Null Escuela italiana de los siglos XVII-XVIII, que sigue modelos de la Antigüed…
Descripción

Escuela italiana de los siglos XVII-XVIII, que sigue modelos de la Antigüedad clásica. "Dioniso con animal". Mármol. Medidas: 125 x 48 x 48 cm. Estamos ante una escultura que hunde sus raíces en la estatuaria clásica, concretamente en el modelo "Dioniso con pantera" de la época del emperador Adriano. La escultura, de la que el Museo del Prado alberga una copia, combina elementos estilísticos del primer periodo clásico (490-470 a.C.) con otros de finales del siglo IV a.C. Como en la de la pinacoteca española, a nuestra escultura le falta el tirso, sostenido como una lanza en la mano izquierda, la cabeza con su larga cabellera recogida y coronada de hiedra, y la jarra de vino que Dioniso sostenía en la mano derecha. Los romanos aportaron dos importantes novedades al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se combinaría con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. Poco después, en 133 a.C., el Imperio heredó el reino de Pérgamo, donde existía una original y floreciente escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el "Galo suicidándose" o el grupo dramático "Laocoonte y sus hijos" fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, tras la conquista de Grecia en el 146 a.C., la mayoría de los artistas griegos se instalaron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda en aquella época en la capital del Imperio. Así, se realizaron numerosas copias de Praxíteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoática de Roma, el primer movimiento neoclásico de la Historia del Arte. Sin embargo, entre finales del siglo II a.C. y principios del siglo I a.C. se produce un cambio en esta tendencia purista griega, que culmina con la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, de la que surgen obras como el Altar de Enobarbo, que introduce ya un concepto narrativo típicamente romano, que se convertirá en crónica de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, del éxito de su modelo político. Esta escuela será la precursora del gran arte imperial de Augusto, en cuyo mandato Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también en el nuevo centro de la cultura helenística, como antes lo habían sido Pérgamo y Alejandría, atrayendo a un gran número de artistas y artesanos griegos. En época de Augusto, Roma contribuyó a la continuidad y renovación de una tradición que ya contaba con un prestigio secular y que había dictado el carácter de todo el arte de la zona.

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Escuela italiana de los siglos XVII-XVIII, que sigue modelos de la Antigüedad clásica. "Dioniso con animal". Mármol. Medidas: 125 x 48 x 48 cm. Estamos ante una escultura que hunde sus raíces en la estatuaria clásica, concretamente en el modelo "Dioniso con pantera" de la época del emperador Adriano. La escultura, de la que el Museo del Prado alberga una copia, combina elementos estilísticos del primer periodo clásico (490-470 a.C.) con otros de finales del siglo IV a.C. Como en la de la pinacoteca española, a nuestra escultura le falta el tirso, sostenido como una lanza en la mano izquierda, la cabeza con su larga cabellera recogida y coronada de hiedra, y la jarra de vino que Dioniso sostenía en la mano derecha. Los romanos aportaron dos importantes novedades al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se combinaría con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. Poco después, en 133 a.C., el Imperio heredó el reino de Pérgamo, donde existía una original y floreciente escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el "Galo suicidándose" o el grupo dramático "Laocoonte y sus hijos" fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, tras la conquista de Grecia en el 146 a.C., la mayoría de los artistas griegos se instalaron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda en aquella época en la capital del Imperio. Así, se realizaron numerosas copias de Praxíteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoática de Roma, el primer movimiento neoclásico de la Historia del Arte. Sin embargo, entre finales del siglo II a.C. y principios del siglo I a.C. se produce un cambio en esta tendencia purista griega, que culmina con la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, de la que surgen obras como el Altar de Enobarbo, que introduce ya un concepto narrativo típicamente romano, que se convertirá en crónica de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, del éxito de su modelo político. Esta escuela será la precursora del gran arte imperial de Augusto, en cuyo mandato Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también en el nuevo centro de la cultura helenística, como antes lo habían sido Pérgamo y Alejandría, atrayendo a un gran número de artistas y artesanos griegos. En época de Augusto, Roma contribuyó a la continuidad y renovación de una tradición que ya contaba con un prestigio secular y que había dictado el carácter de todo el arte de la zona.

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