigos, y su primer viaje a Italia marcó el inicio de una serie de influencias que darían forma a su estilo. Su formación en ciudades como Milán, Bolonia, Venecia y Florencia, y su ingreso en la Academia de Arte de Florencia a los 21 años, cimentaron su prestigio. Su estancia en Nápoles y su posterior traslado a Inglaterra, donde se convirtió en una figura destacada entre la élite, consolidaron su reputación.

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ANGELICA KAUFFMANN (Suiza, 1741- Italia, 1807). "Autorretrato. En porcelana pintada a mano. Firmado en el anverso (pergamino) y en el reverso. Medidas: 28,50 x 23 cm; 35 x 29 cm (marco). Representación femenina en porcelana pintada. El retrato ha sido resuelto con una técnica preciosista que extrae las calidades y texturas adecuadas. La pintora se inspira en los modelos neoclásicos e idalizados de Angelica Kauffmann. Este autorretrato de Angelica Kauffmann, realizado en óleo sobre cerámica cocida, es una de las obras de la inconfundible pintora neoclásica, famosa en toda Europa por sus retratos. En esta pieza, Kauffmann demuestra no sólo su habilidad técnica, sino también su capacidad para infundir vida y carácter a sus obras. La elección del soporte cerámico, inusual en la época para retratos de esta naturaleza, revela su afán por experimentar y trascender los límites convencionales del arte de su tiempo. El acabado cocido de la cerámica añade una textura y durabilidad únicas que simbolizan la atemporalidad de su legado artístico. En el autorretrato, Kauffmann se presenta con semblante sereno y contemplativo, mirando directamente al espectador, una mirada que refleja la confianza y el orgullo de su vasta formación cultural y artística. Su vestido de estilo neoclásico se despliega en delicados pliegues, magistralmente pintados para captar la sutileza de las telas y la elegancia de la moda de su época. Los colores suaves y equilibrados en tonos pastel y azul profundo, característicos de su paleta, confieren a la composición una atmósfera de armonía y refinamiento. El fondo es sencillo, resaltando la figura de Kauffmann, lo que es típico de su estilo, en el que la figura central es siempre el punto focal. Este minimalismo del decorado subraya su capacidad para centrar la atención en la expresión y la presencia del sujeto retratado. El autorretrato no es sólo un testimonio de su habilidad técnica, sino también una afirmación de su identidad y de su condición de artista en una época dominada por las figuras masculinas. La claridad con que se presenta su rostro y la precisión de los detalles sugieren una profunda introspección y un agudo conocimiento de sí misma, atributos que también se reflejan en su prolífica correspondencia y en sus escritos personales. Cada pincelada y cada detalle cuentan una historia de dedicación, talento y tenacidad de una mujer que se abrió camino en el mundo del arte en una época en la que las barreras eran importantes. La obra es, en definitiva, una celebración de la vida y la carrera de una de las artistas más dotadas y reconocidas de su tiempo, cuya influencia perdura hasta nuestros días. Kauffmann, nacida en Suiza pero criada en un entorno multicultural con influencias alemanas y austriacas, recibió una educación excepcional bajo la tutela de su padre, también pintor. Desde muy pequeña mostró una increíble capacidad intelectual y artística, destacando no sólo en la pintura, sino también en la música y el canto. Este bagaje cultural y sus dotes multilingües se reflejan en la sofisticación y el cosmopolitismo de su obra. A los 12 años ya retrataba a nobles y clérigos, y su primer viaje a Italia marcó el inicio de una serie de influencias que darían forma a su estilo. Su formación en ciudades como Milán, Bolonia, Venecia y Florencia, y su ingreso en la Academia de Arte de Florencia a los 21 años, cimentaron su prestigio. Su estancia en Nápoles y su posterior traslado a Inglaterra, donde se convirtió en una figura destacada entre la élite, consolidaron su reputación.

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