Null "Iconographie Chrétienne", (Historia de Dios), M. Didron, Ed. Imprimerie ro…
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"Iconographie Chrétienne", (Historia de Dios), M. Didron, Ed. Imprimerie royale, 1843 "ENTREGA EN 25 RUE LE PELETIER, 75009 PARÍS - NO HAY ENVÍO POSIBLE - Ver Empresas de Transporte en las Condiciones de Venta o cualquier otro transportista de su elección o poder a un tercero".

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"Iconographie Chrétienne", (Historia de Dios), M. Didron, Ed. Imprimerie royale, 1843 "ENTREGA EN 25 RUE LE PELETIER, 75009 PARÍS - NO HAY ENVÍO POSIBLE - Ver Empresas de Transporte en las Condiciones de Venta o cualquier otro transportista de su elección o poder a un tercero".

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Escuela española; siglo XVII. Cristo. Madera tallada y policromada. Presenta faltas. Medidas: 40 x 11 x 9 cm. La crucifixión de Cristo es el tema central de la iconografía cristiana y especialmente católica. Cristo fue sometido a los sufrimientos propios de los esclavos fugitivos o rebeldes, una condena esencialmente romana pero de origen persa. Este episodio de la vida de Cristo es el hecho histórico más estrictamente probado y es también el argumento principal de la redención de la doctrina cristiana: la sangre de Dios encarnado como hombre se derrama para la redención de todos los pecados. La representación de la crucifixión ha experimentado una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que nos gustaría señalar tres hitos: en un primer momento el arte paleocristiano omitió la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representó mediante el "Agnus Dei", el cordero místico que porta la cruz del martirio. Hasta el siglo XI se representaba a Cristo crucificado pero vivo y triunfante, con los ojos abiertos, de acuerdo con el rito bizantino, que no contemplaba la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más tarde, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de la voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre el hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la Pasión, provocando la conmiseración, como refiere el Salmo 22 cuando reza: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (...) una turba de malvados está cerca de mí: han traspasado mis manos y mis pies (...) se han repartido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica'.

Escuela española o italiana; siglo XVII. Madera tallada y policromada. Presenta faltas. Medidas: 94 x 40 x 20 cm. La crucifixión de Cristo es el tema central de la iconografía cristiana y especialmente de la católica. A Cristo se le infligió el sufrimiento que correspondía al de los esclavos fugitivos o en rebeldía, una condena esencialmente romana pero de origen persa. Este episodio de la vida de Cristo es el hecho histórico más estrictamente probado y es también el principal argumento para la redención de la doctrina cristiana: la sangre de Dios encarnado como hombre se derrama para la redención de todos los pecados. La representación de la crucifixión ha experimentado una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que nos gustaría señalar tres hitos: en un primer momento el arte paleocristiano omitió la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representó mediante el "Agnus Dei", el cordero místico que porta la cruz del martirio. Hasta el siglo XI se representaba a Cristo crucificado pero vivo y triunfante, con los ojos abiertos, de acuerdo con el rito bizantino, que no contemplaba la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más tarde, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de la voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre su hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando la conmiseración, tal como se refiere en el Salmo 22 cuando dice: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (...) una turba de malvados está cerca de mí: han traspasado mis manos y mis pies (...) han dividido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica".

Escuela española del siglo XVII. "Cristo". Madera tallada y policromada. Presenta repintes. Medidas: 80 x 32,5 x 17 cm. La crucifixión de Cristo es el tema central de la iconografía cristiana y especialmente de la católica. A Cristo se le infligió el sufrimiento que correspondía a los esclavos fugitivos o en rebeldía, una condena esencialmente romana pero de origen persa. Este episodio de la vida de Cristo es el hecho histórico más estrictamente probado y es también el principal argumento para la redención de la doctrina cristiana: la sangre de Dios encarnado como hombre se derrama para la redención de todos los pecados. La representación de la crucifixión ha experimentado una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que nos gustaría señalar tres hitos: en un primer momento el arte paleocristiano omitió la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representó mediante el "Agnus Dei", el cordero místico que porta la cruz del martirio. Hasta el siglo XI se representaba a Cristo crucificado pero vivo y triunfante, con los ojos abiertos, de acuerdo con el rito bizantino, que no contemplaba la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más tarde, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de la voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre su hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando la conmiseración, tal como se refiere en el Salmo 22 cuando dice: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (...) una turba de malvados está cerca de mí: han traspasado mis manos y mis pies (...) han dividido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica".

Escuela española; siglo XVII. "Cristo". Madera tallada y policromada. Tiene una base del siglo XVIII. Medidas: 92 x 38 x 19 cm. La crucifixión de Cristo es el tema central de la iconografía cristiana y especialmente de la católica. A Cristo se le infligió el sufrimiento que correspondía al de los esclavos fugitivos o en rebeldía, una condena esencialmente romana pero de origen persa. Este episodio de la vida de Cristo es el hecho histórico más estrictamente probado y es también el principal argumento para la redención de la doctrina cristiana: la sangre de Dios encarnado como hombre se derrama para la redención de todos los pecados. La representación de la crucifixión ha experimentado una evolución paralela a las variaciones litúrgicas y teológicas de la doctrina católica en la que nos gustaría señalar tres hitos: en un primer momento el arte paleocristiano omitió la representación de la figura humana de Cristo y la crucifixión se representó mediante el "Agnus Dei", el cordero místico que porta la cruz del martirio. Hasta el siglo XI se representaba a Cristo crucificado pero vivo y triunfante, con los ojos abiertos, de acuerdo con el rito bizantino, que no contemplaba la posibilidad de la existencia del cadáver de Cristo. Más tarde, bajo la consideración teológica de que la muerte del Salvador no se debe a un proceso orgánico sino a un acto de la voluntad divina, Cristo es representado, como en nuestra obra, ya muerto con los ojos cerrados y la cabeza caída sobre su hombro derecho, mostrando los sufrimientos de la pasión, provocando la conmiseración, tal como se refiere en el Salmo 22 cuando dice: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (...) una turba de malvados está cerca de mí: han traspasado mis manos y mis pies (...) han dividido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica".