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Descripción

COCTEAU (Jean) Magnífico elogio dirigido a Marie Bell en 1 página (21x27) de 28 líneas. Enmarcado bajo cristal. "¿Qué caballo de carreras tendría el encanto, la alegría, los caprichos de una verdadera tragicomedia? Marie Bell tiene todo esto hasta el punto de perder la carrera, si le gusta, o ganarla por diez cuerpos si encuentra la hierba fresca, el sol brillante, el jockey ligero. [La vimos en la púrpura de Phèdre, en las galas de Prouhèze, bajo las velas de Armide. La vimos, en la ciudad, con pantalones y abrigo de leopardo. La vimos ensayar con su pitillo y su basset hound bajo el brazo, y nunca perdimos la sensación de estar ante un caballo de carreras [rayado] cuyas fosas nasales echan humo y cuyo ojo lateral no acepta órdenes. Y, sin embargo, dócil -dócil y obediente como una niña y testaruda como una mula y risueña y seria-, en definitiva, una mujer, con toda la maravilla y el peligro que eso conlleva. Marie Bell nos muestra este arquetipo femenino en Antonio y Cleopatra, de Shakespeare, en una obra sublime que Gide leyó y releyó mientras herbivaba y cazaba mariposas en las orillas de los ríos africanos. Jean Jacques Rousseau y los enciclopedistas mezclados en su extraña persona, le hicieron cruel y crédulo. Era el hombre cazado y el hombre que caza. Acechó y huyó él mismo, y mientras confesaba y se escondía, agitaba una red verde. Atrapa la belleza como una mariposa de cráneo. Viva Marie Bell, que quita el alfiler, libera a la mariposa de su corcho y le permite volver a volar. Jean Cocteau (con su estrella) 1952. Texto corregido de puño y letra de Cocteau.

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COCTEAU (Jean) Magnífico elogio dirigido a Marie Bell en 1 página (21x27) de 28 líneas. Enmarcado bajo cristal. "¿Qué caballo de carreras tendría el encanto, la alegría, los caprichos de una verdadera tragicomedia? Marie Bell tiene todo esto hasta el punto de perder la carrera, si le gusta, o ganarla por diez cuerpos si encuentra la hierba fresca, el sol brillante, el jockey ligero. [La vimos en la púrpura de Phèdre, en las galas de Prouhèze, bajo las velas de Armide. La vimos, en la ciudad, con pantalones y abrigo de leopardo. La vimos ensayar con su pitillo y su basset hound bajo el brazo, y nunca perdimos la sensación de estar ante un caballo de carreras [rayado] cuyas fosas nasales echan humo y cuyo ojo lateral no acepta órdenes. Y, sin embargo, dócil -dócil y obediente como una niña y testaruda como una mula y risueña y seria-, en definitiva, una mujer, con toda la maravilla y el peligro que eso conlleva. Marie Bell nos muestra este arquetipo femenino en Antonio y Cleopatra, de Shakespeare, en una obra sublime que Gide leyó y releyó mientras herbivaba y cazaba mariposas en las orillas de los ríos africanos. Jean Jacques Rousseau y los enciclopedistas mezclados en su extraña persona, le hicieron cruel y crédulo. Era el hombre cazado y el hombre que caza. Acechó y huyó él mismo, y mientras confesaba y se escondía, agitaba una red verde. Atrapa la belleza como una mariposa de cráneo. Viva Marie Bell, que quita el alfiler, libera a la mariposa de su corcho y le permite volver a volar. Jean Cocteau (con su estrella) 1952. Texto corregido de puño y letra de Cocteau.

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