Null Escuela española del siglo XVII.

"Cristo crucificado".

Madera tallada y p…
Descripción

Escuela española del siglo XVII. "Cristo crucificado". Madera tallada y policromada. Presenta faltas en la talla y policromía. Antiguos xilófagos. Medidas: 65 x 47 x 13 cm (Cristo); 90 x 53 x 17 cm (cruz). Cristo de tres clavos, tallado en madera y policromado, de logrado verismo. Se trata de una figura doliente, expirante, con los ojos ya cerrados y la cabeza ladeada. El tallista ha trabajado la anatomía con notable detalle, creando un cuerpo esbelto pero con marcada musculatura, en "déhanchement" o ligero movimiento de caderas que acompaña a la flexión de una pierna y añade expresividad. Se siguen modelos iconográficos barrocos, portadores de un patetismo retraído, de un sufrimiento contenido. El paño de pureza se endurece, imprimiendo un juego de claroscuros. La representación de la crucifixión ha sufrido una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que queremos señalar tres hitos: en un principio el arte paleocristiano omitía la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representaba mediante el "Agnus Dei", el cordero místico que porta la cruz del martirio. Hasta el siglo XI Cristo es representado crucificado pero vivo y triunfante, con los ojos abiertos, según el rito bizantino que no contempla la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más tarde, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de la voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre el hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando la conmiseración, como se refiere en el Salmo 22 cuando dice: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (...) una turba de malvados está cerca de mí: han traspasado mis manos y mis pies (...) han dividido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica".

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Escuela española del siglo XVII. "Cristo crucificado". Madera tallada y policromada. Presenta faltas en la talla y policromía. Antiguos xilófagos. Medidas: 65 x 47 x 13 cm (Cristo); 90 x 53 x 17 cm (cruz). Cristo de tres clavos, tallado en madera y policromado, de logrado verismo. Se trata de una figura doliente, expirante, con los ojos ya cerrados y la cabeza ladeada. El tallista ha trabajado la anatomía con notable detalle, creando un cuerpo esbelto pero con marcada musculatura, en "déhanchement" o ligero movimiento de caderas que acompaña a la flexión de una pierna y añade expresividad. Se siguen modelos iconográficos barrocos, portadores de un patetismo retraído, de un sufrimiento contenido. El paño de pureza se endurece, imprimiendo un juego de claroscuros. La representación de la crucifixión ha sufrido una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que queremos señalar tres hitos: en un principio el arte paleocristiano omitía la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representaba mediante el "Agnus Dei", el cordero místico que porta la cruz del martirio. Hasta el siglo XI Cristo es representado crucificado pero vivo y triunfante, con los ojos abiertos, según el rito bizantino que no contempla la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más tarde, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de la voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre el hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando la conmiseración, como se refiere en el Salmo 22 cuando dice: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (...) una turba de malvados está cerca de mí: han traspasado mis manos y mis pies (...) han dividido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica".

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