Null Jean-Julien LEMORDANT (Saint-Malo, 1878-París, 1968)

Trabajadores en un ta…
Descripción

Jean-Julien LEMORDANT (Saint-Malo, 1878-París, 1968) Trabajadores en un taller, 1913 Óleo sobre lienzo firmado abajo a la derecha y fechado en 1913. 38 x 46 cm. (Dos pequeños trozos en la parte trasera en la parte superior). Hijo de un simple albañil que ocasionalmente era marinero, Jean-Julien Lemordant estudió pintura en Rennes y luego en París, en el taller de Léon Bonnat. En 1897 entró en el estudio, donde entabló amistad con Henry Caro-Delvaille, pero también con los futuros "fauves" Raoul Dufy y Othon Friesz. Él mismo se llamaría "el Fauve bretón". En 1902, ganó el premio Chenavard concedido por el Instituto. Ese mismo año se instala casi definitivamente en la Baja Bretaña, en concreto en Saint-Guénolé. Admirador de Paul Gauguin, pero también de Charles Cottet, dedicó su carrera a Bretaña y más concretamente a la región de Bigouden. En 1904, el Hôtel de L'Epée de Quimper le pidió una decoración de 65 metros cuadrados. Lemordant entregó veintitrés cuadros que serían muy aclamados. En 1913 recibió su mayor encargo, el techo de la Ópera de Rennes, para el que pintó una danza bretona salvaje. Movilizado durante la Primera Guerra Mundial, perdió la vista durante la batalla de Artois en octubre de 1915. No recuperó la vista hasta 1935, tras numerosas operaciones. Tras la guerra, se convirtió en el símbolo del artista con talento que se sacrificaba por su país, lo que le valió cierta popularidad. Jean-Julien Lemordant sigue siendo hoy uno de los grandes pintores de la identidad bretona. ¿Qué hacen estos dos meticulosos trabajadores, sentados en sus bancos de trabajo y manejando martillos? Una de las ventanas que los ilumina parece estar abierta al mar, y se pueden distinguir veleros, señal de que la escena se desarrolla en Bretaña. La imagen se distingue sobre todo por su fuerza pictórica. Ya en 1904, el crítico Louis Vauxcelles -el mismo que había dado el nombre a los fauves- comentó el "ardiente colorismo" del joven pintor: "Sus yuxtaposiciones de tonos puros, su composición nerviosa, su técnica ingenua y fuerte son ya propias. Al año siguiente, en L'Aurore, François Crucy confirmaba esta sensación: "El ardor, el entusiasmo de este artista recién llegado me atrapó, si se me permite decirlo. Al principio me sorprendió la ejecución, la forma de pintar, original y violenta: esta audacia de un pintor que pinta brutalmente un espectáculo brutal me asombró y me encantó. (Estos son) los signos más evidentes de la sinceridad del pintor. Estos comentarios se aplican perfectamente a nuestra pintura, cuyo impasto enérgico, toque casi expresionista y gama inusual de azules y rojos son de la máxima modernidad.

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Jean-Julien LEMORDANT (Saint-Malo, 1878-París, 1968) Trabajadores en un taller, 1913 Óleo sobre lienzo firmado abajo a la derecha y fechado en 1913. 38 x 46 cm. (Dos pequeños trozos en la parte trasera en la parte superior). Hijo de un simple albañil que ocasionalmente era marinero, Jean-Julien Lemordant estudió pintura en Rennes y luego en París, en el taller de Léon Bonnat. En 1897 entró en el estudio, donde entabló amistad con Henry Caro-Delvaille, pero también con los futuros "fauves" Raoul Dufy y Othon Friesz. Él mismo se llamaría "el Fauve bretón". En 1902, ganó el premio Chenavard concedido por el Instituto. Ese mismo año se instala casi definitivamente en la Baja Bretaña, en concreto en Saint-Guénolé. Admirador de Paul Gauguin, pero también de Charles Cottet, dedicó su carrera a Bretaña y más concretamente a la región de Bigouden. En 1904, el Hôtel de L'Epée de Quimper le pidió una decoración de 65 metros cuadrados. Lemordant entregó veintitrés cuadros que serían muy aclamados. En 1913 recibió su mayor encargo, el techo de la Ópera de Rennes, para el que pintó una danza bretona salvaje. Movilizado durante la Primera Guerra Mundial, perdió la vista durante la batalla de Artois en octubre de 1915. No recuperó la vista hasta 1935, tras numerosas operaciones. Tras la guerra, se convirtió en el símbolo del artista con talento que se sacrificaba por su país, lo que le valió cierta popularidad. Jean-Julien Lemordant sigue siendo hoy uno de los grandes pintores de la identidad bretona. ¿Qué hacen estos dos meticulosos trabajadores, sentados en sus bancos de trabajo y manejando martillos? Una de las ventanas que los ilumina parece estar abierta al mar, y se pueden distinguir veleros, señal de que la escena se desarrolla en Bretaña. La imagen se distingue sobre todo por su fuerza pictórica. Ya en 1904, el crítico Louis Vauxcelles -el mismo que había dado el nombre a los fauves- comentó el "ardiente colorismo" del joven pintor: "Sus yuxtaposiciones de tonos puros, su composición nerviosa, su técnica ingenua y fuerte son ya propias. Al año siguiente, en L'Aurore, François Crucy confirmaba esta sensación: "El ardor, el entusiasmo de este artista recién llegado me atrapó, si se me permite decirlo. Al principio me sorprendió la ejecución, la forma de pintar, original y violenta: esta audacia de un pintor que pinta brutalmente un espectáculo brutal me asombró y me encantó. (Estos son) los signos más evidentes de la sinceridad del pintor. Estos comentarios se aplican perfectamente a nuestra pintura, cuyo impasto enérgico, toque casi expresionista y gama inusual de azules y rojos son de la máxima modernidad.

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