Trophim Mikhalovich DOROKHOV

Icono muy grande de la Exaltación de la Cruz. Témpera y oro sobre madera. Rusia, Vereia (oblast de Moscú), hacia 1820. Por Trofim Mikhailovich DOROKHOV (pintor catalogado y activo a finales del siglo XVIII - principios del XIX). Firmado abajo a la derecha en ruso: "Este Santo Icono fue pintado en la ciudad de Vereia por el pintor de iconos Trofim Mikhailovich Dorokhov en el año 1820". Al. 112 x An. 53 cm. Historia Según la tradición, el emperador Constantino (306-337) envió a su madre Helena a Jerusalén para venerar los Santos Lugares y encontrar la ubicación del Santo Sepulcro y la Cruz. Gracias a la información transmitida por la tradición oral, Santa Elena encontró las tres cruces en las que habían sido colgados Cristo y los dos ladrones, así como los tres clavos que habían sido utilizados para atar el cuerpo de Cristo. La curación de una moribunda al acercarse la Santa Cruz permitió a Macario, Patriarca de Jerusalén, reconocerla. La emperatriz, visible sola y coronada a la izquierda, y toda su corte veneran y abrazan piadosamente la Santa Cruz. Para que los fieles, visibles en la parte baja, incluidos los niños, pudieran también venerar la Santa Cruz, el patriarca subió al ambón, tomó la Cruz con ambas manos y la elevó a la vista de todos, mientras la multitud gritaba Señor, ten piedad. En nuestro icono, junto a la Cruz Gloriosa están el Patriarca Macario, a la derecha, y el Papa Silvestre, a la izquierda, vestidos con ornamentos episcopales y sosteniendo la Santa Cruz con ambas manos, flanqueados por dos diáconos. El primero sostiene un trikiron (), un candelabro con tres velas que se cruzan, que simbolizan al Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El segundo sostiene un dhikirion (), un candelabro con dos velas cruzadas, que simboliza la doble naturaleza, divina y humana, en la única persona de Cristo. La Iglesia celebra la exaltación de la Cruz cada año, el 14 de septiembre, no sólo en conmemoración de su invención, sino también para mostrar que este instrumento de vergüenza se ha convertido en fuente de orgullo y alegría, como atestigua San Pablo: "Que la cruz de nuestro Señor Jesucristo sea mi único orgullo. Por ella el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo" (Gálatas 6:14).