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Descripción

Escuela de BARTOLOME ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617 - 1682). "Cristo". Óleo sobre lienzo. Revestido. Presenta restauraciones. Medidas: 39 x 31 cm. Vemos en esta obra una imagen devocional de gran sencillez iconográfica, que muestra el rostro de Cristo a modo de retrato. Sin embargo, aquí no se trata del retrato del esposo o de un familiar, sino de una representación de Jesús de busto, vestido con una túnica púrpura adornada con el nimbo crucifijo y mostrando un rostro sereno, con expresión bondadosa. Poco se sabe de la infancia y juventud de Murillo, salvo que perdió a su padre en 1627 y a su madre en 1628, por lo que quedó bajo la tutela de su cuñado. Hacia 1635 debió comenzar su aprendizaje como pintor, muy posiblemente con Juan del Castillo, casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística duraría unos seis años, como era habitual en la época. Tras su matrimonio, en 1645, inició la que sería una brillante carrera que le convirtió progresivamente en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. El único viaje del que se tiene constancia está documentado en 1658, año en el que Murillo estuvo varios meses en Madrid. Cabe pensar que en la corte mantuvo contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuvo acceso a la colección de cuadros del Palacio Real, magnífica materia de estudio para todos aquellos artistas que pasaban por la corte. A pesar de las escasas referencias documentales sobre sus años de madurez, sabemos que disfrutó de una vida acomodada, que le permitió mantener un alto nivel de vida y varios aprendices. El haberse convertido en el primer pintor de la ciudad, superando en fama incluso a Zurbarán, movió su voluntad de elevar el nivel artístico de la pintura local. Por ello, en 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura, de la que fue el principal promotor. Su fama se extendió hasta tal punto, por todo el territorio nacional, que Palomino indica que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si esta referencia es cierta, pero lo cierto es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida. En la actualidad, sus obras se conservan en las pinacotecas más importantes del mundo, como el Museo del Prado, el Hermitage de San Petersburgo, el Kunsthistorisches de Viena, el Louvre de París, el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery de Londres, entre otras muchas. Presenta restauraciones.

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Escuela de BARTOLOME ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617 - 1682). "Cristo". Óleo sobre lienzo. Revestido. Presenta restauraciones. Medidas: 39 x 31 cm. Vemos en esta obra una imagen devocional de gran sencillez iconográfica, que muestra el rostro de Cristo a modo de retrato. Sin embargo, aquí no se trata del retrato del esposo o de un familiar, sino de una representación de Jesús de busto, vestido con una túnica púrpura adornada con el nimbo crucifijo y mostrando un rostro sereno, con expresión bondadosa. Poco se sabe de la infancia y juventud de Murillo, salvo que perdió a su padre en 1627 y a su madre en 1628, por lo que quedó bajo la tutela de su cuñado. Hacia 1635 debió comenzar su aprendizaje como pintor, muy posiblemente con Juan del Castillo, casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística duraría unos seis años, como era habitual en la época. Tras su matrimonio, en 1645, inició la que sería una brillante carrera que le convirtió progresivamente en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. El único viaje del que se tiene constancia está documentado en 1658, año en el que Murillo estuvo varios meses en Madrid. Cabe pensar que en la corte mantuvo contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuvo acceso a la colección de cuadros del Palacio Real, magnífica materia de estudio para todos aquellos artistas que pasaban por la corte. A pesar de las escasas referencias documentales sobre sus años de madurez, sabemos que disfrutó de una vida acomodada, que le permitió mantener un alto nivel de vida y varios aprendices. El haberse convertido en el primer pintor de la ciudad, superando en fama incluso a Zurbarán, movió su voluntad de elevar el nivel artístico de la pintura local. Por ello, en 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura, de la que fue el principal promotor. Su fama se extendió hasta tal punto, por todo el territorio nacional, que Palomino indica que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si esta referencia es cierta, pero lo cierto es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida. En la actualidad, sus obras se conservan en las pinacotecas más importantes del mundo, como el Museo del Prado, el Hermitage de San Petersburgo, el Kunsthistorisches de Viena, el Louvre de París, el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery de Londres, entre otras muchas. Presenta restauraciones.

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