JEAN-GABRIEL DOMERGUE (1889 - 1962) 
En el bar, Parisienne con un bibi

Óleo sob…
Descripción

JEAN-GABRIEL DOMERGUE (1889 - 1962)

En el bar, Parisienne con un bibi Óleo sobre Isorel Firmado abajo a la izquierda Titulado "Au bar" en el reverso 60,7 x 49,7 cm - 23 7 / 8 x 19 5 / 8 in. PROVENZA Colección privada, Francia (por descendencia) "A finales del siglo XIX, muchos pintores hicieron de "la Parisienne" su tema favorito. Sus cuadros son documentos de la moda de la época, con la característica cintura anormalmente delgada debida al corsé. A principios del siglo XX, llegó a París un bordelés loco por la pintura que se llamaba Jean-Gabriel Domergue. A los 17 años, expuso en el Salón de Artistas Franceses y, a pesar de su carácter lúdico, se distinguió rápidamente. Puso su formación clásica al servicio de su originalidad y, mientras los retratistas de renombre de la época realizaban obras en las que la mujer no era más que evanescencia y melancolía, en su obra estalla la alegría de vivir, él ama la vida y pone su imaginación al servicio de su talento. La sutileza del tacto, la elección de colores suaves pero luminosos, el diseño gráfico son adecuados para traducir la juventud, la gracia y la belleza. En pocos años, creó un nuevo tipo de mujer, esbelta, delgada, flexible, con un pecho grácil, un rostro desenfadado, cuyos grandes ojos miran al mundo con envidia desde lo alto de un cuello estirado.Un ser maravilloso al que no se le podía negar nada, ajustado, bien en su época, sólo podía ser una "parisina" en el sentido más amplio del término, la mujer que marca la pauta para todo el mundo. Había que adornar a esta nueva mujer con su cuerpo, para que, combinada con su espíritu, pudiera encantar. Domergue comprendió rápidamente que la elegancia, la finura y la suntuosidad de los trajes de sus modelos completaban el ser de ensueño que había creado. La "revelación" Domergue sedujo a un amplio público. Ha nacido la verdadera "parisina". Los diseñadores de moda no se equivocaron, pues encontraron allí una nueva apertura para su ima - ginación. Sus clientes quieren parecer un "Domergue", y todavía lo hacen. ¿No dice él mismo: "No es en absoluto para - doxal decir que un retrato suele revelar a una mujer a sí misma, porque a menudo pone de relieve muchos aspectos de su belleza que ella desconocía por completo, o al menos ignoraba. Por eso hay muchas mujeres que poco a poco empiezan a parecerse a su retrato. Gérard-Louis Soyer y Alix Grès [prefacio], Jean-Gabriel Domergue, l'art et la mode, Éditions Sous le vent-Vilo, París: 1984, p.14

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