CARTIER Hermoso conjunto en oro 750 y platino 850 milésimas compuesto por un col…
Descripción

CARTIER

Hermoso conjunto en oro 750 y platino 850 milésimas compuesto por un collar articulado numerado que comprende 4 filas de eslabones estilizados, decorados con 2 motivos de flores puntuadas con cabujones de turquesa, sosteniendo 11 pampilles vestidos con finas perlas montadas en racimo y filigrana de oro, así como un par de pendientes de la misma forma, uno firmado. El conjunto está realzado por cabujones y perlas de rubí y esmeralda, algunos sobre perla, esmalte y pequeños diamantes talla brillante. Un par de pulseras de boda de apertura con flores esmaltadas policromadas y rosas facetadas, adornadas con cabezas de elefantes enfrentadas, sus collares y ojos adornados con rubíes. Apertura mediante rosca invertida. Obra india de finales del siglo XIX-principios del XX (faltan esmaltes, restauraciones, pequeños accidentes en los brazaletes). El conjunto se guarda en un estuche de cuero de Cartier. Trabajo de finales de los años 40, principios de 1941. L del collar Cartier: 33,5 cm - Peso bruto: 183,70 g Altura de los pendientes Cartier: 7 cm - Peso bruto: 40,10 g Dimensiones interiores de la pulsera india 1: 5,4 x 4,7 cm - Peso bruto: 109,10 g Dimensiones interiores de la pulsera india 2: 5,5 x 5 cm - Peso bruto: 108,20 g Exento: art. 524 bis al.c. para las dos pulseras. Este juego va acompañado de un peritaje n°XP1239-190423 de peritaje IAJA de 19 de abril de 2023. La relación de Cartier con la India es larga y fructífera. Ya en 1901, el año siguiente a la instalación del joyero en la mítica dirección de 13 rue de la Paix, Pierre Cartier fue llamado a la corte londinense para transformar ciertas joyas de la corona india demasiado pesadas o demasiado masculinas y permitir a la reina Alexandra lucirlas a sus anchas. Esta transformación dio como resultado un collar de estilo indio compuesto por 71 perlas y 12 rubíes cabujón, que la Reina lucía a menudo. Además de la corona real británica, entre los mejores clientes de Cartier se encontraban algunos de los maharajás más ricos. Soberanos de pequeños estados vasallos de la corona británica, les gustaba viajar a Europa, oficialmente por razones diplomáticas, extraoficialmente para probar los placeres de las capitales europeas. Siempre han estado familiarizados con las joyas y lucen diamantes excepcionales de las minas de Golconde, zafiros de colores extraordinarios de Cachemira y espinelas de Badakhshan en extravagantes conjuntos. Añaden rubíes de Birmania y Ceilán y esmeraldas grabadas con piedras y motivos florales que antes se importaban de Colombia. Gracias a estos clientes adinerados, el comercio de Cartier con la India se hizo rápidamente considerable. Deseoso de promover la joyería tradicional india, Cartier organizó exposiciones en Londres, París, Boston y Nueva York a partir de 1912. Estos acontecimientos ilustran el deseo de Cartier de dar a conocer la cultura india, pero también de difundir entre su clientela europea las formas y motivos exóticos que pronto se utilizarían en la ornamentación de las joyas que ponía a la venta. Pues si los maharajás encargaban a Cartier ornamentos y monturas, Cartier se inspiraba a su vez en la estética india, como escribía un columnista de Vogue en 1922: "En cuanto al arte de la joyería, se ha convertido en uno de los más perfectos, más delicados de nuestra época. Merece especial atención porque, aparte del Renacimiento italiano, con lo único que se me ocurre compararlo es con la joyería hindú, de una belleza que roza lo milagroso, pero como no era posible que muchas mujeres poseyeran estos anillos con incrustaciones y esmaltes de Jeypore (sic) (...) nuestros grandes joyeros los han reproducido a la perfección". El interés por la India creció aún más a partir de 1933, cuando Jeanne Toussaint tomó las riendas de la Alta Joyería de Cartier. Bajo su influencia, se produjo un cambio en la fabricación de piezas de estilo indio. Mientras que en la década anterior Cartier se había inspirado en formas y diseños indios para crear joyas, a partir de mediados de la década de 1930 se modificaron, integraron o mezclaron joyas y artefactos reales importados del subcontinente con elementos estrictamente europeos para elaborar las piezas. Esta evolución del estilo coincidió con la moda de la época, que vio, por ejemplo, cómo la revista Harper's Bazaar describía en su número de febrero de 1934 cómo Daisy Fellowes lucía un antiguo collar indio de rubíes y esmeraldas importado de la India por Cartier, o cómo Vogue ilustraba, en 1938, las joyas traídas de la India por Lady Mendl, Coco Chanel o la propia Jeanne Toussaint. El conjunto que aquí se presenta se inscribe perfectamente en esta categoría de joyas mixtas creadas por Cartier a partir de elementos tradicionales indios. Se compone de dos brazaletes indios, sin ninguna modificación por parte de Cartier aparte del sistema de cierre, pero también de pendientes y aros.

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