Null Busto de mujer joven. Cultura romana. Siglos II-IV d.C.

Bronce y plata.

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Descripción

Busto de mujer joven. Cultura romana. Siglos II-IV d.C. Bronce y plata. Procedencia: Colección privada, Sr. S. D., Francia, adquirida en la década de 1980 a 1990.- Galerie Ghezelbash, París. Conservación: Buen estado; presenta una excelente superficie del bronce. Sin restauraciones. Medidas: 6,6 cm de altura + 6,7 x 6 x 6 cm. Cabeza de mujer en bronce, con detalles en plata. En los rasgos se aprecia la voluntad de captar con fidelidad el físico de la modelo. El cabello ensortijado está recogido en un moño y decorado con una diadema. Podría tratarse de una pieza votiva. La observación minuciosa de la anatomía y los rasgos humanos era frecuente en los encargos privados, dejando la idealización para la representación de dioses, héroes y, en ocasiones, emperadores. El realismo impreso en los retratos romanos reflejaba las modas y los cánones de belleza de la mujer en la sociedad romana. Los romanos aportaron dos importantes innovaciones al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se combinaría con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos trasladados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. El propio Catón denunció el saqueo y la decoración de Roma con obras helenísticas, que consideraba una influencia peligrosa para la cultura autóctona, y deploró que los romanos aplaudieran las estatuas de Corinto y Atenas, al tiempo que ridiculizaban la tradición decorativa en terracota de los antiguos templos romanos. Sin embargo, estas reacciones de oposición fueron en vano; el arte griego había sometido al arte etrusco-romano en general, hasta el punto de que las estatuas griegas se contaban entre los premios más codiciados de la guerra, exhibiéndose durante el desfile triunfal de los generales conquistadores.

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Busto de mujer joven. Cultura romana. Siglos II-IV d.C. Bronce y plata. Procedencia: Colección privada, Sr. S. D., Francia, adquirida en la década de 1980 a 1990.- Galerie Ghezelbash, París. Conservación: Buen estado; presenta una excelente superficie del bronce. Sin restauraciones. Medidas: 6,6 cm de altura + 6,7 x 6 x 6 cm. Cabeza de mujer en bronce, con detalles en plata. En los rasgos se aprecia la voluntad de captar con fidelidad el físico de la modelo. El cabello ensortijado está recogido en un moño y decorado con una diadema. Podría tratarse de una pieza votiva. La observación minuciosa de la anatomía y los rasgos humanos era frecuente en los encargos privados, dejando la idealización para la representación de dioses, héroes y, en ocasiones, emperadores. El realismo impreso en los retratos romanos reflejaba las modas y los cánones de belleza de la mujer en la sociedad romana. Los romanos aportaron dos importantes innovaciones al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se combinaría con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos trasladados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. El propio Catón denunció el saqueo y la decoración de Roma con obras helenísticas, que consideraba una influencia peligrosa para la cultura autóctona, y deploró que los romanos aplaudieran las estatuas de Corinto y Atenas, al tiempo que ridiculizaban la tradición decorativa en terracota de los antiguos templos romanos. Sin embargo, estas reacciones de oposición fueron en vano; el arte griego había sometido al arte etrusco-romano en general, hasta el punto de que las estatuas griegas se contaban entre los premios más codiciados de la guerra, exhibiéndose durante el desfile triunfal de los generales conquistadores.

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