Null Escuela sevillana; finales del siglo XVII.

Cristo atado a la columna'.

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Descripción

Escuela sevillana; finales del siglo XVII. Cristo atado a la columna'. Óleo sobre tabla. Presenta repintes y restauraciones en la superficie pictórica. El marco presenta daños causados por xilófagos. Medidas: 157 x 86 cm. Cristo atado a la columna es un tema muy dramático pero no narrativo, concebido para incitar a los fieles a conmoverse ante el sufrimiento físico de Cristo y a admirar su aceptación de las desgracias que debe sufrir para redimir a la humanidad. En este caso, Jesús es representado en soledad, abatido, como sugieren su rostro apesadumbrado y su gesto frustrado. La delgadez de sus piernas y el cuerpo sombrío, atenuado por la iluminación tenebrista, son rasgos que ahondan en el calvario de los últimos momentos de la vida de Jesús. La escena se desarrolla en el Pretorio de Jerusalén, centro del poder romano, donde Cristo ha llegado por segunda y última vez, tras pasar por diversas etapas. Es exhibido ante la muchedumbre ("Ecce Homo"), que prefirió liberar a Barrabás antes que a él y, antes o después de esta exhibición, es despojado de sus ropas y atado a una columna, donde es sometido a burlas por su supuesto delito, ser "rey de los judíos", y a torturas, que incluyen la flagelación y la coronación de espinas. Estéticamente, la obra se aproxima a la pintura de Pedro de Campaña y Blas de Prado, pintor manierista español, célebre por su trabajo en la catedral de Toledo. En 1586 trabajó en la restauración de los frescos pintados por Juan de Borgoña en la Sala Capitular de la Catedral de Toledo, donde entre 1591 y 1592 pintó los escudos de los prelados y sus inscripciones. Entre 1589 y 1590 fue llamado a El Escorial para tasar las pinturas de Pellegrino Tibaldi y otros maestros italianos, así como los "ornamentos" realizados para la Santa Margarita de Tiziano y para una copia de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Enviado por Felipe II, a quien el soberano de Fez habría pedido que le enviara un pintor famoso, en mayo de 1593 partió hacia Marruecos con el encargo de retratar a los miembros de la corte, viaje financiado por el VII duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán. A su paso por Sevilla fue recibido por Francisco Pacheco, quien escribió en El arte de pintar que "cuando fue a Marruecos por orden del Rey, llevaba unos lienzos de frutas muy bien pintados que yo vi". La afirmación de Pacheco, dada la fecha en que se produjo, unida a su condición de maestro de Sánchez Cotán, sitúan a Blas de Prado en los orígenes del bodegón español, aunque no se conserva ninguno de su mano. Finalmente se instaló en Madrid y no tardó en reanudar sus contactos con las iglesias del arzobispado de Toledo, pues en marzo ya trabajaba con Pedro Ruiz de Elvira en el dorado del retablo de Villarrubia de los Ojos.

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Escuela sevillana; finales del siglo XVII. Cristo atado a la columna'. Óleo sobre tabla. Presenta repintes y restauraciones en la superficie pictórica. El marco presenta daños causados por xilófagos. Medidas: 157 x 86 cm. Cristo atado a la columna es un tema muy dramático pero no narrativo, concebido para incitar a los fieles a conmoverse ante el sufrimiento físico de Cristo y a admirar su aceptación de las desgracias que debe sufrir para redimir a la humanidad. En este caso, Jesús es representado en soledad, abatido, como sugieren su rostro apesadumbrado y su gesto frustrado. La delgadez de sus piernas y el cuerpo sombrío, atenuado por la iluminación tenebrista, son rasgos que ahondan en el calvario de los últimos momentos de la vida de Jesús. La escena se desarrolla en el Pretorio de Jerusalén, centro del poder romano, donde Cristo ha llegado por segunda y última vez, tras pasar por diversas etapas. Es exhibido ante la muchedumbre ("Ecce Homo"), que prefirió liberar a Barrabás antes que a él y, antes o después de esta exhibición, es despojado de sus ropas y atado a una columna, donde es sometido a burlas por su supuesto delito, ser "rey de los judíos", y a torturas, que incluyen la flagelación y la coronación de espinas. Estéticamente, la obra se aproxima a la pintura de Pedro de Campaña y Blas de Prado, pintor manierista español, célebre por su trabajo en la catedral de Toledo. En 1586 trabajó en la restauración de los frescos pintados por Juan de Borgoña en la Sala Capitular de la Catedral de Toledo, donde entre 1591 y 1592 pintó los escudos de los prelados y sus inscripciones. Entre 1589 y 1590 fue llamado a El Escorial para tasar las pinturas de Pellegrino Tibaldi y otros maestros italianos, así como los "ornamentos" realizados para la Santa Margarita de Tiziano y para una copia de la Última Cena de Leonardo da Vinci. Enviado por Felipe II, a quien el soberano de Fez habría pedido que le enviara un pintor famoso, en mayo de 1593 partió hacia Marruecos con el encargo de retratar a los miembros de la corte, viaje financiado por el VII duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán. A su paso por Sevilla fue recibido por Francisco Pacheco, quien escribió en El arte de pintar que "cuando fue a Marruecos por orden del Rey, llevaba unos lienzos de frutas muy bien pintados que yo vi". La afirmación de Pacheco, dada la fecha en que se produjo, unida a su condición de maestro de Sánchez Cotán, sitúan a Blas de Prado en los orígenes del bodegón español, aunque no se conserva ninguno de su mano. Finalmente se instaló en Madrid y no tardó en reanudar sus contactos con las iglesias del arzobispado de Toledo, pues en marzo ya trabajaba con Pedro Ruiz de Elvira en el dorado del retablo de Villarrubia de los Ojos.

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