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Uniforme del ejército holandés

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Uniforme del ejército holandés

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Subasta el miércoles 26 jun : 19:00 (CEST)
arnhem, Países Bajos
Derksen Veilingbedrijf
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Escuela holandesa; c. 1600. "Retrato de un caballero. Óleo sobre tabla de roble. Conserva el sello de la colección Infante Sebastián Gabriel de Borbón. Presenta faltas y desperfectos causados por xilófagos. Tiene un marco del siglo XIX. Medidas: 48 x 41 cm; 69 x 62 cm (marco). Vemos en esta obra un retrato masculino que nos presenta a un joven caballero de rasgos afilados y elegantes, sobriamente vestido con un uniforme militar que luce una flor de lis en el pecho de color dorado. La luminosidad del rostro se ve acentuada por los tonos de la carne y un foco de luz dirigido al rostro del joven. El artista subraya especialmente la mirada, un tanto directa y penetrante, que nos habla de la psicología del modelo, acentuando así la distancia formal típica del retrato barroco. La composición es sobria, típica del retrato neerlandés de la época: el modelo está representado de busto, girado tres cuartos con la cabeza ligeramente vuelta hacia delante, en primer plano, sobre un fondo neutro y oscuro, aunque algo más claro alrededor de la cabeza del modelo. Esta obra se atribuye a Frans Pourbus el Joven (Amberes, 1569 - París, 1622), pintor flamenco, hijo de Frans Pourbus el Viejo y nieto de Pieter Pourbus. Pourbus trabajó para muchos de los personajes más influyentes de su época, entre ellos los regentes españoles de los Países Bajos con sede en Bruselas, el duque de Mantua y María de Médicis, reina de Francia. Fue sin duda en los cuadros de la escuela holandesa donde se manifestaron más abiertamente las consecuencias de la emancipación política de la región, así como la prosperidad económica de la burguesía liberal. La combinación del descubrimiento de la naturaleza, la observación objetiva, el estudio de lo concreto, la apreciación de lo cotidiano, el gusto por lo real y lo material, la sensibilidad ante lo aparentemente insignificante, hacían que el artista holandés se sintiera uno con la realidad de la vida diaria, sin buscar ningún ideal ajeno a esa misma realidad. El pintor no buscaba trascender el presente y la materialidad de la naturaleza objetiva ni huir de la realidad tangible, sino envolverse en ella, embriagarse de ella mediante el triunfo del realismo, un realismo de pura ficción ilusoria, logrado gracias a una técnica perfecta y magistral y a una sutileza conceptual en el tratamiento lírico de la luz. Como consecuencia de la ruptura con Roma y de la tendencia iconoclasta de la Iglesia reformada, se acabaron eliminando las pinturas de tema religioso como complemento decorativo con finalidad devocional, y los relatos mitológicos perdieron su tono heroico y sensual en consonancia con la nueva sociedad. Los retratos, los paisajes y los animales, las naturalezas muertas y la pintura de género fueron las fórmulas temáticas que adquirieron valor por derecho propio y, como objetos de mobiliario doméstico -de ahí el pequeño tamaño de los cuadros-, fueron adquiridos por individuos de casi todas las clases y estamentos sociales.