Null MANOLO HUGUÉ (Barcelona, 1872 - Caldas de Montbui, Barcelona, 1945).

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Descripción

MANOLO HUGUÉ (Barcelona, 1872 - Caldas de Montbui, Barcelona, 1945). "Bueyes en el establo", 1935-1936. Relieve en terracota sobre peana de madera. Obra catalogada en el libro "Manolo. Escultura, pintura y dibujo", Montserrat Blanch, nº197, página 114. Procedencia: Colección Jacky J. Druker, amigo y mecenas de Joan Brotat. Medidas: 34 x 34 x 3 cm; 6 cm (altura de la base). En el catálogo razonado sobre Manolo Hugué escrito por Montserrat Blanch se reproducen varias obras (dibujos preparatorios, bajorrelieves en terracota, pero también en piedra) cuyo tema son los bueyes (generalmente representados en parejas), de las que forma parte la pieza que nos ocupa. Se trata de una producción realizada entre 1917 y 1923, años en los que el escultor insufla a la terracota nuevas sugerencias temáticas y formales. De vuelta a Ceret, tras su etapa parisina, se dedica al estudio de las cadencias, los ritmos, el esencialismo de inspiración arcaica... una suma de estrategias para escapar de todo estancamiento y renovar el lenguaje escultórico sin dejar de dialogar con los clásicos. En este relieve, una energía serena palpita como una fuerza invisible a través de los cuerpos, a través de los perfiles redondeados y alternando con incisiones geométricas. Las patas delanteras del buey yacente se flexionan para adaptarse al ángulo, buscando una cierta tensión conceptual entre los volúmenes y su encerramiento en un preciso límite cuadrangular. Con ello emula el arte griego desarrollado en las metopas. La indicación espacial es breve y sintética: unos pocos elementos esquemáticos esbozan la idea de un establo. Manuel Martínez Hugué, Manolo Hugué, se formó en la Escuela de la Lonja de Barcelona. Participante habitual en las tertulias de "Els Quatre Gats", entabló amistad con Picasso, Rusiñol, Mir y Nonell. En 1900 se traslada a París, donde vive diez años. Allí reanuda su relación con Picasso y entabla amistad con otros teóricos de la vanguardia como Apollinaire, Modigliani, Braque y Derain. En la capital francesa trabajó en el diseño de joyas y pequeñas esculturas, influido por la obra de su amigo, el escultor y orfebre Paco Durrio. En 1892 trabajó con Torcuato Tasso en obras decorativas para las celebraciones del centenario del Descubrimiento de América. Entre 1910 y 1917, dedicado por completo a la escultura, trabajó en Ceret, donde reunió a un heterogéneo grupo de artistas entre los que destacaron Juan Gris, Joaquín Sunyer y, de nuevo, Picasso. Durante estos años realizó exposiciones en Barcelona, París y Nueva York. En 1932 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona. En la obra de Hugué, lo esencial es la relación con la naturaleza, teniendo en cuenta la figura humana como elemento integrado en ella. Esta es una característica del clasicismo novecentista, pero en manos de Hugué va más allá de sus limitados orígenes. Suele representar campesinos, aunque también toreros y bailarinas -como puede verse en esta ocasión-, siempre retratados con un nivel de detalle y una apreciación de las texturas que revelan su antigua formación como orfebre. En su producción artística conviven la tradición mediterránea, el clasicismo y el arcaísmo griegos, y el arte del antiguo Egipto y Mesopotamia, con las vanguardias europeas que asimiló y conoció de primera mano, concretamente el fauvismo y el cubismo de Matisse. Se conservan obras de Hugué en el MACBA, el Centro Georges Pompidou de París, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre muchos otros.

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MANOLO HUGUÉ (Barcelona, 1872 - Caldas de Montbui, Barcelona, 1945). "Bueyes en el establo", 1935-1936. Relieve en terracota sobre peana de madera. Obra catalogada en el libro "Manolo. Escultura, pintura y dibujo", Montserrat Blanch, nº197, página 114. Procedencia: Colección Jacky J. Druker, amigo y mecenas de Joan Brotat. Medidas: 34 x 34 x 3 cm; 6 cm (altura de la base). En el catálogo razonado sobre Manolo Hugué escrito por Montserrat Blanch se reproducen varias obras (dibujos preparatorios, bajorrelieves en terracota, pero también en piedra) cuyo tema son los bueyes (generalmente representados en parejas), de las que forma parte la pieza que nos ocupa. Se trata de una producción realizada entre 1917 y 1923, años en los que el escultor insufla a la terracota nuevas sugerencias temáticas y formales. De vuelta a Ceret, tras su etapa parisina, se dedica al estudio de las cadencias, los ritmos, el esencialismo de inspiración arcaica... una suma de estrategias para escapar de todo estancamiento y renovar el lenguaje escultórico sin dejar de dialogar con los clásicos. En este relieve, una energía serena palpita como una fuerza invisible a través de los cuerpos, a través de los perfiles redondeados y alternando con incisiones geométricas. Las patas delanteras del buey yacente se flexionan para adaptarse al ángulo, buscando una cierta tensión conceptual entre los volúmenes y su encerramiento en un preciso límite cuadrangular. Con ello emula el arte griego desarrollado en las metopas. La indicación espacial es breve y sintética: unos pocos elementos esquemáticos esbozan la idea de un establo. Manuel Martínez Hugué, Manolo Hugué, se formó en la Escuela de la Lonja de Barcelona. Participante habitual en las tertulias de "Els Quatre Gats", entabló amistad con Picasso, Rusiñol, Mir y Nonell. En 1900 se traslada a París, donde vive diez años. Allí reanuda su relación con Picasso y entabla amistad con otros teóricos de la vanguardia como Apollinaire, Modigliani, Braque y Derain. En la capital francesa trabajó en el diseño de joyas y pequeñas esculturas, influido por la obra de su amigo, el escultor y orfebre Paco Durrio. En 1892 trabajó con Torcuato Tasso en obras decorativas para las celebraciones del centenario del Descubrimiento de América. Entre 1910 y 1917, dedicado por completo a la escultura, trabajó en Ceret, donde reunió a un heterogéneo grupo de artistas entre los que destacaron Juan Gris, Joaquín Sunyer y, de nuevo, Picasso. Durante estos años realizó exposiciones en Barcelona, París y Nueva York. En 1932 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona. En la obra de Hugué, lo esencial es la relación con la naturaleza, teniendo en cuenta la figura humana como elemento integrado en ella. Esta es una característica del clasicismo novecentista, pero en manos de Hugué va más allá de sus limitados orígenes. Suele representar campesinos, aunque también toreros y bailarinas -como puede verse en esta ocasión-, siempre retratados con un nivel de detalle y una apreciación de las texturas que revelan su antigua formación como orfebre. En su producción artística conviven la tradición mediterránea, el clasicismo y el arcaísmo griegos, y el arte del antiguo Egipto y Mesopotamia, con las vanguardias europeas que asimiló y conoció de primera mano, concretamente el fauvismo y el cubismo de Matisse. Se conservan obras de Hugué en el MACBA, el Centro Georges Pompidou de París, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre muchos otros.

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MANOLO HUGUÉ (Barcelona, 1872 - Caldas de Montbui, Barcelona, 1945). "Torero. Escultura en bronce patinado. Firmada en la base. Base de mármol, con ligeras desconchaduras. Con etiqueta de la galería Dau Al Set en el reverso. Medidas: 30 x 10 x 9,5 cm.; pedestal de 20 cm. de altura. Manuel Martínez Hugué, Manolo Hugué, se formó en la Escuela de la Lonja de Barcelona. Asiduo de las tertulias de "Els Quatre Gats", trabó amistad con Picasso, Rusiñol, Mir y Nonell. En 1900 se trasladó a París, donde vivió diez años. Allí reanuda su relación con Picasso y entabla amistad con otros teóricos de la vanguardia como Apollinaire, Modigliani, Braque y Derain. En la capital francesa trabajó en el diseño de joyas y pequeñas esculturas, influido por la obra de su amigo, el escultor y orfebre Paco Durrio. En 1892 trabajó con Torcuato Tasso en obras decorativas para las celebraciones del centenario del Descubrimiento de América. Entre 1910 y 1917, dedicado por completo a la escultura, trabajó en Ceret, donde reunió a un heterogéneo grupo de artistas entre los que destacaron Juan Gris, Joaquín Sunyer y, de nuevo, Picasso. Durante estos años realizó exposiciones en Barcelona, París y Nueva York. En 1932 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona. En la obra de Hugué, lo esencial es la relación con la naturaleza, teniendo en cuenta la figura humana como elemento integrado en ella. Esta es una característica del clasicismo novecentista, pero en manos de Hugué va más allá de sus limitados orígenes. Suele representar campesinos, aunque también toreros y bailarinas -como puede verse en esta ocasión-, siempre retratados con un nivel de detalle y una apreciación de las texturas que revelan su antigua formación como orfebre. En su producción artística conviven la tradición mediterránea, el clasicismo y el arcaísmo griegos, y el arte del antiguo Egipto y Mesopotamia, con las vanguardias europeas que asimiló y conoció de primera mano, concretamente el fauvismo y el cubismo de Matisse. Se conservan obras de Hugué en el MACBA, el Centro Georges Pompidou de París, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre muchos otros.

MANOLO HUGUÉ (Barcelona, 1872 - Caldas de Montbui, Barcelona, 1945). "Bueyes".1917. Techo en terracota. Firmado y fechado en la esquina inferior derecha. Obra catalogada en: Montserrat Blanch, "Manolo", Barcelona, Polígrafa, 1972, p. 62, nº93 (copia en piedra). Medidas: 38 x 38 x 5 cm. En el catálogo razonado sobre Manolo Hugué redactado por Montserrat Blanch, se reproducen varias obras (dibujos preparatorios, bajorrelieves en terracota, pero también en piedra) cuyo tema son los bueyes (generalmente representados en parejas), de las que forma parte la pieza que nos ocupa. Fue realizada entre 1917 y 1923, periodo en el que el escultor dio nuevas sugerencias temáticas y formales a la terracota. A su regreso a Ceret, tras su periodo parisino, se dedicó al estudio de las cadencias, los ritmos, el esencialismo de inspiración arcaica... una serie de estrategias para salir de todo estancamiento y renovar el lenguaje de la escultura sin dejar de dialogar con los clásicos. En este relieve, una energía serena late como una fuerza invisible a través de los cuerpos, a través de los perfiles redondeados y alternando con incisiones geométricas. Las patas delanteras del buey yacente se doblan para adaptarse al ángulo, buscando una cierta tensión conceptual entre los volúmenes y su confinamiento dentro de un límite cuadrangular preciso. Con ello emula el arte griego desarrollado en las metopas. La indicación espacial es breve y sintética: unos pocos elementos esquemáticos esbozan la idea de un establo. Manuel Martínez Hugué, Manolo Hugué, se formó en la Escuela de la Lonja de Barcelona. Asiduo a las tertulias de Els Quatre Gats, entabla amistad con Picasso, Rusiñol, Mir y Nonell. En 1900 se traslada a París, donde vive diez años. Allí reanuda su relación con Picasso y entabla amistad con otros teóricos de la vanguardia como Apollinaire, Modigliani, Braque y Derain. En la capital francesa trabaja en el diseño de joyas y pequeñas esculturas, influido por la obra de su amigo, el escultor y orfebre Paco Durrio. En 1892 trabajó con Torcuato Tasso en obras decorativas para las celebraciones del centenario del Descubrimiento de América. Entre 1910 y 1917, dedicado por completo a la escultura, trabajó en Ceret, donde reunió a un heterogéneo grupo de artistas entre los que se encontraban Juan Gris, Joaquín Sunyer y, de nuevo, Picasso. Durante estos años realizó exposiciones en Barcelona, París y Nueva York. En 1932 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona. En la obra de Hugué, lo esencial es la relación con la naturaleza, teniendo en cuenta la figura humana como elemento integrado en ella. Esta es una característica del clasicismo novecentista, pero en manos de Hugué va más allá de sus limitados orígenes. Habitualmente representó campesinos, aunque también toreros y bailarinas -como puede verse en esta ocasión-, siempre retratados con un nivel de detalle y una apreciación de las texturas que revelan su temprana formación como orfebre. En su producción artística conviven la tradición mediterránea, el clasicismo y el arcaísmo griegos y el arte del antiguo Egipto y Mesopotamia con las vanguardias europeas, que asimiló y conoció de primera mano, concretamente el fauvismo y el cubismo de Matisse. Hay obras de Hugué en el MACBA, el Centro Georges Pompidou de París, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre otros muchos.