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Escuela flamenca, segunda mitad del siglo XVII. "Alegoría de la Abundancia…
Descripción

Escuela flamenca, segunda mitad del siglo XVII. "Alegoría de la Abundancia". Óleo sobre lienzo. Reforzado Presenta restauraciones y repintes. Tamaño: 113 x 136 cm; 145 x 168 cm (marco). En esta pintura flamenca del periodo barroco, las figuras mitológicas ocupan un lugar idílico, resuelto con gran sentido escenográfico. Venus está sentada en un claro del bosque junto a una mujer con el pelo cubierto por un velo blanco. La humilde mujer señala los abundantes frutos esparcidos a sus pies que conforman un jugoso bodegón en el que cada fruta. Venus lleva una hoz, elemento vinculado a la recolección del campo y, por tanto, a la fecundidad de la tierra. Ella misma, como diosa del amor carnal, refuerza el significado del cuadro. Los animales también están imbuidos de una intención semántica: el mono, que suele simbolizar la gula y la lujuria en la pintura flamenca, y las cobayas o los conejos, por su conocida fertilidad. Los pintores flamencos contemporáneos del autor de este cuadro, como Brueghel, introducen a menudo estos animales en sus alegorías de la abundancia y las estaciones. La ligereza del drapeado de Venus contrasta con la figura drapeada que la acompaña. Un hábil trabajo de veladuras reproduce las finas gasas que cuelgan de uno de los rollizos brazos de la diosa, cuya sensualidad carnal y su sedoso cabello reproducen un canon femenino cercano a las mujeres de Rubens. La figura desnuda de Cupido, con su arco de flechas certeras, ocupa el fondo. Su cabello ensortijado cubre una cabeza de mejillas suaves y labios carnosos. Una solemne arquitectura palaciega se siluetea contra un cielo crepuscular, y ante ella se despliega un jardín de parterres recortados con una geometría perfecta, fuentes acogedoras y hermosos caminos.

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Escuela flamenca, segunda mitad del siglo XVII. "Alegoría de la Abundancia". Óleo sobre lienzo. Reforzado Presenta restauraciones y repintes. Tamaño: 113 x 136 cm; 145 x 168 cm (marco). En esta pintura flamenca del periodo barroco, las figuras mitológicas ocupan un lugar idílico, resuelto con gran sentido escenográfico. Venus está sentada en un claro del bosque junto a una mujer con el pelo cubierto por un velo blanco. La humilde mujer señala los abundantes frutos esparcidos a sus pies que conforman un jugoso bodegón en el que cada fruta. Venus lleva una hoz, elemento vinculado a la recolección del campo y, por tanto, a la fecundidad de la tierra. Ella misma, como diosa del amor carnal, refuerza el significado del cuadro. Los animales también están imbuidos de una intención semántica: el mono, que suele simbolizar la gula y la lujuria en la pintura flamenca, y las cobayas o los conejos, por su conocida fertilidad. Los pintores flamencos contemporáneos del autor de este cuadro, como Brueghel, introducen a menudo estos animales en sus alegorías de la abundancia y las estaciones. La ligereza del drapeado de Venus contrasta con la figura drapeada que la acompaña. Un hábil trabajo de veladuras reproduce las finas gasas que cuelgan de uno de los rollizos brazos de la diosa, cuya sensualidad carnal y su sedoso cabello reproducen un canon femenino cercano a las mujeres de Rubens. La figura desnuda de Cupido, con su arco de flechas certeras, ocupa el fondo. Su cabello ensortijado cubre una cabeza de mejillas suaves y labios carnosos. Una solemne arquitectura palaciega se siluetea contra un cielo crepuscular, y ante ella se despliega un jardín de parterres recortados con una geometría perfecta, fuentes acogedoras y hermosos caminos.

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