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Descripción

JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923). "Retrato de la Señora Teodolina de Alvear De Lezica", 1907. Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado a la derecha. Se adjunta certificado de autenticidad expedido por Don Francisco Pons Sorolla. Obra reproducida en: "Sorolla en las Colecciones Valencianas", Museo de Bellas Artes de Valencia, 1997. Pag. 200-203, ref. 31. Obra reproducida en: "La vida y obra de Joaquín Sorolla por Bernardino de Pantorba", 1970. Pag. 206, ref. 2000. Presenta una pequeña falta en la zona superior central, cerca del pelo. Medidas: 104 x 95 cm, 134 x 115 cm (marco). En este cuadro presenta dos planos claramente diferenciados. En el primero, una elegante dama de la alta sociedad, ataviada con un vestido de fiesta, enguantado y mostrando un amplísimo escote desde el que deja al descubierto el esplendor de sus nacaradas carnes, muy en consonancia con los blancos tules, sedas y rasos de su ligero vestido. La pincelada es más corta y suave, una obra de intenso realismo, tan del gusto de la sociedad conservadora de la época, y en la que, tanto o más que expresar el carácter de la modelo, importa saber reflejar el brillo de un racimo de diamantes en el pelo negro o un ramillete de perlas en el vestido, es decir, el estatus. En el segundo plano, la excusa de un tapiz que cubre la pared es utilizada por el pintor para realizar un ejercicio de libertad, ligereza y modernidad, expresado en pinceladas largas y sueltas con tendencias casi abstractas. En ambos planos, se nos presentan los dos Sorolla: el Sorolla de la alta sociedad, el retratista que pinta lo que quieren sus clientes, y el Sorolla inquieto, de técnica suelta y atrevida. El aspecto níveo y marmóreo de la distinguida dama, destacando sobre el fondo oscuro, contribuye a crear cierta sensación de relieve, de volumen. En 1907, Sorolla pinta varios retratos femeninos por los que cobra sumas respetables y en los que también subraya el tono aristocrático y a veces algo distante de la pose. De ese año datan el retrato de la "Reina Victoria Eugenia con Mantilla", el de "Doña Josefina Alvear de Erráuzuriz" y el de "María Luisa Maldonado", hija del conde Villagonzalo: este retrato de la argentina Teodolina de Alvear fue encargado a Sorolla a través del conde Artal y lo pintó a partir de una fotografía, pidiéndole que lo pintara al estilo de Madrazo y cobrando por él 7.500 pesetas. Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla mostró su afición por el dibujo y la pintura asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al finalizar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresa en 1879 en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Durante sus visitas a Madrid en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que le impulsó a solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Conseguido su objetivo, Sorolla parte hacia Roma en 1885, pasando varios meses en París antes de llegar. En la capital francesa le impresionaron los cuadros de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al término de sus años en Roma regresó a Valencia en 1889, instalándose en Madrid al año siguiente. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose por los problemas sociales al representar la triste escena de "¡Otra Margarita!", premiada con una medalla de primera clase en el Nacional, y al año siguiente en el Internacional de Chicago. Esta sensibilidad se mantendría en su obra hasta finales de la década, en sus actuaciones en la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonaría los temas de niños infelices que vemos en "Triste herencia", que había sido premiada en la Exposición Universal de París en 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y la vida de sus soleadas playas, se centró en estas escenas en sus obras más alegres y amenas, con las que alcanzó fama internacional. En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, donde también demostró sus dotes como retratista. En 1908, el estadounidense Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, quiso adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año más tarde, él mismo invitó a Sorolla a exponer en su institución, lo que dio lugar a una muestra en 1909 que fue todo un éxito. La relación entre Huntington y Sorolla desembocó en el encargo más importante de la vida del pintor: la realización de los inmensos lienzos destinados a ilustrar las regiones de España en los muros de la Hispanic Society. En la actualidad está representado en t

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JOAQUÍN SOROLLA Y BASTIDA (Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923). "Retrato de la Señora Teodolina de Alvear De Lezica", 1907. Óleo sobre lienzo. Firmado y fechado a la derecha. Se adjunta certificado de autenticidad expedido por Don Francisco Pons Sorolla. Obra reproducida en: "Sorolla en las Colecciones Valencianas", Museo de Bellas Artes de Valencia, 1997. Pag. 200-203, ref. 31. Obra reproducida en: "La vida y obra de Joaquín Sorolla por Bernardino de Pantorba", 1970. Pag. 206, ref. 2000. Presenta una pequeña falta en la zona superior central, cerca del pelo. Medidas: 104 x 95 cm, 134 x 115 cm (marco). En este cuadro presenta dos planos claramente diferenciados. En el primero, una elegante dama de la alta sociedad, ataviada con un vestido de fiesta, enguantado y mostrando un amplísimo escote desde el que deja al descubierto el esplendor de sus nacaradas carnes, muy en consonancia con los blancos tules, sedas y rasos de su ligero vestido. La pincelada es más corta y suave, una obra de intenso realismo, tan del gusto de la sociedad conservadora de la época, y en la que, tanto o más que expresar el carácter de la modelo, importa saber reflejar el brillo de un racimo de diamantes en el pelo negro o un ramillete de perlas en el vestido, es decir, el estatus. En el segundo plano, la excusa de un tapiz que cubre la pared es utilizada por el pintor para realizar un ejercicio de libertad, ligereza y modernidad, expresado en pinceladas largas y sueltas con tendencias casi abstractas. En ambos planos, se nos presentan los dos Sorolla: el Sorolla de la alta sociedad, el retratista que pinta lo que quieren sus clientes, y el Sorolla inquieto, de técnica suelta y atrevida. El aspecto níveo y marmóreo de la distinguida dama, destacando sobre el fondo oscuro, contribuye a crear cierta sensación de relieve, de volumen. En 1907, Sorolla pinta varios retratos femeninos por los que cobra sumas respetables y en los que también subraya el tono aristocrático y a veces algo distante de la pose. De ese año datan el retrato de la "Reina Victoria Eugenia con Mantilla", el de "Doña Josefina Alvear de Erráuzuriz" y el de "María Luisa Maldonado", hija del conde Villagonzalo: este retrato de la argentina Teodolina de Alvear fue encargado a Sorolla a través del conde Artal y lo pintó a partir de una fotografía, pidiéndole que lo pintara al estilo de Madrazo y cobrando por él 7.500 pesetas. Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla mostró su afición por el dibujo y la pintura asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al finalizar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresa en 1879 en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Durante sus visitas a Madrid en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que le impulsó a solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Conseguido su objetivo, Sorolla parte hacia Roma en 1885, pasando varios meses en París antes de llegar. En la capital francesa le impresionaron los cuadros de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al término de sus años en Roma regresó a Valencia en 1889, instalándose en Madrid al año siguiente. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose por los problemas sociales al representar la triste escena de "¡Otra Margarita!", premiada con una medalla de primera clase en el Nacional, y al año siguiente en el Internacional de Chicago. Esta sensibilidad se mantendría en su obra hasta finales de la década, en sus actuaciones en la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonaría los temas de niños infelices que vemos en "Triste herencia", que había sido premiada en la Exposición Universal de París en 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y la vida de sus soleadas playas, se centró en estas escenas en sus obras más alegres y amenas, con las que alcanzó fama internacional. En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, donde también demostró sus dotes como retratista. En 1908, el estadounidense Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, quiso adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año más tarde, él mismo invitó a Sorolla a exponer en su institución, lo que dio lugar a una muestra en 1909 que fue todo un éxito. La relación entre Huntington y Sorolla desembocó en el encargo más importante de la vida del pintor: la realización de los inmensos lienzos destinados a ilustrar las regiones de España en los muros de la Hispanic Society. En la actualidad está representado en t

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