Null Príncipe con orbe. Roma imperial, siglo I d.C.
Mármol.
Procedente de un hal…
Descripción

Príncipe con orbe. Roma imperial, siglo I d.C. Mármol. Procedente de un hallazgo en la antigua ciudad de Urso (Osuna - Sevilla) en 1903. Muy buen estado de conservación. Medidas: 74 x 47 x 15 cm.; 82 cm. de altura con pedestal. Escultura de mármol que representa a un príncipe semidesnudo, que sólo lleva un pequeño manto y sostiene un orbe. El canon sigue los patrones griegos, reproduciendo un cuerpo atlético con miembros flexibles y muslos suavemente torneados. El cuerpo adopta un sutil contrapposto y sostiene un orbe o bola del mundo en su mano izquierda, un motivo iconográfico que indica el poder político de la figura, su dominio sobre el territorio imperial. Es un motivo que fue adoptado por el cristianismo en las representaciones del Niño Jesús con orbe. El paño cubre los hombros y parte del pecho, y cae como una cascada alrededor del brazo izquierdo. Los profundos pliegues crean un hábil juego de claroscuros y zigzags de gran belleza plástica. La suavidad de la piel contrasta con la aspereza de la prenda. Los romanos siguieron modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, cuya base en Roma se combinó con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia clásica a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega en Sicilia, que estaba adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. Poco después, en el año 133 a.C., el Imperio heredó el reino de Pérgamo, donde existía una original y floreciente escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el "Galo suicidándose" o el grupo dramático "Laocoön y sus hijos" fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, tras la conquista de Grecia en el año 146 a.C., la mayoría de los artistas griegos se instalaron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda entonces en la capital del Imperio. Así, se produjeron numerosas copias de Praxíteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoatística de Roma, el primer movimiento neoclásico de la historia del arte. Sin embargo, entre finales del siglo II a.C. y principios del siglo I a.C. se produjo un cambio en esta tendencia purista griega, que culminó con la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, que produjo obras como el Altar de Enobarbo, que introdujo un concepto narrativo típicamente romano que se convirtió en una crónica de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, del éxito de su modelo político. Esta escuela sería la precursora del gran arte imperial de Augusto, bajo cuyo gobierno Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también en el nuevo centro de la cultura helenística, como antes lo habían sido Pérgamo y Alejandría, atrayendo a un gran número de artistas y artesanos griegos. En la época de Augusto, Roma contribuyó a la continuidad y renovación de una tradición que ya gozaba de siglos de prestigio y que había dictado el carácter de todo el arte de la zona.

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Príncipe con orbe. Roma imperial, siglo I d.C. Mármol. Procedente de un hallazgo en la antigua ciudad de Urso (Osuna - Sevilla) en 1903. Muy buen estado de conservación. Medidas: 74 x 47 x 15 cm.; 82 cm. de altura con pedestal. Escultura de mármol que representa a un príncipe semidesnudo, que sólo lleva un pequeño manto y sostiene un orbe. El canon sigue los patrones griegos, reproduciendo un cuerpo atlético con miembros flexibles y muslos suavemente torneados. El cuerpo adopta un sutil contrapposto y sostiene un orbe o bola del mundo en su mano izquierda, un motivo iconográfico que indica el poder político de la figura, su dominio sobre el territorio imperial. Es un motivo que fue adoptado por el cristianismo en las representaciones del Niño Jesús con orbe. El paño cubre los hombros y parte del pecho, y cae como una cascada alrededor del brazo izquierdo. Los profundos pliegues crean un hábil juego de claroscuros y zigzags de gran belleza plástica. La suavidad de la piel contrasta con la aspereza de la prenda. Los romanos siguieron modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, cuya base en Roma se combinó con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia clásica a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega en Sicilia, que estaba adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. Poco después, en el año 133 a.C., el Imperio heredó el reino de Pérgamo, donde existía una original y floreciente escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el "Galo suicidándose" o el grupo dramático "Laocoön y sus hijos" fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, tras la conquista de Grecia en el año 146 a.C., la mayoría de los artistas griegos se instalaron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda entonces en la capital del Imperio. Así, se produjeron numerosas copias de Praxíteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoatística de Roma, el primer movimiento neoclásico de la historia del arte. Sin embargo, entre finales del siglo II a.C. y principios del siglo I a.C. se produjo un cambio en esta tendencia purista griega, que culminó con la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, que produjo obras como el Altar de Enobarbo, que introdujo un concepto narrativo típicamente romano que se convirtió en una crónica de la vida cotidiana y, al mismo tiempo, del éxito de su modelo político. Esta escuela sería la precursora del gran arte imperial de Augusto, bajo cuyo gobierno Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también en el nuevo centro de la cultura helenística, como antes lo habían sido Pérgamo y Alejandría, atrayendo a un gran número de artistas y artesanos griegos. En la época de Augusto, Roma contribuyó a la continuidad y renovación de una tradición que ya gozaba de siglos de prestigio y que había dictado el carácter de todo el arte de la zona.

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