Null Torso de la diosa Diana cazadora. Romano. Siglo II-III d.C.
Mármol.
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Descripción

Torso de la diosa Diana cazadora. Romano. Siglo II-III d.C. Mármol. Procedencia: colección privada, Tel Aviv. Colección privada, Nueva York. Adquirida en Fortuna Fine Arts, Nueva York, entre 1980-2000. Buen estado de conservación, sin restauraciones. Medidas: 44,5 cm. de altura; 52 cm. de altura con pedestal. Escultura romana en mármol. Se trata del torso de Diana, la diosa de la caza (similar a la Artemisa griega). Es una pieza exenta, trabajada en redondo para ser vista desde cualquier lado, de modo que el quitón ha sido magistralmente drapeado con profundos pliegues naturalistas y en diferentes capas, como hábiles kolpos a la altura de la cadera. En la espalda, una prenda en diagonal sirve de correa del carcaj. La diosa de la naturaleza, los bosques y la caza, debió de llevar originalmente un carcaj con un arco y una flecha, y puede ir acompañada de un perro o una pieza de caza. La influencia de la estatuaria griega es evidente. Los romanos aportaron dos importantes innovaciones al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron los modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se combinó con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia clásica a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega en Sicilia, que estaba adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. El propio Catón denunció el saqueo y la decoración de Roma con obras helenísticas, que consideraba una peligrosa influencia en la cultura autóctona, y deploró el aplauso de los romanos a las estatuas de Corinto y Atenas, al tiempo que ridiculizaba la tradición decorativa en terracota de los antiguos templos romanos. Sin embargo, estas reacciones de oposición fueron en vano; el arte griego había sometido al arte etrusco-romano en general, hasta el punto de que las estatuas griegas se encontraban entre los premios más codiciados de la guerra, siendo exhibidas durante el desfile triunfal de los generales conquistadores.

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Torso de la diosa Diana cazadora. Romano. Siglo II-III d.C. Mármol. Procedencia: colección privada, Tel Aviv. Colección privada, Nueva York. Adquirida en Fortuna Fine Arts, Nueva York, entre 1980-2000. Buen estado de conservación, sin restauraciones. Medidas: 44,5 cm. de altura; 52 cm. de altura con pedestal. Escultura romana en mármol. Se trata del torso de Diana, la diosa de la caza (similar a la Artemisa griega). Es una pieza exenta, trabajada en redondo para ser vista desde cualquier lado, de modo que el quitón ha sido magistralmente drapeado con profundos pliegues naturalistas y en diferentes capas, como hábiles kolpos a la altura de la cadera. En la espalda, una prenda en diagonal sirve de correa del carcaj. La diosa de la naturaleza, los bosques y la caza, debió de llevar originalmente un carcaj con un arco y una flecha, y puede ir acompañada de un perro o una pieza de caza. La influencia de la estatuaria griega es evidente. Los romanos aportaron dos importantes innovaciones al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron los modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se combinó con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia clásica a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistaron Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega en Sicilia, que estaba adornada con un gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras pronto sustituyó a la tradición etrusco-romana que había prevalecido hasta entonces. El propio Catón denunció el saqueo y la decoración de Roma con obras helenísticas, que consideraba una peligrosa influencia en la cultura autóctona, y deploró el aplauso de los romanos a las estatuas de Corinto y Atenas, al tiempo que ridiculizaba la tradición decorativa en terracota de los antiguos templos romanos. Sin embargo, estas reacciones de oposición fueron en vano; el arte griego había sometido al arte etrusco-romano en general, hasta el punto de que las estatuas griegas se encontraban entre los premios más codiciados de la guerra, siendo exhibidas durante el desfile triunfal de los generales conquistadores.

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Escuela italiana, hacia 1820. Según JEAN-ANTOINE HOUDON (Versalles, 1741 - París, 1828). Busto de "Diana de Versalles". Mármol de Carrara. Firma apócrifa. Medidas: 73 x 47 x 20 cm. El escultor clasicista que nos ocupa reproduce fielmente en este busto de mármol de Carrara el modelo romano de Diana, copia del original griego que representaba a la diosa griega de la caza Artemisa. La copia romana, conocida como Diana cazadora o Diana con cierva, se conserva en el Museo del Louvre de París. El busto que se muestra aquí se centra en el bello rostro y en los pliegues del peplum que envuelven los turgentes pechos, así como en el tocado con diadema y las ondas del cabello recogido en un moño. La copia de la pinacoteca muestra a la diosa de cuerpo entero, en movimiento, con la mano izquierda apoyada en la cornamenta de un pequeño ciervo y la derecha en el carcaj. La autoría de la estatua original se atribuyó durante mucho tiempo a Leocares, aunque también se ha propuesto a Praxíteles como autor del bronce griego. El escultor neoclásico Jean-Antoine Houdon realizó varias versiones de la diosa Diana. El busto en cuestión se basa en la Diana de mármol de Houdon conservada en la National Gallery de Londres. Data de 1778 y su cabeza está adornada con un cuarto de luna menguante. Junto con el arco y la flecha, la luna es un atributo de la diosa romana (la griega Artemisa), la diosa de la caza es una divinidad lunar. Asimismo, la luna es un emblema de castidad. Los rasgos femeninos transmiten un temperamento poderoso y altivo, tanto en el original como en la excelente versión que aquí se muestra, realizada también en mármol blanco. Los turgentes pechos de Diana están desnudos y su cabeza está girada hacia el lado derecho, mirando a lo lejos. Su cabello ensortijado está recogido con la peineta en forma de media luna, su emblema. En el Museo del Louvre se conserva una Diana de cuerpo entero de Houdon (Diana cazadora, 1776). Jean-Antoine Houdon fue un escultor francés, figura destacada del neoclasicismo de su país. Destacó en sus retratos por la búsqueda del carácter individual, que le acercó al prerromanticismo. Discípulo de Jean-Baptiste Pigalle y Lemoyne, en 1764 se trasladó a Roma para completar su formación. Se dedicó principalmente al retrato, iniciando la serie con uno de Diderot, en terracota, al que siguieron los de Mirabeau, D'Alembert, Molière, Voltaire, Rousseau y Franklin. Este último le sugirió la idea de viajar a Estados Unidos para retratar a Washington. Houdon llegó al continente americano en 1785 y, además de varios bustos del presidente, creó la estatua que se exhibe actualmente en el Capitolio. Durante la Revolución Francesa, pintó los rostros de Necker, Lafayette y Napoleón.