Null Virgen o santa mujer en madera de frutal tallada, espalda ahuecada y recons…
Descripción

Virgen o santa mujer en madera de frutal tallada, espalda ahuecada y reconstruida. Está de pie, ligeramente balanceándose, con las manos abiertas y su larga melena con mechones ondulados cayendo por su espalda. Lleva una camisa con escote de cuentas, un vestido con escote en V cerrado por un broche pectoral ovalado y de cuentas y un abrigo, uno de cuyos lados vuelve al frente formando pliegues arquitectónicos y rotos. Sur de Alemania, Ulm, seguidor de Daniel Mauch, hacia 1540 H. 52,5 cm (pequeños dedos que faltan) Esta santa es de una belleza deslumbrante, con sus rasgos puros y sus ricos ropajes. El peinado perfectamente estructurado, con largos mechones que caen por la espalda y finamente esculpidos con líneas profundas, la delicadeza de los rasgos faciales, la mirada penetrante acentuada por los arcos superciliares que prolongan la nariz, nos recuerdan el legado dejado por el maestro Daniel Mauch. El vestido sigue la moda de la década de 1530, cuando Daniel Mauch dejó su taller para trasladarse a Lieja. Pero encontramos la misma suavidad y precisión bajo el cincel de este seguidor. La personalidad de este escultor se emancipa en los paños más rotos y angulosos, diferentes de los del maestro.

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Virgen o santa mujer en madera de frutal tallada, espalda ahuecada y reconstruida. Está de pie, ligeramente balanceándose, con las manos abiertas y su larga melena con mechones ondulados cayendo por su espalda. Lleva una camisa con escote de cuentas, un vestido con escote en V cerrado por un broche pectoral ovalado y de cuentas y un abrigo, uno de cuyos lados vuelve al frente formando pliegues arquitectónicos y rotos. Sur de Alemania, Ulm, seguidor de Daniel Mauch, hacia 1540 H. 52,5 cm (pequeños dedos que faltan) Esta santa es de una belleza deslumbrante, con sus rasgos puros y sus ricos ropajes. El peinado perfectamente estructurado, con largos mechones que caen por la espalda y finamente esculpidos con líneas profundas, la delicadeza de los rasgos faciales, la mirada penetrante acentuada por los arcos superciliares que prolongan la nariz, nos recuerdan el legado dejado por el maestro Daniel Mauch. El vestido sigue la moda de la década de 1530, cuando Daniel Mauch dejó su taller para trasladarse a Lieja. Pero encontramos la misma suavidad y precisión bajo el cincel de este seguidor. La personalidad de este escultor se emancipa en los paños más rotos y angulosos, diferentes de los del maestro.

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