Null Escuela alemana del siglo XVII.

"La Adoración de los Pastores".

Óleo sobr…
Descripción

Escuela alemana del siglo XVII. "La Adoración de los Pastores". Óleo sobre tabla. Marco de época. Presenta algunos retoques tras su limpieza. Tamaño: 37 x 28 cm; 60 x 50 cm (marco). En este lienzo de época barroca, el pintor se interesa por abordar el tema de la adoración de forma naturalista, destacando el entorno humilde que acoge en su seno el nacimiento del Niño Jesús. Los pastores despliegan una expresiva dramaturgia gestual que comunica su asombro ante el milagroso acontecimiento que tienen el privilegio de presenciar. Todos los gestos giran en torno al niño, cuyo pequeño cuerpo envuelto en paños blancos descansa sobre un lecho de paja. La Virgen une sus manos en señal de devoción y San José, frente a él, contempla al niño ensimismado. Jesús ocupa así el centro de la composición, y la iluminación contrastada ayuda a ordenar las figuras y a dirigir la mirada del espectador a todos los rincones del pesebre, que se abre al exterior a través de una ventana a la que se asoman algunos curiosos. Detrás de las arcadas de piedra, la mirada se escapa hacia el paisaje y, en lo alto, una ruptura escenográfica de Gloria une el cielo y la tierra.

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Escuela alemana del siglo XVII. "La Adoración de los Pastores". Óleo sobre tabla. Marco de época. Presenta algunos retoques tras su limpieza. Tamaño: 37 x 28 cm; 60 x 50 cm (marco). En este lienzo de época barroca, el pintor se interesa por abordar el tema de la adoración de forma naturalista, destacando el entorno humilde que acoge en su seno el nacimiento del Niño Jesús. Los pastores despliegan una expresiva dramaturgia gestual que comunica su asombro ante el milagroso acontecimiento que tienen el privilegio de presenciar. Todos los gestos giran en torno al niño, cuyo pequeño cuerpo envuelto en paños blancos descansa sobre un lecho de paja. La Virgen une sus manos en señal de devoción y San José, frente a él, contempla al niño ensimismado. Jesús ocupa así el centro de la composición, y la iluminación contrastada ayuda a ordenar las figuras y a dirigir la mirada del espectador a todos los rincones del pesebre, que se abre al exterior a través de una ventana a la que se asoman algunos curiosos. Detrás de las arcadas de piedra, la mirada se escapa hacia el paisaje y, en lo alto, una ruptura escenográfica de Gloria une el cielo y la tierra.

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