Null Escuela española; segunda mitad del siglo XVI.

"Santo".

Madera tallada, d…
Descripción

Escuela española; segunda mitad del siglo XVI. "Santo". Madera tallada, dorada y policromada. Presenta faltas. Medidas: 111 x 50 x 28 cm. La falta de atributos iconográficos de esta escultura no permite discernir quién es el protagonista de esta obra devocional. Sin embargo, sus dimensiones y gestos indican que probablemente formaba parte originalmente de un grupo escultórico más amplio, probablemente compuesto por una procesión de santos. A principios del siglo XVI, España era la nación europea mejor preparada para recibir los nuevos conceptos humanistas de la vida y el arte debido a sus condiciones espirituales, políticas y económicas, aunque desde el punto de vista de las formas plásticas, su adaptación de las introducidas por Italia fue más lenta debido a la necesidad de aprender las nuevas técnicas y de cambiar el gusto de la clientela. La escultura refleja quizá mejor que otros campos artísticos este deseo de volver al mundo clásico grecorromano, que en sus desnudos exalta la individualidad del hombre, creando un nuevo estilo cuya vitalidad supera la mera copia. Pronto empezaron a valorarse la anatomía, el movimiento de las figuras, las composiciones con sentido de la perspectiva y el equilibrio, el juego naturalista de los pliegues, las actitudes clásicas de las figuras; pero la fuerte tradición gótica mantuvo la expresividad como vehículo del profundo sentido espiritualista que informa nuestras mejores esculturas renacentistas. Esta fuerte y sana tradición favoreció la continuidad de la escultura religiosa en madera policromada, que aceptó la belleza formal que ofrecía el arte renacentista italiano con un sentido del equilibrio que evitaba su predominio sobre el contenido inmaterial que animaba las formas. En los primeros años del siglo, las obras italianas llegaron a nuestras tierras y algunos de nuestros escultores se desplazaron a Italia, donde conocieron de primera mano los nuevos cánones en los centros más progresistas del arte italiano, ya fuera en Florencia o en Roma, e incluso en Nápoles. A su regreso, los mejores de ellos, como Berruguete, Diego de Siloe y Ordóñez, revolucionaron la escultura española a través de la escultura castellana, adelantando incluso la nueva derivación manierista, intelectualizada y abstracta del Cinquecento italiano, casi al mismo tiempo que se producía en Italia.

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Escuela española; segunda mitad del siglo XVI. "Santo". Madera tallada, dorada y policromada. Presenta faltas. Medidas: 111 x 50 x 28 cm. La falta de atributos iconográficos de esta escultura no permite discernir quién es el protagonista de esta obra devocional. Sin embargo, sus dimensiones y gestos indican que probablemente formaba parte originalmente de un grupo escultórico más amplio, probablemente compuesto por una procesión de santos. A principios del siglo XVI, España era la nación europea mejor preparada para recibir los nuevos conceptos humanistas de la vida y el arte debido a sus condiciones espirituales, políticas y económicas, aunque desde el punto de vista de las formas plásticas, su adaptación de las introducidas por Italia fue más lenta debido a la necesidad de aprender las nuevas técnicas y de cambiar el gusto de la clientela. La escultura refleja quizá mejor que otros campos artísticos este deseo de volver al mundo clásico grecorromano, que en sus desnudos exalta la individualidad del hombre, creando un nuevo estilo cuya vitalidad supera la mera copia. Pronto empezaron a valorarse la anatomía, el movimiento de las figuras, las composiciones con sentido de la perspectiva y el equilibrio, el juego naturalista de los pliegues, las actitudes clásicas de las figuras; pero la fuerte tradición gótica mantuvo la expresividad como vehículo del profundo sentido espiritualista que informa nuestras mejores esculturas renacentistas. Esta fuerte y sana tradición favoreció la continuidad de la escultura religiosa en madera policromada, que aceptó la belleza formal que ofrecía el arte renacentista italiano con un sentido del equilibrio que evitaba su predominio sobre el contenido inmaterial que animaba las formas. En los primeros años del siglo, las obras italianas llegaron a nuestras tierras y algunos de nuestros escultores se desplazaron a Italia, donde conocieron de primera mano los nuevos cánones en los centros más progresistas del arte italiano, ya fuera en Florencia o en Roma, e incluso en Nápoles. A su regreso, los mejores de ellos, como Berruguete, Diego de Siloe y Ordóñez, revolucionaron la escultura española a través de la escultura castellana, adelantando incluso la nueva derivación manierista, intelectualizada y abstracta del Cinquecento italiano, casi al mismo tiempo que se producía en Italia.

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