Null FRANCISCO GIMENO I ARASA (Tortosa, Tarragona, 1858 - Barcelona, 1927).
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Descripción

FRANCISCO GIMENO I ARASA (Tortosa, Tarragona, 1858 - Barcelona, 1927). "Autorretrato". Óleo sobre táblex. Firmado en el ángulo inferior derecho. Tamaño: 32 x 25 cm; 63,5 x 57 cm (marco). Pintor y dibujante, Francesc Gimeno comenzó su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instaló en Barcelona y trabajó como pintor decorativo. En esta época, ante el indiscutible triunfo de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantuvo alejado del panorama artístico catalán, sino que se empeñó en seguir los pasos de los pintores del Siglo de Oro. Así, mientras el destino habitual de los pintores solía ser París, él viajó a Madrid en 1884. Allí trabajó con Carlos de Haes, maestro del paisaje realista, y se dedicó a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez. A su regreso a Barcelona, en 1889, rechazó repentinamente los contratos que le ofrecían y volvió a la pintura decorativa. Gimeno permaneció casi siempre al margen del mundo del arte comercial. Durante la mayor parte de su vida, se mantuvo alejado de los círculos oficiales y pintó lo que tenía más cerca, su familia y él mismo, sin dejar nunca de lado la pintura de paisaje. Participó en algunas exposiciones, ganando premios como diplomas de honor en la exposición de Barcelona de 1894 y en la Exposición Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras fueron frecuentemente rechazadas por los jurados. La crítica y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también rechazaron su realismo expresivo, su temática proletaria y su pincelada fuerte y gruesa. Desilusionado, acentuó su marginación del mundo del arte y de la sociedad en general, y el joven abierto y apasionado, lleno de entusiasmo, se convirtió en un hombre cerrado, desordenado y automarginado. A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición fue un éxito de crítica y por primera vez se reconoció su trabajo artístico. Esto marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos patrocinios que liberaron a Gimeno de su trabajo como pintor-decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas de paisajismo. El reconocimiento de la obra de Gimeno creció en los últimos años de su vida, culminando con el homenaje que se le rindió en la Sala Parés en la Navidad de 1925. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña realizó la primera exposición verdaderamente antológica dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el Museo de Montserrat, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en varias colecciones privadas importantes. Las escenas pintadas por Gimeno retratan la cruda realidad, sin concesiones estéticas, y revelan a un extraordinario pintor y dibujante. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó sobre todo por su expresividad, que domina el resto de los valores artísticos. Gimeno siempre se consideró un obrero, nunca ocultó su condición de trabajador, y ni su figura ni su obra encajaban en los círculos burgueses y artísticos de la época.

FRANCISCO GIMENO I ARASA (Tortosa, Tarragona, 1858 - Barcelona, 1927). "Autorretrato". Óleo sobre táblex. Firmado en el ángulo inferior derecho. Tamaño: 32 x 25 cm; 63,5 x 57 cm (marco). Pintor y dibujante, Francesc Gimeno comenzó su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instaló en Barcelona y trabajó como pintor decorativo. En esta época, ante el indiscutible triunfo de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantuvo alejado del panorama artístico catalán, sino que se empeñó en seguir los pasos de los pintores del Siglo de Oro. Así, mientras el destino habitual de los pintores solía ser París, él viajó a Madrid en 1884. Allí trabajó con Carlos de Haes, maestro del paisaje realista, y se dedicó a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez. A su regreso a Barcelona, en 1889, rechazó repentinamente los contratos que le ofrecían y volvió a la pintura decorativa. Gimeno permaneció casi siempre al margen del mundo del arte comercial. Durante la mayor parte de su vida, se mantuvo alejado de los círculos oficiales y pintó lo que tenía más cerca, su familia y él mismo, sin dejar nunca de lado la pintura de paisaje. Participó en algunas exposiciones, ganando premios como diplomas de honor en la exposición de Barcelona de 1894 y en la Exposición Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras fueron frecuentemente rechazadas por los jurados. La crítica y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también rechazaron su realismo expresivo, su temática proletaria y su pincelada fuerte y gruesa. Desilusionado, acentuó su marginación del mundo del arte y de la sociedad en general, y el joven abierto y apasionado, lleno de entusiasmo, se convirtió en un hombre cerrado, desordenado y automarginado. A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición fue un éxito de crítica y por primera vez se reconoció su trabajo artístico. Esto marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos patrocinios que liberaron a Gimeno de su trabajo como pintor-decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas de paisajismo. El reconocimiento de la obra de Gimeno creció en los últimos años de su vida, culminando con el homenaje que se le rindió en la Sala Parés en la Navidad de 1925. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña realizó la primera exposición verdaderamente antológica dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el Museo de Montserrat, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en varias colecciones privadas importantes. Las escenas pintadas por Gimeno retratan la cruda realidad, sin concesiones estéticas, y revelan a un extraordinario pintor y dibujante. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó sobre todo por su expresividad, que domina el resto de los valores artísticos. Gimeno siempre se consideró un obrero, nunca ocultó su condición de trabajador, y ni su figura ni su obra encajaban en los círculos burgueses y artísticos de la época.

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