Null Atribuido a BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1618-1682).

Cristo Salvato…
Descripción

Atribuido a BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1618-1682). Cristo Salvator Mundi'. Óleo sobre cobre. Medidas: 11 x 9 cm; 27,5 x 25 cm (marco). La monumentalidad de la figura y la consistencia de la figura que se retrata a través de una pincelada vaporosa que crea una atmósfera casi pulverulenta, junto con la suavidad del gesto y la captación psicológica del protagonista que transmite una gran ternura son características de la pintura de Murillo. También hay que destacar que este tipo de imágenes tuvieron un gran éxito entre la sociedad sevillana de la época, y su eficacia devocional se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos. En este tipo de obras, destinadas en muchos casos al culto privado, el artista demostró ser un verdadero maestro a la hora de combinar un estilo sabio y delicado con un contenido suave y dulce. Sin embargo, como poseía un poderoso sentido de la composición, las dotó de una monumentalidad y un equilibrio notables. Poco se sabe de la infancia y juventud de Murillo, salvo que perdió a su padre en 1627 y a su madre en 1628, por lo que quedó al cuidado de su cuñado. Hacia 1635 debió comenzar su aprendizaje como pintor, muy probablemente con Juan del Castillo, casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística duró unos seis años, como era habitual en la época. Tras su matrimonio, en 1645, inició una brillante carrera que le convirtió poco a poco en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. El único viaje que se le conoce está documentado en 1658, cuando Murillo permaneció varios meses en Madrid. Es concebible que durante su estancia en la corte mantuviera contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuviera acceso a la colección de cuadros del Palacio Real, magnífico objeto de estudio para todos los artistas que pasaban por la corte. A pesar de las escasas referencias documentales sobre sus años de madurez, sabemos que disfrutó de una vida acomodada, que le permitió mantener un alto nivel de vida y tener varios aprendices. Convertido en el principal pintor de la ciudad, superando incluso en fama a Zurbarán, se empeñó en elevar el nivel artístico de la pintura local. En 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura, de la que fue el principal impulsor. Su fama se extendió tanto por España que Palomino afirma que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si esta referencia es cierta, pero lo cierto es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida.

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Atribuido a BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1618-1682). Cristo Salvator Mundi'. Óleo sobre cobre. Medidas: 11 x 9 cm; 27,5 x 25 cm (marco). La monumentalidad de la figura y la consistencia de la figura que se retrata a través de una pincelada vaporosa que crea una atmósfera casi pulverulenta, junto con la suavidad del gesto y la captación psicológica del protagonista que transmite una gran ternura son características de la pintura de Murillo. También hay que destacar que este tipo de imágenes tuvieron un gran éxito entre la sociedad sevillana de la época, y su eficacia devocional se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos. En este tipo de obras, destinadas en muchos casos al culto privado, el artista demostró ser un verdadero maestro a la hora de combinar un estilo sabio y delicado con un contenido suave y dulce. Sin embargo, como poseía un poderoso sentido de la composición, las dotó de una monumentalidad y un equilibrio notables. Poco se sabe de la infancia y juventud de Murillo, salvo que perdió a su padre en 1627 y a su madre en 1628, por lo que quedó al cuidado de su cuñado. Hacia 1635 debió comenzar su aprendizaje como pintor, muy probablemente con Juan del Castillo, casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística duró unos seis años, como era habitual en la época. Tras su matrimonio, en 1645, inició una brillante carrera que le convirtió poco a poco en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. El único viaje que se le conoce está documentado en 1658, cuando Murillo permaneció varios meses en Madrid. Es concebible que durante su estancia en la corte mantuviera contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuviera acceso a la colección de cuadros del Palacio Real, magnífico objeto de estudio para todos los artistas que pasaban por la corte. A pesar de las escasas referencias documentales sobre sus años de madurez, sabemos que disfrutó de una vida acomodada, que le permitió mantener un alto nivel de vida y tener varios aprendices. Convertido en el principal pintor de la ciudad, superando incluso en fama a Zurbarán, se empeñó en elevar el nivel artístico de la pintura local. En 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura, de la que fue el principal impulsor. Su fama se extendió tanto por España que Palomino afirma que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si esta referencia es cierta, pero lo cierto es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida.

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