Jesús muere por todos nuestros pecados. Chartres Garnier-Allabre Principios del …
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Jesús muere por todos nuestros pecados. Chartres Garnier-Allabre Principios del siglo XIX Xilografía coloreada a mano, 35,4 x 28,6 cm, papel verjurado (algunas manchas blancas). Enmarcado. Cristo en la Cruz rodeado de los Apóstoles en medallones, editado por Jacques-Pierre Garnier-Allabre (1782-1834). Prov. G. Zazzarini, marchante de Amberes (etiqueta).

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Jesús muere por todos nuestros pecados. Chartres Garnier-All

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Escuela napolitana; hacia 1700. "La Resurrección de Lázaro". Óleo sobre lienzo. Repintado. Presenta faltas y repintes. Medidas: 100 x 156 cm; 110 x 165 cm (marco). Hay en esta imagen un efecto dramático generado por la iluminación de herencia tenebrista y por la composición que el artista ha utilizado para narrar el tema de la resurrección de Lázaro. Basándose en una estructura clásica a modo de friso, el artista recorta el formato, centrándose únicamente en los bustos de las figuras y eliminando cualquier elemento anecdótico o profundidad innecesaria que pudiera distraer al espectador del tema. Es cierto que la figura de Cristo destaca por las tonalidades con las que ha sido retratado, pero el protagonista indiscutible de esta obra es Lázaro y su exasperante cuerpo, marcado por una musculatura que deja al descubierto su estructura ósea, revelando cómo la carne es consumida por la muerte. El autor lleva al extremo la anatomía de esta figura religiosa, heredera de la forma de la pintura barroca napolitana. El tema de la resurrección de Lázaro puede identificarse iconográficamente en esta obra. En la Biblia, según Juan 11: 1-44, Jesús recibe el mensaje de que Lázaro está enfermo y sus dos hermanas buscan su ayuda. Jesús dice a sus seguidores: "Esta enfermedad no acabará en muerte. Jesús retrasa su partida dos días. Los discípulos tienen miedo de volver a Judea, pero Jesús dice: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarle". Como los apóstoles no entienden, les aclara: "Lázaro está muerto y, por vuestro bien, me alegro de no haber estado allí para que podáis creer". Cuando llegan a Betania, Lázaro lleva cuatro días muerto y enterrado. Antes de que entren en el pueblo, Marta, la hermana de Lázaro, se encuentra con Jesús y le dice: "Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús asegura a Marta que su hermano resucitará y le dice: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Creéis en esto?" Afirmación de Marta de que realmente cree: "Sí, Señor. Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha de venir al mundo", es sólo la segunda vez (después de Natanael) que alguien declara que Jesús es el Hijo de Dios y la primera vez que alguien lo compara como 'Mesías' e 'Hijo de Dios' juntos. La única otra vez que esto ocurre en todo el Evangelio es en la explicación que el autor del Evangelio da al final para escribir su Evangelio. Al entrar en la aldea, Jesús se encuentra con María y la gente que ha venido a consolarla. Al ver su dolor y su llanto, Jesús se conmueve profundamente. Después de preguntarle dónde estaba enterrado, se encuentra el versículo más corto de los cuatro Evangelios y la escritura dice: Jesús lloró. Después, Jesús pide que se quite la piedra del sepulcro, pero Marta insiste en que habrá olor. A lo que Jesús responde: "¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces Jesús levanta la mirada y dice: "Padre, te doy las gracias por haberme escuchado. Sabía que siempre me escuchas, pero he dicho esto por la gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado". Dicho esto, Jesús gritó en alta voz: "¡Lázaro, sal!". Entonces salió Lázaro, con las manos y los pies envueltos en tiras de lino y un paño alrededor de la cara. Jesús les dijo: "Quitaos las vendas y dejadle ir. " Lázaro vuelve a ser mencionado en el capítulo 12 del Evangelio de Juan. Seis días antes de la Pascua en la que Jesús es crucificado, Jesús regresa a Betania y Lázaro asiste a una cena en la que participa Marta, su hermana.

Escuela andaluza; principios del siglo XVIII. "Vía Crucis". Óleo sobre lienzo adherido a tablex. Revestido. Presenta repintes y burbujas de aire. Medidas: 60 x 53 cm; 67 x 60 cm (marco). Pareja de óleos sobre lienzo de formato oval en el que se recogen dos escenas similares, pertenecientes a la representación del Vía Crucis. Agotado por la sangre perdida en la flagelación, debilitado por los sufrimientos físicos y morales que le infligieron la noche anterior, y sin haber dormido, Jesús apenas podía dar unos pasos y pronto cayó bajo el peso de la cruz. Siguieron los golpes y las imprecaciones de los soldados, las risas expectantes de la multitud. El Mesías, con toda la fuerza de su voluntad y con todas sus fuerzas, consiguió levantarse y continuar su camino. Según las interpretaciones teológicas, Jesús nos invita con sus acciones a cargar con nuestra cruz y seguirle, nos enseña aquí que también nosotros podemos caer, y que debemos comprender a los que caen; que ninguno de nosotros debe permanecer postrado, todos debemos levantarnos con humildad y confianza, buscando su ayuda y su perdón. Las escenas de cada una de las obras muestran un momento diferente del camino del Calvario. Una de ellas representa el momento en que Jesús está a punto de ser azotado por uno de los soldados, quizás el momento previo a su caída en el Calvario, un tema recurrente en la iconografía cristiana. La otra imagen representa una escena que más tarde daría lugar a la iconografía de la Santa Faz, una pintura devocional. Se trata de un episodio ocurrido durante la Pasión de Cristo, cuando en el camino del Calvario una mujer se quitó el velo para limpiar con él el rostro del Mesías. La imagen del rostro de Jesucristo quedó impresa en el pañuelo de lino, y se conservó milagrosamente a lo largo de los siglos, convirtiéndose en objeto de culto. La mujer sería llamada más tarde Verónica, cuya etimología deriva del latín "verum" (verdadero) y del griego "eikon" (imagen).