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Descripción

HERNANDO VIÑES SOTO (París, 1904 - 1993). Sin título, 1932. Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 130 x 86 cm; 147 x 107 cm (marco). Durante el año 1932, Viñes pasó una temporada en Palma de Mallorca, estancia que influyó en la elección de los temas, siendo un tema de inspiración. En esta obra el artista nos presenta una imagen de clara inspiración mediterránea, tanto en las formas como en las tonalidades que utiliza. El artista nos muestra una pareja protagonista, situada en el centro de la composición. Uno de ellos, de frente al espectador, y el otro de perfil. Tras ellos, el amplio espacio da paso al mar que se funde con el cielo creando una atmósfera de ensueño. Nacido en el seno de una familia de la alta burguesía, Hernando Viñes Soto fue introducido en el círculo artístico parisino por su tío, el pianista y compositor Ricardo Viñes. Durante la Primera Guerra Mundial se instala en Madrid y regresa a París en 1918. Allí Pablo Picasso, amigo de su tío, tras ver sus primeros dibujos, le aconsejó que siguiera por el mismo camino y perfeccionara sus conocimientos como artista autodidacta. Viñes siguió el consejo de Picasso, ingresando primero en la Academia de Arte Sacro de París, donde fue discípulo de Maurice Denis y Georges Desvallieres y, en 1922, completando su formación con André Lothe y Gino Severini. Al año siguiente participa como decorador en "El retablo de Maese Pedro", de Manuel de Falla, y expone por primera vez en el Salón de Otoño. Ese mismo año, 1923, entra en contacto, a través de su amigo Manuel Ángeles Ortiz, con el círculo de jóvenes artistas españoles residentes en París: Francisco Bores, Luis Buñuel, Joaquín Peinado, Francisco García Lorca, Pancho Cossío, Rafael Alberti, Ismael de la Serna, etc. A los veinte años decide dedicarse de lleno a la pintura, obteniendo inmediatamente el apoyo de dos importantes críticos, Tériade y Zervos, este último director de "Cahiers d'Art". A partir de entonces expone regularmente en las galerías Percier y Max Berger de París. Tras la Segunda Guerra Mundial, comenzó un periodo muy duro para el pintor, en el que, a pesar de numerosas exposiciones colectivas e individuales, no alcanzó la notoriedad que prometían sus brillantes comienzos. Tuvo que esperar hasta 1965 y la gran retrospectiva que le dedicó el Museo de Arte Moderno de Madrid para ser finalmente reconocido como uno de los pintores más brillantes de su generación. A partir de ese momento, las exposiciones se sucedieron, en destacadas galerías de toda España, como Théo (Madrid y Valencia), Dalmau (Barcelona) o Ruiz (Santander). A principios de los ochenta se le dedicaron importantes exposiciones retrospectivas en la Casa de España de París, el Museo de Bellas Artes de Santander y el Museo Bonnat de Bayona. En 1988 recibió la Medalla de Oro de las Artes y las Letras de manos del Rey Juan Carlos I. Al mismo tiempo, su fama internacional crecía gracias a las exposiciones celebradas en Alemania, Dinamarca, Estados Unidos, Checoslovaquia, Inglaterra y Japón. Lejos de escuelas y de cualquier atisbo de jactancia, la obra de Viñes siguió su camino en Francia, y museos de todo el mundo comenzaron a adquirir sus obras. Actualmente está representado en el Museo Reina Sofía de Madrid, el Centro Georges Pompidou de París, los Museos de Albi, Castres y Saint-Ouen en Francia, los Museos de Bellas Artes de Tel-Aviv, Buenos Aires y Praga, el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano de Valladolid y el ARTIUM de Vitoria, entre muchos otros.

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HERNANDO VIÑES SOTO (París, 1904 - 1993). Sin título, 1932. Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo. Medidas: 130 x 86 cm; 147 x 107 cm (marco). Durante el año 1932, Viñes pasó una temporada en Palma de Mallorca, estancia que influyó en la elección de los temas, siendo un tema de inspiración. En esta obra el artista nos presenta una imagen de clara inspiración mediterránea, tanto en las formas como en las tonalidades que utiliza. El artista nos muestra una pareja protagonista, situada en el centro de la composición. Uno de ellos, de frente al espectador, y el otro de perfil. Tras ellos, el amplio espacio da paso al mar que se funde con el cielo creando una atmósfera de ensueño. Nacido en el seno de una familia de la alta burguesía, Hernando Viñes Soto fue introducido en el círculo artístico parisino por su tío, el pianista y compositor Ricardo Viñes. Durante la Primera Guerra Mundial se instala en Madrid y regresa a París en 1918. Allí Pablo Picasso, amigo de su tío, tras ver sus primeros dibujos, le aconsejó que siguiera por el mismo camino y perfeccionara sus conocimientos como artista autodidacta. Viñes siguió el consejo de Picasso, ingresando primero en la Academia de Arte Sacro de París, donde fue discípulo de Maurice Denis y Georges Desvallieres y, en 1922, completando su formación con André Lothe y Gino Severini. Al año siguiente participa como decorador en "El retablo de Maese Pedro", de Manuel de Falla, y expone por primera vez en el Salón de Otoño. Ese mismo año, 1923, entra en contacto, a través de su amigo Manuel Ángeles Ortiz, con el círculo de jóvenes artistas españoles residentes en París: Francisco Bores, Luis Buñuel, Joaquín Peinado, Francisco García Lorca, Pancho Cossío, Rafael Alberti, Ismael de la Serna, etc. A los veinte años decide dedicarse de lleno a la pintura, obteniendo inmediatamente el apoyo de dos importantes críticos, Tériade y Zervos, este último director de "Cahiers d'Art". A partir de entonces expone regularmente en las galerías Percier y Max Berger de París. Tras la Segunda Guerra Mundial, comenzó un periodo muy duro para el pintor, en el que, a pesar de numerosas exposiciones colectivas e individuales, no alcanzó la notoriedad que prometían sus brillantes comienzos. Tuvo que esperar hasta 1965 y la gran retrospectiva que le dedicó el Museo de Arte Moderno de Madrid para ser finalmente reconocido como uno de los pintores más brillantes de su generación. A partir de ese momento, las exposiciones se sucedieron, en destacadas galerías de toda España, como Théo (Madrid y Valencia), Dalmau (Barcelona) o Ruiz (Santander). A principios de los ochenta se le dedicaron importantes exposiciones retrospectivas en la Casa de España de París, el Museo de Bellas Artes de Santander y el Museo Bonnat de Bayona. En 1988 recibió la Medalla de Oro de las Artes y las Letras de manos del Rey Juan Carlos I. Al mismo tiempo, su fama internacional crecía gracias a las exposiciones celebradas en Alemania, Dinamarca, Estados Unidos, Checoslovaquia, Inglaterra y Japón. Lejos de escuelas y de cualquier atisbo de jactancia, la obra de Viñes siguió su camino en Francia, y museos de todo el mundo comenzaron a adquirir sus obras. Actualmente está representado en el Museo Reina Sofía de Madrid, el Centro Georges Pompidou de París, los Museos de Albi, Castres y Saint-Ouen en Francia, los Museos de Bellas Artes de Tel-Aviv, Buenos Aires y Praga, el Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano de Valladolid y el ARTIUM de Vitoria, entre muchos otros.

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