Null Escuela española de ca. 1840-1850.
"Gentleman.
Óleo sobre lienzo.
Con marco…
Descripción

Escuela española de ca. 1840-1850. "Gentleman. Óleo sobre lienzo. Con marco de época Imperio. Medidas: 91 x 71 cm; 104 x 83,5 cm (marco). En esta obra vemos un típico retrato decimonónico, con el caballero de tres cuartos en primer plano junto a una mesa de ricas molduras, sobre la que se presenta un globo terráqueo. El caballero está vestido con un traje negro y una camisa blanca de cuello alto, y parece mirar directamente al espectador, aunque su actitud orgullosa establece cierta distancia con nosotros. Destaca por su barba tupida y cuidadosamente recortada. Su posición erguida indica el orgullo que siente el retratado por su profesión (posiblemente cartógrafo o geógrafo); la riqueza de sus ropas y la ostentación de su interior aluden a la elevada posición social de la que goza, sin duda entre los círculos más exclusivos de la sociedad española del siglo XVIII. El retrato se sitúa sobre un fondo neutro y oscuro del que emerge ilusoriamente la figura, iluminada directamente por una luz homogénea que deja atrás los excesivos contrastes claroscuros del siglo anterior. En el siglo XVIII, el retrato europeo era variado y amplio, con numerosas influencias y determinado en gran medida por los gustos tanto de la clientela como del propio pintor. Sin embargo, este siglo vio nacer un nuevo concepto de retrato que evolucionaría a lo largo de la centuria y unificaría todas las escuelas nacionales: el deseo de plasmar en su efigie la personalidad y el carácter del ser humano, más allá de su realidad exterior y su rango social. Durante el siglo anterior, el retrato se había impuesto entre las clases altas y ya no estaba reservado únicamente a la corte. Por ello, a partir del siglo XVII, y más aún en el XVIII, las fórmulas del género se relajaron y se alejaron de las ostentosas y simbólicas representaciones oficiales típicas del aparato barroco. Por otra parte, el siglo XVIII reaccionó contra la rígida etiqueta del siglo anterior con una concepción más humana e individual de la vida, y esto se reflejó en todos los ámbitos, desde el mobiliario, que se hizo más pequeño y cómodo, sustituyendo a los grandes muebles dorados y tallados, hasta el propio retrato, que llegó a prescindir, como vemos aquí, de todo elemento simbólico o escenográfico para representar al individuo más que al personaje.

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Escuela española de ca. 1840-1850. "Gentleman. Óleo sobre lienzo. Con marco de época Imperio. Medidas: 91 x 71 cm; 104 x 83,5 cm (marco). En esta obra vemos un típico retrato decimonónico, con el caballero de tres cuartos en primer plano junto a una mesa de ricas molduras, sobre la que se presenta un globo terráqueo. El caballero está vestido con un traje negro y una camisa blanca de cuello alto, y parece mirar directamente al espectador, aunque su actitud orgullosa establece cierta distancia con nosotros. Destaca por su barba tupida y cuidadosamente recortada. Su posición erguida indica el orgullo que siente el retratado por su profesión (posiblemente cartógrafo o geógrafo); la riqueza de sus ropas y la ostentación de su interior aluden a la elevada posición social de la que goza, sin duda entre los círculos más exclusivos de la sociedad española del siglo XVIII. El retrato se sitúa sobre un fondo neutro y oscuro del que emerge ilusoriamente la figura, iluminada directamente por una luz homogénea que deja atrás los excesivos contrastes claroscuros del siglo anterior. En el siglo XVIII, el retrato europeo era variado y amplio, con numerosas influencias y determinado en gran medida por los gustos tanto de la clientela como del propio pintor. Sin embargo, este siglo vio nacer un nuevo concepto de retrato que evolucionaría a lo largo de la centuria y unificaría todas las escuelas nacionales: el deseo de plasmar en su efigie la personalidad y el carácter del ser humano, más allá de su realidad exterior y su rango social. Durante el siglo anterior, el retrato se había impuesto entre las clases altas y ya no estaba reservado únicamente a la corte. Por ello, a partir del siglo XVII, y más aún en el XVIII, las fórmulas del género se relajaron y se alejaron de las ostentosas y simbólicas representaciones oficiales típicas del aparato barroco. Por otra parte, el siglo XVIII reaccionó contra la rígida etiqueta del siglo anterior con una concepción más humana e individual de la vida, y esto se reflejó en todos los ámbitos, desde el mobiliario, que se hizo más pequeño y cómodo, sustituyendo a los grandes muebles dorados y tallados, hasta el propio retrato, que llegó a prescindir, como vemos aquí, de todo elemento simbólico o escenográfico para representar al individuo más que al personaje.

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