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Descripción

Escuela flamenca; principios del siglo XVII. "Retrato de un caballero". Óleo sobre tabla de roble. Acunado. Repintado. Tablero cepillado. Medidas: 104 x 82 cm; 116 x 93 cm (marco). Una mano descubierta apoyada sobre terciopelo verde y la otra enguantada evidencian la calidad de este retrato. La delicadeza del tratamiento de las manos, además de la ligereza y delicadeza con que se ha pintado la gorguera y la veracidad naturalista del rostro de la protagonista. Erguido de cara al espectador, aunque ligeramente girado, como es habitual en los retratos cortesanos de la época, el protagonista se muestra ante el espectador con gran dignidad. Sólo la mesa sobre la que descansa su mano forma parte de la ornamentación de esta obra, que destaca por su austeridad, no sólo visible en el fondo neutro, sino también en la propia figura del protagonista, vestido de riguroso negro, destacando únicamente el color de los guantes y la gorguera. Pocos elementos, pero de gran eficacia, ya que indican que se trata de un personaje de gran relevancia social perteneciente a una clase social alta. Las pequeñas pinceladas del rostro revelan no sólo la maestría técnica, sino también el interés del artista por captar la psicología del protagonista. El retrato fue uno de los géneros más importantes de la pintura flamenca del siglo XVII. En la captación de la personalidad de este caballero o aristócrata que mostramos se ratifica el magisterio de maestros como Rembrandt o Frans Hals. La calidad técnica, el realismo y la veracidad del rostro del protagonista acercan la obra al estilo de la escuela flamenca. Una escuela en la que el retrato, tanto individual como de grupo, e incluso el personaje, intentaba plasmar las relaciones del individuo con la sociedad, popularizando así su creación. Este género comprende un tercio de la producción total de la escuela flamenca. En el siglo XVII, el panorama del retrato europeo era variado y amplio, con numerosas influencias y determinado en gran medida por el gusto tanto de la clientela como del propio pintor. Sin embargo, en este siglo nació un nuevo concepto de retrato, que evolucionaría a lo largo del siglo y unificaría todas las escuelas nacionales: el deseo de plasmar en su efigie la personalidad del ser humano y su carácter, más allá de su realidad exterior y de su rango social. Durante el siglo anterior, el retrato se había consolidado entre las clases altas, y ya no estaba reservado únicamente a la corte. Por esta razón, las fórmulas del género, a medida que avanzaba el siglo XVII y aún más en el XVIII, se relajarían y se alejarían de las ostentosas y simbólicas representaciones oficiales típicas del aparato barroco. Por otro lado, el siglo XVIII reaccionará contra la rígida etiqueta del siglo anterior con una concepción más humana e individual de la vida, y esto se reflejará en todos los ámbitos, desde el mobiliario que se hace más pequeño y cómodo, sustituyendo a los grandes muebles dorados y tallados, hasta el propio retrato, que llegará a prescindir, como vemos aquí, de cualquier elemento simbólico o escenográfico para captar al individuo en lugar del personaje. Repintado. Tablero cepillado.

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Escuela flamenca; principios del siglo XVII. "Retrato de un caballero". Óleo sobre tabla de roble. Acunado. Repintado. Tablero cepillado. Medidas: 104 x 82 cm; 116 x 93 cm (marco). Una mano descubierta apoyada sobre terciopelo verde y la otra enguantada evidencian la calidad de este retrato. La delicadeza del tratamiento de las manos, además de la ligereza y delicadeza con que se ha pintado la gorguera y la veracidad naturalista del rostro de la protagonista. Erguido de cara al espectador, aunque ligeramente girado, como es habitual en los retratos cortesanos de la época, el protagonista se muestra ante el espectador con gran dignidad. Sólo la mesa sobre la que descansa su mano forma parte de la ornamentación de esta obra, que destaca por su austeridad, no sólo visible en el fondo neutro, sino también en la propia figura del protagonista, vestido de riguroso negro, destacando únicamente el color de los guantes y la gorguera. Pocos elementos, pero de gran eficacia, ya que indican que se trata de un personaje de gran relevancia social perteneciente a una clase social alta. Las pequeñas pinceladas del rostro revelan no sólo la maestría técnica, sino también el interés del artista por captar la psicología del protagonista. El retrato fue uno de los géneros más importantes de la pintura flamenca del siglo XVII. En la captación de la personalidad de este caballero o aristócrata que mostramos se ratifica el magisterio de maestros como Rembrandt o Frans Hals. La calidad técnica, el realismo y la veracidad del rostro del protagonista acercan la obra al estilo de la escuela flamenca. Una escuela en la que el retrato, tanto individual como de grupo, e incluso el personaje, intentaba plasmar las relaciones del individuo con la sociedad, popularizando así su creación. Este género comprende un tercio de la producción total de la escuela flamenca. En el siglo XVII, el panorama del retrato europeo era variado y amplio, con numerosas influencias y determinado en gran medida por el gusto tanto de la clientela como del propio pintor. Sin embargo, en este siglo nació un nuevo concepto de retrato, que evolucionaría a lo largo del siglo y unificaría todas las escuelas nacionales: el deseo de plasmar en su efigie la personalidad del ser humano y su carácter, más allá de su realidad exterior y de su rango social. Durante el siglo anterior, el retrato se había consolidado entre las clases altas, y ya no estaba reservado únicamente a la corte. Por esta razón, las fórmulas del género, a medida que avanzaba el siglo XVII y aún más en el XVIII, se relajarían y se alejarían de las ostentosas y simbólicas representaciones oficiales típicas del aparato barroco. Por otro lado, el siglo XVIII reaccionará contra la rígida etiqueta del siglo anterior con una concepción más humana e individual de la vida, y esto se reflejará en todos los ámbitos, desde el mobiliario que se hace más pequeño y cómodo, sustituyendo a los grandes muebles dorados y tallados, hasta el propio retrato, que llegará a prescindir, como vemos aquí, de cualquier elemento simbólico o escenográfico para captar al individuo en lugar del personaje. Repintado. Tablero cepillado.

Valoración 38 000 - 40 000 EUR
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