Null Las Almas del Purgatorio, conjunto de cinco esculturas en madera tallada y …
Descripción

Las Almas del Purgatorio, conjunto de cinco esculturas en madera tallada y policromada, espalda ahuecada. Las figuras están en busto, emergiendo de las llamas, algunas tienen los brazos levantados, la boca abierta, los cabellos alborotados, los ojos repugnantes, los rostros demacrados y todas llevan una expresión de dolor, algunas llevan un brazalete en el brazo. Dos de ellas están fechadas en 1756. Sur de Alemania o Europa central, siglo XVIII (1756) H. 35 cm (reanudación de la policromía) Las primeras representaciones del purgatorio no aparecieron en la iconografía cristiana hasta mediados del siglo XIII. Los teólogos católicos parisinos del siglo XII dieron un vuelco a la idea de la purgación de las faltas al desarrollar la idea de un lugar para esta purificación, mientras que anteriormente se había concebido como un tiempo. Fue el segundo Concilio de Lyon, en 1274, el que confirmó esta idea. Así, las almas se representan aquí con hierros en los brazos, símbolo de las faltas que aún les impiden la contemplación dichosa; se retuercen de dolor en la prueba del fuego purificador y extienden los brazos hacia el espectador para implorar su oración liberadora. La piedad barroca colocó representaciones pictóricas o esculpidas de esta purificación en la predela de los retablos. Es posible comparar estas figuras con las que se conservan en una capilla de la catedral de Varazdine, en Croacia (fig.).

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Las Almas del Purgatorio, conjunto de cinco esculturas en madera tallada y policromada, espalda ahuecada. Las figuras están en busto, emergiendo de las llamas, algunas tienen los brazos levantados, la boca abierta, los cabellos alborotados, los ojos repugnantes, los rostros demacrados y todas llevan una expresión de dolor, algunas llevan un brazalete en el brazo. Dos de ellas están fechadas en 1756. Sur de Alemania o Europa central, siglo XVIII (1756) H. 35 cm (reanudación de la policromía) Las primeras representaciones del purgatorio no aparecieron en la iconografía cristiana hasta mediados del siglo XIII. Los teólogos católicos parisinos del siglo XII dieron un vuelco a la idea de la purgación de las faltas al desarrollar la idea de un lugar para esta purificación, mientras que anteriormente se había concebido como un tiempo. Fue el segundo Concilio de Lyon, en 1274, el que confirmó esta idea. Así, las almas se representan aquí con hierros en los brazos, símbolo de las faltas que aún les impiden la contemplación dichosa; se retuercen de dolor en la prueba del fuego purificador y extienden los brazos hacia el espectador para implorar su oración liberadora. La piedad barroca colocó representaciones pictóricas o esculpidas de esta purificación en la predela de los retablos. Es posible comparar estas figuras con las que se conservan en una capilla de la catedral de Varazdine, en Croacia (fig.).

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Escuela española; siglo XVII. "Las ánimas en el purgatorio". Madera tallada y policromada. Presentan restauraciones como Repintes, faltos de talla y daños causados por xilófagos. Medidas: 106 x 44 x 20 cm; 101 x 29 x 16 cm. El tema y el soporte de este conjunto indican que, originalmente, formaba parte de un conjunto escultórico mayor, probablemente adosado a una arquitectura, ya que ambas tallas están trabajadas en altorrelieve y el reverso está desprovisto de ornamentación. El conjunto de estos dos relieves, aunque varía de tamaño, presenta el mismo concepto, las almas ardiendo en llamas y suplicando perdón. Se trataría de una abstracción que intenta simbolizar el Purgatorio, una representación que alcanzó gran popularidad durante el periodo barroco. En cuanto a la talla, cabe destacar el juego de volúmenes que se genera a base de planos y la verticalidad de cada una de las tallas. En primer lugar, las llamas ondeantes, en segundo lugar una figura que junta sus manos en actitud de piedad y por último, otra figura con los brazos en alto. Es la propia técnica del artista la que infunde dramatismo a las dos piezas, las ondas de las llamas que crecen hasta el pecho de las figuras superiores, los sinuosos cabellos de los protagonistas, la forma en que plasma los gestos individualizando a cada uno de los personajes, son rasgos estéticos que revelan la maestría del autor. La escultura española es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro arte, porque su concepción y forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más profundos que anidaban en él. Con la economía del Estado quebrada, la nobleza en decadencia y el alto clero agobiado por los pesados impuestos, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías de clérigos y seglares quienes promovieron su desarrollo, financiándose las obras a veces por suscripción popular. La escultura se vio así obligada a encarnar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en que la doctrina contrarreformista exigía del arte un lenguaje realista para que los fieles comprendieran y se identificaran con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para aumentar el fervor y la devoción del pueblo. El tema religioso es, por tanto, el preferido de la escultura española de este periodo, que en las primeras décadas del siglo comenzó con un interés prioritario por la captación de lo natural, para intensificar progresivamente a lo largo de la centuria la expresión de valores expresivos. Presentan restauraciones como repintes, faltas de talla y daños causados por xilófagos.