Null Escuela española de la segunda mitad del siglo XVI.

"Virgen con el Niño y …
Descripción

Escuela española de la segunda mitad del siglo XVI. "Virgen con el Niño y racimo de uvas". Óleo sobre tabla. Medidas: 100 x 73 cm. Esta tabla puramente renacentista muestra a la Virgen María con el Niño Jesús en su regazo, entronizada en un gran sitial de piedra con volutas y piñas a los lados. La madre de Jesús ofrece al Salvador unas uvas, fruta que se ha asociado a la Eucaristía y a su papel de Redentor, mientras es observada por un orante que se arrodilla ante ellos, muy probablemente el mecenas de la obra. Este caballero va vestido a la moda de la época, de riguroso negro, con un pequeño lirio en el cuello y los puños (accesorio muy de moda durante los reinados de Felipe II y Felipe III). El artista completa la escena con una fastuosa arquitectura clásica basada en la repetición de arcos de medio punto que cobijan una puerta en la parte inferior. En la parte superior de la composición, siete ángeles niños en escorzo retozan sobre un lecho de nubes y sostienen sobre sus cabezas una gran filacteria en la que puede leerse una antífona mariana: Ave Regina Caelorum (Salve, Reina del Cielo). La composición es simétrica y ordenada, pero el movimiento grácil y naturalista de los pequeños cuerpos, que adoptan las actitudes más variadas, confiere dinamismo al conjunto. Una luz dorada irradia desde el fondo y tiñe de azul el cielo. Gracias al audaz uso de la luz, los cuerpos adquieren un volumen casi escultórico, modelado por sutiles cambios cromáticos. Durante el Renacimiento italiano, se hicieron comunes las representaciones humanizadas de ángeles, caracterizados como niños juguetones y regordetes con alas esponjosas. Véanse, por ejemplo, los entrañables querubines de Andrea Mantegna.

Escuela española de la segunda mitad del siglo XVI. "Virgen con el Niño y racimo de uvas". Óleo sobre tabla. Medidas: 100 x 73 cm. Esta tabla puramente renacentista muestra a la Virgen María con el Niño Jesús en su regazo, entronizada en un gran sitial de piedra con volutas y piñas a los lados. La madre de Jesús ofrece al Salvador unas uvas, fruta que se ha asociado a la Eucaristía y a su papel de Redentor, mientras es observada por un orante que se arrodilla ante ellos, muy probablemente el mecenas de la obra. Este caballero va vestido a la moda de la época, de riguroso negro, con un pequeño lirio en el cuello y los puños (accesorio muy de moda durante los reinados de Felipe II y Felipe III). El artista completa la escena con una fastuosa arquitectura clásica basada en la repetición de arcos de medio punto que cobijan una puerta en la parte inferior. En la parte superior de la composición, siete ángeles niños en escorzo retozan sobre un lecho de nubes y sostienen sobre sus cabezas una gran filacteria en la que puede leerse una antífona mariana: Ave Regina Caelorum (Salve, Reina del Cielo). La composición es simétrica y ordenada, pero el movimiento grácil y naturalista de los pequeños cuerpos, que adoptan las actitudes más variadas, confiere dinamismo al conjunto. Una luz dorada irradia desde el fondo y tiñe de azul el cielo. Gracias al audaz uso de la luz, los cuerpos adquieren un volumen casi escultórico, modelado por sutiles cambios cromáticos. Durante el Renacimiento italiano, se hicieron comunes las representaciones humanizadas de ángeles, caracterizados como niños juguetones y regordetes con alas esponjosas. Véanse, por ejemplo, los entrañables querubines de Andrea Mantegna.

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