Charly Rocks (NÉ EN 1983) Bote de pintura en resina.
25x17x30cm
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Charly Rocks (NÉ EN 1983)

Bote de pintura en resina. 25x17x30cm

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Charly Rocks (NÉ EN 1983)

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Ángel OTERO Sin título (SK-NG, serie de álbumes) - 2013 Pintura al óleo y pieles de pintura al óleo pegadas al lienzo. Firmado, fechado y titulado al dorso "SK-NG". 102 × 81,50 cm Pintura al óleo y pieles de pintura al óleo en collage sobre lienzo; firmado, fechado y titulado en el reverso 40,15 × 32,08 pulg. Procedencia : Galería Kavi Gupta, Chicago Adquirida directamente a la galería por el actual propietario Ángel OTERO Cita: "Para mí, muy al principio, el arte consistía en pintar paisajes... entonces un tipo me enseñó imágenes de un cuadro de Pollock y me impactó; fue muy liberador que el mundo aceptara eso como arte."- Ángel Otero El planteamiento artístico de Ángel Otero combina métodos de formación y deformación, una forma de trabajar que da como resultado imágenes y objetos que parecen estar en perpetuo flujo. Entre sus obras más ilustrativas se encuentran sus "pieles de pintura". La singularidad de la obra de Otero es inseparable de su particular estilo de innovación formal orientada al proceso. Pintando boca abajo, aplica pintura al óleo sobre grandes láminas de vidrio. Una vez que éstas se han secado (lo que puede llevar hasta dos semanas), Otero despega la pintura al óleo de sus superficies con un juego de "cuchillas", y luego pega sus composiciones en bucle al lienzo, modificando sus superficies rotas con gestos, formas y letras pintadas adicionales. Estos procedimientos", me dijo Otero, "producen sorpresas a las que me he vuelto adicto". Montadas negativamente -como un grabado o una película fotográfica-, las recientes invocaciones textuales de Otero a la filosofía del siglo XX (que incluyen citas de Sartre, entre otras figuras totémicas) sirven también como ensayos visuales sobre la inestabilidad metafísica de nuestra propia época, asombrosamente irreflexiva y culturalmente aturdida. La manera de hacer arte de Ángel Otero combina métodos de formación y deformación, una forma de trabajar que da como resultado imágenes y objetos que parecen estar en un continuo estado de devenir. Entre sus obras más ilustrativas se encuentran las denominadas "pieles de pintura". La singularidad de la obra de Otero es indivisible de su particular especie de innovación formal orientada al proceso. Pintando al revés, con un guiño a la película Memento (2000), aplica pintura al óleo sobre grandes láminas de vidrio. Una vez que éstas se han secado (lo que puede llevar hasta dos semanas), Otero despega la pintura al óleo de sus superficies con un juego de "cuchillas", y luego adhiere sus composiciones abrochadas sobre lienzo, enmendando sus superficies rotas con gestos, formas y letras pintadas adicionales. "Estos procedimientos", me dice Otero, "producen sorpresas a las que me he vuelto adicto". Ensambladas negativamente -como un grabado o una película fotográfica-, las recientes invocaciones textuales de Otero a la filosofía del siglo XX (que incluyen citas de Sartre, entre otras figuras totémicas) sirven también como ensayos visuales de inestabilidad metafísica para nuestra propia época, asombrosamente irreflexiva y culturalmente aturdida.

DRAN Gracias - 2016 Acrílico, pintura en aerosol y collage de papel sobre lienzo. Firmado y titulado; refrendado al dorso 150,30 × 125 cm Acrílico, pintura en aerosol y collage de papel sobre lienzo; firmado y titulado; refrendado en el reverso 59,05 × 49,21 pulg. Bibliografía: Dran, ABCD'air, Éditions Nobulo, 2016, reproducido bajo la letra M de Merci. Exposiciones: Bruselas, Adda Galerie, Dran, Tiens , 12 de junio-10 de julio de 2016 Condiciones: Se entregará un certificado al comprador. DRAN Cita: "Dran es inclasificable. Felizmente imprevisible y seriamente inquietante. Su único trazo es una delgada frontera entre su extraño mundo interior y nosotros, simples humanos. Dibuja como habla y como piensa. El flujo es rápido, las ideas atomizadas, dejándonos asombrados por la relevancia de su visión oscura pero extrañamente esclarecedora" - Maurizio Cattelan Observador crítico y mordaz de la sociedad, dran traza sobre papel y lienzo visiones ácidas y cínicas de las relaciones humanas en la sociedad contemporánea, que Guy Debord describió como la Sociedad del Espectáculo. Critica sus defectos, sus cambios, sus planteamientos políticos, económicos y religiosos, así como las noticias que pueblan sus páginas. Su intervención en el corazón de la exposición Inside del Palais de Tokyo dejó una huella imborrable. Su obra es una serie de bocetos que transmiten un mensaje corrosivo. Los niños, que hacen muecas y sueñan, se ven amenazados por el mundo que les rodea. Entre el sueño y la pesadilla, la sociedad y su violencia se imponen sobre ellos. En 2016, presentó la exposición Tiens à Bruxelles en forma de cartilla. De la A de Abécédaire a la Z de Zèbre, dran muestra, con humor e ironía, escenas realistas a las que solo su aguda sensibilidad puede dar vida. Sin dictarnos nada, perdiéndonos en su mundo colorista e infantil, ofrece reflexiones, ternura y emociones a la mente inquisitiva. Observador crítico e implacable de la sociedad, dran utiliza el papel y el lienzo para dibujar visiones ascer- badas y cínicas de las relaciones humanas en la sociedad contemporánea, la que Guy Debord describió como Sociedad del Espectáculo. Critica sus fallos, sus evoluciones, sus planteamientos políticos económicos y religiosos, así como diversos hechos que salpican las páginas de los telediarios. Su intervención en el corazón de la exposición Inside the Palais de Tokyo causó impresión. Sus obras son escenas que transmiten un mensaje corrosivo. Los niños que hacen muecas y sueñan se ven amenazados por el mundo que les rodea. Entre el sueño y la pesadilla, la sociedad y su violencia se ciernen sobre ellos. En 2016, presentó la exposición Tiens à Bruxelles en forma de abecedario. De la A de Abécédaire a la Z de Zèbre, dran muestra, con humor e ironía, escenas realistas a las que solo su aguda sensibilidad puede dar vida. Y como de costumbre, o como la forma en que maneja su sitio web, todo está ahí para ser descubierto, buscado, profundizado y sorprendido. Sin dictarnos nada, nos pierde en su universo colorista e infantil, ofreciendo reflexiones, ternura y emociones a la mente curiosa.

JEAN-PAUL RIOPELLE (1923-2002) Atlántica 1969 firmado óleo sobre lienzo firmado óleo sobre lienzo 80,5 x 100 cm. 31 11/16 x 39 3/8 pulg. Realizado en 1969. Notas a pie de página: Procedencia Colección Marguerite Maeght, París Regalo al propietario actual, agosto de 1970 Bibliografía Yseult Riopelle, Tanguy Riopelle, Jean-Paul Riopelle, Catalogue Raisonné, Tome 4, 1966-1971, Montreal 2014, p. 170, n°1969.006H.1969, ilustrado en blanco y negro Atlántica, creada en 1969, lleva en sí el amor secreto que compartimos con una obra de arte, mantenida fuera de la vista durante más de cincuenta años, donde el lienzo, por haber sido elegido y amado, se ha convertido, con el paso de los años, en un rostro que desata todo en nosotros hasta tal punto que el corazón se abandona enteramente a él. Porque hay paisajes que son estados del alma. En cada una de las obras de Riopelle, la percepción agudiza nuestro deseo de percibir, porque el pintor sólo retiene el soplo del viento y sólo la luz del agua de la tormenta. Su arte es un campo de batalla, un lugar donde se hacen y deshacen los sentidos que le atribuimos. En gruesas capas, estira el óleo, que al artista le gusta para redescubrir las facultades, los matices, las interpenetraciones de los goteos y las grietas de secado, haciendo de la materia la única guía de nuestra mirada. Riopelle, en un retozo suspendido, ha dotado de vida a la pintura. "Este pintor forma parte de una pequeña lista de genios de la creación", dijo el Primer Ministro en el funeral de estado de Riopelle en Canadá en 2002. Punto de encuentro entre dos civilizaciones, su arte estableció una síntesis entre Europa y Norteamérica: extraer no es abstraer. El Centro Georges Pompidou y la Fundación Maeght han organizado en 2022-2023 grandes exposiciones que ponen de relieve el academicismo (en el sentido noble del término) y la transgresión que le enseñaron sus dos maestros Henri Bisson y Paul-Emile Borduas. Riopelle eligió muy pronto el camino del desorden, haciendo de la mutación el producto de la experiencia, no de la intención. Del grupo del Automatismo en Canadá, pasó naturalmente al grupo del Surrealismo, tras haber conocido a Breton a su llegada a París en 1947. Dos años más tarde, la galería vanguardista La Dragonne y Nina Dausset le ofrece su primera exposición individual. Véhémences confrontées, a instancias de Michel Tapié, reunió en 1951 obras de Mathieu, Riopelle, Hartung, Bryen y Pollock en una exposición sin precedentes. 1953 trajo al pintor el reconocimiento que esperaba: Pierre Loeb adquirió un gran número de sus obras y le hizo exponer con Pierre Matisse en Nueva York. Invitado a participar en la famosa exposición Younger European Painters: A Selection en el Museo Guggenheim ese mismo año, Riopelle conoce a Franz Kline y Joan Mitchell... A finales de los años 50, los principales coleccionistas europeos se apasionan por este artista, cuyas sensibles obras nos lanzan a la emoción de la presencia. Cuando Riopelle pinta un árbol, sólo retiene la escritura de sus ramas en el cielo. Bajo su pincel, lo legible se transforma en una fértil invisibilidad, ofreciendo una claridad que no nace de la luz sino de su reflejo. El ojo perspicaz de Aimée y Marguerite Maeght no se equivocó, y dedicaron varias exposiciones al pintor a partir de 1966. Atlántica, fruto de su generosidad, fue un regalo para nuestros coleccionistas, que tuvieron el privilegio de elegirla. Las palabras que escribieron al pintor unos años más tarde revelan un amor que nunca ha decaído: "Llevo veinte años contemplando tus lienzos, zambulléndome desde mi cama en tu Atlántica, la voluptuosidad lechosa de los blancos, la espiritualidad de los azules claros, etc.". La emoción, medio siglo después, sigue siendo palpable en la elocuente elección de estas palabras que estremecen... Nombre de un paleocontinente, el título de este cuadro tiene la soberanía de la inocencia y el temblor nebuloso de una plegaria susurrada al cielo. El pintor sabe que el viento se lo llevará. Atlántica, creado en 1969, lleva en sí el amor secreto que se comparte con una obra de arte; guardado fuera de la vista durante más de cincuenta años, el lienzo, habiendo sido elegido y amado, se había convertido, con el paso de los años, en los rasgos tranquilizadores a los que uno recurre, ya que, en efecto, el corazón puede confiar plenamente en ellos. Es cierto que algunos paisajes reflejan los estados del alma. En cada una de las obras de Riopelle, la percepción agudiza nuestro deseo de percibir, pues del viento el pintor sólo retiene su aliento y de la tormenta sólo la luminosidad del agua. Su arte es un campo de batalla, un espacio donde se hacen y deshacen los mensajes que percibimos en él. En gruesas capas, extiende el óleo, las facultades, los matices, la interpenetración de los goteos y las grietas de secado que el artista se deleita en redescubrir;