Null Escuela italiana del siglo XVIII. Atribuido a FRANCESCO DE MURA (Nápoles 16…
Descripción

Escuela italiana del siglo XVIII. Atribuido a FRANCESCO DE MURA (Nápoles 1696 -1782). "San José con el Niño". Óleo sobre lienzo. Medidas: 75 x 63 cm; 93 x 81 cm (marco). Imagen de carácter devocional cuyos protagonistas son San José y el Niño, que se sitúan en el centro de la composición, sobre un fondo oscuro y neutro. Al contrario de lo que ocurre en las representaciones de este tema, padre e hijo no se miran, sino que cada uno mira lejos del otro hacia el horizonte. La obra no tiene otros elementos de distracción, salvo las flores blancas que son el símbolo iconográfico de José. Hasta la Contrarreforma, la figura de San José solía mantenerse en un segundo plano, ya que no se le atribuía ninguna importancia teológica. Después de Trento, sin embargo, se recuperó su protagonismo como protector de Jesús durante su infancia y como guía durante su juventud, y se le representa aquí como tal. En contraste con la ternura, la indefensión y el candor de la figura infantil, San José se presenta como una figura monumental, típicamente barroca, impresión que se ve reforzada por la composición piramidal de la imagen. Mediante esta forma de representación, el autor subraya visualmente el papel decisivo del padre putativo de Jesús como protector. Por sus características estilísticas, esta obra puede atribuirse a Francesco de Mura, pintor italiano de finales del Barroco, activo principalmente en Nápoles y Turín. Tras formarse en el taller de Domenico Viola, en 1708 entró en el taller de Francesco Solimena, donde permaneció hasta 1730, y donde la influencia de Solimena y de su técnica pictórica se aprecia especialmente en las primeras obras de Mura, como el Cristo muerto en la cruz con San Juan, pintado en 1713 para la iglesia de San Girolamo alle Monache, y las realizadas a principios de la década de 1720. Sin embargo, a partir de 1728, con las obras ejecutadas para la iglesia de Santa Maria Donnaromita, se aprecia un cambio de estilo, que tiende a una concepción pictórica mucho más personal, aunque su obra siempre estuvo fuertemente vinculada a la temática de los eruditos arcádicos, en boga en Nápoles en aquella época. Entre 1741 y 1743 permaneció en Turín, donde conoció al arquitecto Benedetto Alfieri y al pintor Corrado Giaquinto. Posteriormente regresó a Nápoles, donde mantuvo contactos con pintores activos en Roma, en particular con el francés Pierre Subleyras, y fue tan apreciado que fue llamado a Madrid para trabajar para la corte española. Con su técnica cromática y su contenido realista, típico del clasicismo rococó, influyó mucho en los círculos artísticos del "Settecento" napolitano. La escuela barroca, sobre todo en la estela de Francesco Solimena y Luca Giordano, es evidente tanto en sus obras de carácter profano, como los frescos pintados para los palacios reales de Turín y Nápoles, como en las obras pintadas para la iglesia, como la Epifanía de la iglesia de la Nunziatella de Nápoles, la Multiplicación de los panes de la catedral de Foggia y el lienzo de San Plácido de la iglesia de Poggio Imperiale.

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Escuela italiana del siglo XVIII. Atribuido a FRANCESCO DE MURA (Nápoles 1696 -1782). "San José con el Niño". Óleo sobre lienzo. Medidas: 75 x 63 cm; 93 x 81 cm (marco). Imagen de carácter devocional cuyos protagonistas son San José y el Niño, que se sitúan en el centro de la composición, sobre un fondo oscuro y neutro. Al contrario de lo que ocurre en las representaciones de este tema, padre e hijo no se miran, sino que cada uno mira lejos del otro hacia el horizonte. La obra no tiene otros elementos de distracción, salvo las flores blancas que son el símbolo iconográfico de José. Hasta la Contrarreforma, la figura de San José solía mantenerse en un segundo plano, ya que no se le atribuía ninguna importancia teológica. Después de Trento, sin embargo, se recuperó su protagonismo como protector de Jesús durante su infancia y como guía durante su juventud, y se le representa aquí como tal. En contraste con la ternura, la indefensión y el candor de la figura infantil, San José se presenta como una figura monumental, típicamente barroca, impresión que se ve reforzada por la composición piramidal de la imagen. Mediante esta forma de representación, el autor subraya visualmente el papel decisivo del padre putativo de Jesús como protector. Por sus características estilísticas, esta obra puede atribuirse a Francesco de Mura, pintor italiano de finales del Barroco, activo principalmente en Nápoles y Turín. Tras formarse en el taller de Domenico Viola, en 1708 entró en el taller de Francesco Solimena, donde permaneció hasta 1730, y donde la influencia de Solimena y de su técnica pictórica se aprecia especialmente en las primeras obras de Mura, como el Cristo muerto en la cruz con San Juan, pintado en 1713 para la iglesia de San Girolamo alle Monache, y las realizadas a principios de la década de 1720. Sin embargo, a partir de 1728, con las obras ejecutadas para la iglesia de Santa Maria Donnaromita, se aprecia un cambio de estilo, que tiende a una concepción pictórica mucho más personal, aunque su obra siempre estuvo fuertemente vinculada a la temática de los eruditos arcádicos, en boga en Nápoles en aquella época. Entre 1741 y 1743 permaneció en Turín, donde conoció al arquitecto Benedetto Alfieri y al pintor Corrado Giaquinto. Posteriormente regresó a Nápoles, donde mantuvo contactos con pintores activos en Roma, en particular con el francés Pierre Subleyras, y fue tan apreciado que fue llamado a Madrid para trabajar para la corte española. Con su técnica cromática y su contenido realista, típico del clasicismo rococó, influyó mucho en los círculos artísticos del "Settecento" napolitano. La escuela barroca, sobre todo en la estela de Francesco Solimena y Luca Giordano, es evidente tanto en sus obras de carácter profano, como los frescos pintados para los palacios reales de Turín y Nápoles, como en las obras pintadas para la iglesia, como la Epifanía de la iglesia de la Nunziatella de Nápoles, la Multiplicación de los panes de la catedral de Foggia y el lienzo de San Plácido de la iglesia de Poggio Imperiale.

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